Mateo capítulo 5. Vamos a estudiar los seis primeros versículos del Sermón en el Monte. Este es el sermón más largo de Jesucristo registrado en las Escrituras. Contiene 2.490 palabras y Jesús lo predicó en aproximadamente 15 minutos. El sermón en el monte contiene las instrucciones más increíbles sobre la vida cristiana que jamás se hayan grabado. Es un mensaje que transformará tu vida. Este sermón ha transformado mi vida. Siento un enorme deseo de compartir con ustedes el sermón en el monte porque quiero que vean el amor de Jesús por sus discípulos. El revela que desea transformar nuestras vidas en gran medida y cómo podemos lograrlo. Sin embargo, la iglesia liberal tiene una interpretación muy distinta del Sermón en el Monte, que es básicamente una receta para la paz del mundo – pero este mensaje no habla de eso. La iglesia legalista interpreta el sermón en el monte como una serie de reglas y reglamentos  que se supone debemos obedecer – pero este tampoco es el tema de este sermón. El mensaje que Jesús predicó trata el verdadero significado del reino de Dios, y cómo entrar al reino. Cristo revelará el significado de ser su discípulo.

La gente debate acerca de cuál es el tema del sermón en el monte, pero cuando lo lees puedes ver que Jesús nos explica porqué predicó este sermón. En el capítulo 5  versículo 20 Jesús dice: “Porque les digo a ustedes, que si su justicia no supera la de los escribas y fariseos, no entrarán en el reino de los cielos”. Jesús dijo que a menos que esto suceda no podrás entrar al reino de los cielos. ¿Tú quieres entrar al reino?  Te aseguro que sí. Entonces deben saber qué significa que tu justicia exceda la justicia o integridad de los escribas y los fariseos. ¿Qué significa esto?  ¿Recuerdas que en Mateo 23 Jesús habló de los fariseos y de que estos eran como los sepulcros blanqueados? Jesús dijo que los líderes religiosos de aquellos tiempos se veían bien por fuera pero que por dentro estaban llenos de huesos de muertos. Entonces Jesús quería que sus discípulos fueran más que sepulcros blanqueados con una apariencia íntegra. Quería que los discípulos tuvieran vida y que cambiaran de su interior para afuera. Este sermón te explicará cómo puedes tener una verdadera integridad que no sea sólo externa. Es por eso que este sermón es más que un montón de reglas y reglamentos  que deberás cumplir externamente. Jesús quiere darte un corazón nuevo. Quiere entrar en tu corazón y en el mío. Jesús te explicará cómo puedes llegar a ser un verdadero discípulo de Cristo.

Debes entender que nunca habrá paz en el mundo hasta que el Príncipe de Paz vuelva a la tierra y establezca su reino aquí. Por lo tanto, debemos dejar de buscar a un nuevo líder o un sistema político que pueda cambiar nuestro mundo.  Debemos empezar a buscar ese cambio que produce un verdadero cambio en el mundo. Ese cambio es algo que surge de mi corazón. Cuando yo cambie, produciré un cambio en los demás. Veré un cambio en mi familia, en los hermanos de la iglesia, en las personas con quienes comparto el evangelio. De esto se trata este sermón, aquí Jesús te habla de manera íntima.

En este sermón Jesús también tocó el tema de las intenciones que cada uno tiene– ¿porqué actúas de tal manera? ¿Qué buscas? ¿Por qué buscas ciertas cosas? ¿Quién es el Señor de tu vida y porqué? Jesús claramente afirma que Él debe ser Señor de tu vida y explica lo que eso significa. ¿Qué harías tú si le has entregado el trono de tu vida a Cristo?

Vamos a leer los primeros versículos. Mateo 5 versículo 1. “Cuando Jesús vio a las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, Sus discípulos se acercaron a Él. 2 Y abriendo Su boca, les enseñaba, diciendo: “Bienaventurados (Felices) los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. 4 “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados.5 “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra.  “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados (Mateo 5:1-6).”

