En el sermón en el monte, Jesús habló con sus discípulos acerca de las cuestiones del corazón. En el capítulo 5 de Mateo, Él explicó que la justicia es algo que nace en el corazón y no un acto externo que una persona practica. Sin embargo, los fariseos consideraban los mandatos, “no matarás” y “no cometerás adulterio” como actos externos. En Mateo 5:27 Jesús les dice que no es así y les instruye que estos mandamientos tratan mucho más que un acto externo, tratan la actitud del corazón. El versículo 27 dice “Ustedes han oído que se dijo: ‘No cometerás adulterio.’ 28 Pero Yo les digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón. 29 Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno” Jesús agrega la palabra también, lo cual demuestra que el texto que le sigue está directamente vinculado a lo que acaba de decir. “También se dijo: ‘Cualquiera que repudie a su mujer, que le de carta de divorcio. 32 Pero Yo les digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio” Por lo tanto, según Jesús, ¿cuál era la intención del mandato “no cometerás adulterio” ? ¿Con qué propósito dio Dios este mandamiento en particular? Dios quería lidiar con la lujuria en el corazón del hombre. La lujuria es lo que conduce a alguien a cometer el adulterio y a romper sus votos matrimoniales. Jesús va tras el corazón. Si logras vencer la lujuria en tu corazón por medio del poder del Espíritu Santo, no caerás en el adulterio ni romperás tus votos matrimoniales. Toma la decisión hoy mismo de permitir que Dios conquiste tu lujuria. Él quiere liberarte de tu lujuria. Si el Señor no te libera, la lujuria te conquistará. No permitas que la lujuria permanezca en tu interior libremente; te destruirá a ti y destruirá tus relaciones.

¿Qué importancia tienen tus deseos? Considera el decimo mandamiento. Este mandamiento resume la importancia que Dios le imparte a este tema. Dios dijo en Éxodo 20:17: “No codiciarás la casa de tu prójimo. No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo”. Dios ya había dado el mandato de no cometer adulterio, lo cual sería el resultado de codiciar la mujer de otro hombre. Dios trata, una vez más, la lujuria y la codicia en este último mandamiento porque es esencial para obedecer todos Sus mandamientos. La codicia es desear las posesiones, la posición o cualquier pertenencia de otra persona. Jesús tuvo que explicar esto porque los