Las primeras Bienaventuranzas describen las actitudes esenciales que debemos tener hacia el Señor. Al leer y estudiar estas bienaventuranzas veremos que Jesús abordará tres aspectos de tu carácter. En los versículos 3 a 6 Jesús habla de tu integridad y actitud hacia Dios. Luego en los versículos 7, 8 y 9 Jesús habla de la actitud y de la integridad hacia los demás. Finalmente, en los versículos 10, 11 y 12 el Señor nos enseña la actitud hacia el sufrimiento. De estas tres maneras Jesús explica cuál debe ser tu verdadero carácter moral, es decir, la integridad de un verdadero discípulo de Cristo. ¿Por qué Jesucristo se enfoca en la integridad? Porque tu integridad  es el centro de tu vida, el centro de tu personalidad. En Filipenses capítulo 2 versículo 20 al 22, Pablo habla de un buen amigo de él: Timoteo. Pablo explica que eso es lo más importante que el quería ver en la vida de una persona con quien iba a ministrar. Pablo dijo: “Pues a nadie más tengo del mismo sentir y que esté sinceramente interesado en el bienestar de ustedes”. Desde el punto de vista de Pablo, Timoteo se preocupaba por los demás. Pablo también dijo: “Porque todos buscan sus propios intereses, no los de Cristo Jesús. Pero ustedes conocen los probados méritos de Timoteo, que sirvió conmigo en la propagación del evangelio como un hijo sirve a su padre”.  Pablo deja claro que Timoteo no era una persona egoísta, lo cual reveló su carácter moral. Entonces, ¿qué es la integridad o el carácter moral?  ¿Cómo se prueba? ¿Cómo se define a una persona íntegra o con entereza?  Esta es la persona que ama a los demás de manera sincera y desinteresada

Ahora recuerden que Jesús dijo que los Fariseos no amaban a la gente de manera sincera. Vivían vidas pretensiosas y aparentando. En Mateo 23, Jesús explicó que estos hipócritas religiosos podían decirle a cualquiera qué necesitaban, pero no levantaban ni un dedo para ayudar a alguien a hacer lo que Dios manda. Definitivamente, no eran siervos, lo cual revelaba su falta de entereza. Debes entender que tu carácter revela quién eres tú por dentro, moralmente y espiritualmente. El carácter  revela quién eres de verdad, tu servicio de amor por los demás, tu integridad y tu honestidad. Tu vida revela tu carácter. Así que Jesús está alentando a sus discípulos a tener un tipo de carácter específico que resulta de la transformación que se produce en uno cuando conoce a Cristo.   

Por esta razón Jesús comienza Su sermón diciendo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Este es el aspecto más importante de tu integridad ante Dios. ¿Eres pobre en espíritu ante Dios?¿Cuál es el resultado de ser pobre en espíritu? El resultado es que vivirás o experimentarás el reino de Dios y entrarás en el reino. En Mateo capítulo 7, versículo 21 al 23, Jesús concluye este sermón con una advertencia acerca del ingreso al reino, por lo tanto, este tema es muy importante para Jesús.

Entonces, ¿cuál es la primera actitud y el tipo de carácter que es tan esencial para tu rela-ción con Dios? Debes ser pobre en espíritu. ¿Qué significa esto? Ser pobre en espíritu se refiere a tu estado espiritual. ¿Te consideras deficiente espiritualmente ante Dios? Esto significa que te das cuenta de que no tienes nada para ofrecerle a Él. No tienes nada con qué agrandarte ante Él.  No tienes suficiente bondad por la cual Jesús te deba aceptar. Eres aceptado mediante Su gracia. Probablemente, la mejor descripción de esta actitud de ser pobre en espíritu se encuentra en la parábola que usó Jesús sobre el fariseo y el publicano. Este pasaje es muy conocido, pero permíteme leértelo:“Di jo también Jesús esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como justos, y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al templo a orar; uno era Fariseo y el otro recaudador de impuestos. 11 El Fariseo puesto en pie, oraba para sí de esta manera: ‘Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: estafadores, injustos, adúlteros; ni aun como este recaudador de impuestos. 12 Yo ayuno dos veces por semana; doy el diezmo de todo lo que gano.’ 13 Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, ten piedad de  mí, pecador.’14 Les digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se engrandece será humillado, pero el que se humilla será engrandecido”.

Ser pobre en espíritu es sencillamente tener una opinión humilde y honesta de uno mismo. Reconoces que no tienes nada con qué agrandarte ni nada que puedas darle a Dios. Lo opuesto de ser pobre en espíritu es la actitud del fariseo que se cree moralmente superior a los demás. Uno se acercó a Dios  pidiendo misericordia y el otro hablando de sus buenas obras. Uno es aceptado y el otro no.

Por lo tanto, este tipo de honestidad es esencial si quieres vivir el reino de Dios hoy y entrar en el reino algún día. Debes darte cuenta de que no tienes nada y golpearte el pecho como lo hizo el publicano y decir: “Dios ten misericordia de mí, un pecador”. No puedes presentarte ante Dios y decirle: “Dios he hecho esto y aquello, y darle una lista de todas tus buenas obras”. Muchas veces, cuando hablo con la gente veo que eso es exactamente lo que hacen. Enumeran todo lo bueno, todas sus obras, y piensan que por todo lo que han hecho entrarán al reino de los cielos.  Sin embargo, esta persona no entrará al reino porque somos salvos por la gracia de Jesucristo. Somos salvos por Su misericordia.

El fariseo obviamente no veía la necesidad de conocer a Dios. Se consideraba un buen hombre. Así que espero que tú no creas que eres una buena persona. No eres una buena persona. Yo no lo soy y tú tampoco. La Biblia nos enseña que: “NO HAY JUSTO, NI AUN UNO…NO HAY QUIEN HAGA LO BUENO, NO HAY NI SIQUIERA UNO”. Esto se encuentra en Romanos capítulo 3 versículos 10 a 12. Espero que reconozcas esta necesidad de la misma manera.

Presta atención al equilibrio de este aspecto de la humildad y no caigas en la humildad falsa. Escucharás que la gente confiesa “soy una persona terrible, por eso no me merezco nada. Soy un pecador, terrible, inmundo, asqueroso y no puedo hacer nada bien, no valgo nada”. Yo pienso que muchas veces esta es una humildad falsa. Esto no es lo que significa ser pobre en espíritu. Recuerda que Cristo murió por ti. Te amó tanto que murió en tu lugar.  Pablo también dijo en Filipenses capítulo 4 versículo 13, que en Cristo todo lo puedes porque Cristo te fortalece. Debes mantener este equilibrio: si tú vives en Cristo, tú eres Su amado. Él te habilitará para hacer todo lo que te llama a hacer.  Cuando te miras a ti mismo fuera de Cristo, y te fijas en tu estado pecaminoso, eso es sólo la mitad de la cuestión.  Dios te ha dado todo lo relativo a la vida y a la santidad.  Todo lo tienes en Cristo y Él también te ha declarado justo si vives en Él. Así que mantén ese equilibrio, es vital para tu relación con Él.

Ser pobre en espíritu significa ser honesto  en la manera de pensar de uno mismo. Pablo dice en Romanos 12 versículo 3: “Porque en virtud de la gracia que me ha sido dada, digo a cada uno de ustedes que no piense de sí mismo más de lo que debe pensar, sino que piense con buen juicio, según la medida de fe que Dios ha distribuido a cada uno”. Pensar con buen juicio significa pensar con seriedad u honestidad sobre uno mismo. Por lo tanto, Dios le ha dado a cada cristiano una medida de fe para que lo pueda seguir a Él, no con humildad falsa, sino con sincera humildad. Tú eres un pecador, pero eres un pecador redimido en Cristo.

Entonces ¿por qué son tan importantes la humildad y la pobreza en espíritu? Es la entrada al Reino. Es donde debes comenzar si quieres una relación con Dios a través de Jesucristo. Recuerda, Jesús les dijo a sus propios discípulos en Mateo 18 versículos 3 y 4: “En verdad les digo que si no se convierten] y se hacen como niños, no entrarán en el reino de los cielos. 4 Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”.  Aquí Jesús hace una conexión entre la humildad y la entrada al Reino de  los cielos. Fíjate que no puedes entrar al reino si no te conviertes. Esta conversión ocurre cuando uno se reviste de humildad. La conversión es crucial para ser un discípulo. La palabra conversión significa cambiar e ir en la dirección opuesta.  ¿Te has convertido tú? ¿Te has apartado de tu estilo de vida pecaminoso y has comenzado a seguir a Jesús? Esta conversión se da cuando reconoces tu propia pobreza espiritual ante Dios.

¿Quiéres que el Señor te responda, te mire, te escuche? Ser pobre en espíritu es esencial para tener una relación con Cristo. Esta es la actitud con la que debes acercarte a Dios todos los días. Dios dice en Isaías 66:2, “Pero a éste miraré: Al que es humilde y contrito de espíritu, y que tiembla ante Mi palabra”. Aquí Dios define el significado de ser pobre en espíritu. Pobreza en espíritu significa ser contrito de espíritu, un espíritu que tiembla ante la Palabra de Dios. Esto significa que eres sensible a las cosas de Dios. ¿Tienes tú esta actitud? Recuerda que esta es la puerta del frente para entrar al Reino. No hay una puerta del costado. En realidad, es la única puerta para entrar al Reino. No hay una puerta en el costado o atrás porque esta es la única que te permite entrar al Reino de los Cielos. ¡Debes darte cuenta de cuánto necesitas a Dios y acercarte a Él!

La segunda bienaventuranza es,  “Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados” ¿Qué dice Jesús a cerca del lamento y por qué es esto importante?  Si tú lloras, serás reconfortado.  Cuando te miras y ves tu deficiencia espiritual, es porque ves tu propio pecado. Es importante unir estas dos bienaventuranzas. Soy deficiente espiritualmente; me veo tal cual soy. Tengo una gran necesidad a raíz de mis pecados, y me lamento por esto. No le pongo excusas al pecado, ni intento razonarlo o justificarlo.  No le hecho la culpa a los demás y digo: “Bueno, la razón por la que soy como soy es porque tuve una niñez terrible”. Otras personas y tu niñez tienen un efecto en tu vida, pero las elecciones son tuyas.  Dios puede cambiar tu manera de ser y tu conducta del pasado. Pero lo que necesitas es lamentar tu pecado y lo que haz hecho. El lamento es un aspecto esencial si quieres entrar al reino de Dios.

En Segunda Corintios 7, versículo 10, Pablo dijo: “Porque la tristeza que es conforme  a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte”.  Esto te ayudará a crecer en tu relación con Cristo. Este pesar es lo que necesitas para entrar al Reino y vivir la salvación. Necesitas lamento piadoso. ¿Y a qué te lleva el lamento piadoso? A l verdadero arrepentimiento! Pablo está hablando de la conversión verdadera. Recuerda, la conversión es cambiar e ir en la dirección opuesta en tu vida. Cuando sientes ese pesar piadoso, eso te aleja de la vida pecaminosa.

Sé que ustedes conocen a personas que repiten un rezo o una oración o que van a misa o a asisten al culto, pero no se ve ningún cambio en sus vidas. Esto no es una conversión. Por lo general no lamentan su pecado y en su mente usan estas actividades como la racionalización y las excusas. Por eso es que no hay arrepentimiento. Es por esto que Santiago le escribió a la iglesia en el capítulo 4, versículo 8 al 10, y dijo “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus manos, pecadores; y ustedes de doble ánimo (que dudan), purifiquen sus corazones. 9 Aflíjanse, laméntense y lloren. Que su risa se convierta en lamento y su gozo en tristeza. 10 Humíllense en la presencia del Señor y Él los exaltará”. ¡Ahí está!  Santiago nos explica aquí la necesidad del llanto, que surge de la verdadera humildad. La gente no debe reírse del pecado. Deben sentir culpa o pesar por el pecado. Debemos reconocer el pecado y arrepentirnos. Fíjense que el lamento y la humildad van de la mano. Es por eso que Jesús puso a estas dos bienaventuranzas juntas. Es el mismo motivo por el que Santiago las agrupó también. La verdadera pobreza de espíritu naturalmente causará culpa o pesar por el pecado de tu alma. Aun como creyentes necesitamos pensar mucho más en este pesar. Necesitamos lamentar más nuestro pecado en vez de justificarnos. Muchos cristianos que he conocido tienen una opinión muy superficial sobre el pecado. Tienen lo que yo llamo gracia ligera. Miran su pecado y dicen: “y bueno, él me va a perdonar”. Con esta actitud uno no lamenta el pecado. Debes estar afligido de corazón. Cuando te llega la compunción, el resultado debería ser el arrepentimiento. Si no hay quebrantamiento, no hay pena. Si no hay lamento por el lamento, no hay humildad. Si no hay humildad y arrepentimiento, entonces esa persona no cambiará. Por lo tanto, lamentar el pecado es esencial para llegar a Cristo y para crecer y madurar en Cristo. Sin embargo, recuerden,  si se apenan, Dios los consolará. ¿Quieres el consuelo de Dios? Si quieres su consuelo, entonces debes lamentar y apenarte por el pecado. En el consuelo de Dios se halla la vida de Cristo. Dios nos promete en Isaías 61, versículo 2, que él va a “consolar a todos los que están tristes”. No te pierdas el consuelo de Dios. 

La tercer Bienaventuranza es: “Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra”. Este mandamiento de Cristo se malentiende muy a menudo. Muchas veces cuando la gente lee esto, piensan que Jesús está hablando de la humildad en nuestras relaciones u amistades. Sí, claro que la humildad es importante en el trato con la gente, pero la humildad debe primero florecer entre tú y Dios. Recuerda, estas primeras bienaventuranzas tienen que ver con tu relación con Dios. Así que recuerda que este es el contexto. La humildad es vital para tu relación con el Señor. Fíjate que esta verdad aparece en Santiago capítulo 1, versículo 21, él declara: “Por lo cual, desechando toda inmundicia y todo resto de malicia, reciban ustedes con humildad (mansedumbre) la palabra implantada, que es poderosa para salvar sus almas”. Fíjense que Santiago nos dice, inspirado por el Espíritu Santo, que la humildad es una actitud esencial en tu corazón para recibir la palabra de Dios.  ¿De dónde proviene esta humildad? Proviene de verse a uno mismo deficiente espiritualmente. Resulta del lamento y la pena que sientes hacia Dios por tus pecados. Pero esta humildad es lo que te lleva a escuchar la Palabra de Dios. La humildad te ayuda a obedecer Su Palabra y a entregarte a Él. La humildad es lo que permite que la Palabra se siembre en tu vida.

Ahora considera la aplicación de esta verdad. Muchas veces los cristianos me dicen que leen las Santas Escrituras y no obtienen nada. Ven la lectura de la Biblia como un trabajo que deben hacer, pero no sacan nada de esta lectura.  ¿Por qué sucede esto? Es porque su corazón debe quebrantarse ante Dios. Cuando yo leo la Biblia y no saco nada de la lec-tura, me doy cuenta de que no estoy bien espiritualmente. Es así de simple. Es la razón por la que puedes venir a escuchar un sermón, escuchar un estudio bíblico en la radio o en la televisión pero tu conducta no cambia en lo más mínimo. Es porque necesitas humildad en tu corazón hacia Dios para poder oír su Palabra y para que esta sea plantada dentro de ti, y dé fruto. Pero la Palabra sólo produce fruto cuando honestamente reconoces que necesitas a Dios y sinceramente elijes obedecer. La Palabra produce arrepentimiento, compunción, y el poder para corregir tu vida. La Palabra de Dios es muy importante para la transformación de tu vida, la salvación y para poder cambiar. Por lo tanto, Jesús está explicando otro aspecto esencial para llevarte a la salvación y para crecer en tu vida cristiana.

Cuando tienes esta humildad en tu relación con Dios, ¿sabes qué pasa después? De re-pente sientes humildad en tu relación con los demás.  Moisés fue descrito como el hom-bre más humilde de la tierra. Esta humildad con el hombre fue el resultado natural de su humildad hacia Dios y de su obediencia a los mandamientos de Dios. Dice una y otra vez que “Moisés obedeció el mandamiento del Señor”. Él oyó la voz de Dios y la obedeció. Jesús también se describió a sí mismo en Mateo 11:29 de la siguiente manera: “Yo soy manso y humilde de corazón”.  Algunas traducciones dicen: “Soy  apacible y humilde de corazón”. Pero la palabra apacible en griego significa manso.  También fíjate que Jesús une la mansedumbre y la humildad. Como les dije antes, siempre van de la mano. Por eso, un cristiano arrogante no es un cristiano humilde. La arrogancia y la humildad son opuestas. Un cristiano arrogante no se ha quebrantado ante Dios al darse cuenta de que ha pecado. En Sofonías 3:12 escuchen qué dijo el Señor: “Dejaré un remanente en medio de ti, un pueblo pobre y humilde”. ¿Y cómo sería este pueblo manso y humilde? Él dice más adelante: “el cual confiará en mi nombre”. Fíjate que la mansedumbre resulta en una buena disposición. Una actitud humilde te lleva a confiar en el Señor. Deja que el Señor te transforme de este modo y que te lleve a un  lugar de confianza y quebrantamiento ante Él.

La palabra “manso” es también usada en el griego clásico para describir un caballo que ha sido adiestrado y es controlado por un jinete mediante las riendas. La Biblia usa la misma comparación cuando habla de hombres y mujeres que no se arrepienten. Dios llama a aquellos que no se han rendido ante Él, caballos y burros indomables.  Dios nos dice en el Salmo 32, versículo 9: “No seas como el mulo o el caballo, que no tienen discernimiento, y cuyo brío hay que domar con brida y freno, para acercarlos a ti”. Creo que la mayoría de ustedes no han andado mucho a caballo, pero un caballo bien adiestrado se describe como un caballo manso. El mínimo cambio en las riendas y el caballo se mueve. Un caballo bien adiestrado puede sentir un cambio en el peso del jinete y responder. No tienes que espolear el caballo o tirar de las riendas, sólo lo tocas con el talón y se moverá en la dirección deseada. Este es un caballo manso. ¿Dios tiene que jalarte de aquí para allá para que tú respondas a Sus mandamientos? ¿O eres manso con Dios?  ¿Eres tan sensible que escuchas Su voz y responde a Su llamada?

Ahora ¿qué dijo Jesús en este versículo: “Ellos heredarán la tierra?” Esta frase se encuentra en todas las escrituras. Lo encontramos en el libro de Génesis donde Dios le prometió a Abrahám que heredaría la tierra. Se refería a la herencia física de la tierra. El Salmo 37:11 dice “Pero los desposeídos heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar”. ¿Cuándo ocurrirá esto? Cuando el Señor venga a establecer su reino en la tierra. Este es el único momento en que la paz reinará sobre la tierra, porque el Príncipe de Paz estará reinando aquí. La paz reinará en abundancia porque Él controlará la tierra. También en el mismo Salmo, versículo 34, Él dice, “Pero tú, espera en el SEÑOR, y vive según su voluntad,  que él te exaltará para que heredes la tierra”. Esta es la promesa de Dios. Un día viviremos y reinaremos con Cristo en la tierra, en una tierra que será restaurada al esplendor del Jardín del Edén. Este es el reino del milenio de Cristo donde Él cumplirá todas las promesas incumplidas para la nación de Israel. Tú estarás aquí con Él si eres creyente hoy. Fija tu mirada en la Esperanza Bienaventurada venidera. No pongas tu esperanza en estos tiempos o en este mundo.

En la cuarta Bienaventuranza Jesús declara: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados”.  Me encanta esta promesa: “serán saciados”.  Ahora ¿por qué una persona tendría hambre y sed de justicia? Simplemente porque se dan cuenta de que esto les falta. Recuerda, si una persona se da cuenta de que es deficiente espiritualmente ante Dios, se dan cuenta de que no tienen justicia, y por esto, busca a Aquel que sí tiene justicia. Fíjate que Jesús no dice: benditos son los que aman las poseciones, ellos serán saciados. Ni tampoco dice: benditos los que buscan lo material o el poder, o el reconocimiento o ser aceptados o el honor, allí encontrarán la vida. ¡No! Jesús dice: “Benditos son lo que tienen hambre y sed de justicia”.  Si anhelas estar bien con Dios,  y hacer lo correcto ante Dios, entonces serás saciado. Algo que de veras revela el corazón de una persona es lo que tanto anhelas. Te mayor anhelo es lo que te motiva. Lo que tanto deseas es lo que tú crees que te dará satisfacción. ¿Tú deseas Su justicia u otra cosa? Te preocupa qué es lo correcto ante Dios, o sólo lo que el hombre piensa que es lo correcto? 

En Hechos capítulo 4 versículo 19, los líderes religiosos les dicen a los discípulos que dejen de predicar en el nombre de Cristo. ¿Cuál fue la respuesta de Pedro? Pedro dijo: “Juzguen ustedes: ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes antes que a él?”. En otras palabras Pedro les preguntó: ¿debemos escuchar a Dios o a ustedes? Pe-dro y Juan sabían qué era lo correcto. ¿Qué era lo correcto a los ojos de Dios? A Pedro le preocupaba sólo una cosa, lo que era correcto a los ojos de Dios. ¿Es está la principal preocupación de tu corazón?

Esta es la actitud de un cristiano que es deficiente espiritualmente, que lamenta y sufre por su propio pecado, que ha venido a Dios humildemente para recibir la palabra implantada. ¿Te das cuenta de que Su Palabra te da el entendimiento de lo que está bien a los ojos de Dios? Cuando veas que tu actitud no es la correcta, hacia Dios o hacia los demás, ¿qué debes hacer? Simplemente detente y pídele a Dios que cambie tu corazón. Si no estás seguro de qué es lo correcto, abre la Biblia y empieza a buscar la manera en que Dios quiere que tú respondas. Él te mostrará. Él te saciará porque esa el la promesa de Cristo en esta bienaventuranza.  “Serán saciados”. Yo hago esto regularmente cuando veo malas actitudes en mí, lo cual sucede a menudo. Somos todos parecidos así que vayan a Él y pregúntenle.  

Ahora, me gustaría dejarlos con una verdad y seguridad importantes. Dios siempre satisfará el hambre y la sed de Él. Cuando leo sus promesas, Jesús es muy claro. Dijo en Juan capítulo 6, versículo 35, “Yo soy el pan de vida. El que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás”.  ¿Tú crees esto?  ¿Tienes hambre del Pan de Vida hoy? Si estás hambriento e insatisfecho, has venido al lugar ideal para hallar una respuesta a tu vacío. El hambre describe ese vacío persistente que corre por dentro a causa de no comer. El hambre espiritual causa un vacío espiritual que sientes aún cuando has satisfecho tu apetito físico. ¿Puede un cristiano tener este tipo de hambre también? ¡Claro que sí! Sólo tienes que empezar a tener hambre y sed de las cosas incorrectas y sentirás que ese vacío vuelve a comenzar. Para aquellos que nunca se han comprometido a seguir a Cristo, esto es lo que debes hacer: hay una sola persona que puede satisfacer y llenar ese vacío que llevas por dentro. Jesús dice en Juan 7:37-38: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y en voz alta dijo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 Del interior del que cree en mí, correrán ríos de agua viva, como dice la Escritura”. El agua viva de Cristo es lo que te satisface. Él satisface el hambre y la sed espiritual. Hay un sólo lugar donde hallarla, y ese lugar es Jesús. Entontes si tú tienes hambre hoy, acércate a Él. Reconoce que eres deficiente espiritualmente. Lamenta tus pecados.  Pídele perdón. Deja que el Espíritu Santo te compunja y te corrija. Luego acercate con humildad para recibir Su palabra y aprende de Él. Deja que Él plante Su palabra en ti, y deja que esta dé fruto en tu vida. 

Vamos a acercarnos a Él en oración, Padre que estás en el cielo, tenemos hambre hoy, tenemos hambre y sed de ti. Si estás vacío espiritualmente, te garantizo que estás buscando las cosas incorrectas. Estás buscando satisfacción en las cosas incorrectas. Señor, te pido que te acerques con tu poder hoy y que toques el corazón de cada uno. Permite que de cada uno de nosotros corran ríos de agua viva. Señor, llénanos de tu espíritu en este momento. Señor, nosotros creemos que lo están haciendo. Satisfácenos Señor. Danos esta actitud correcta en nuestro corazón hacia ti Dios. En el nombre de Jesús. Amén.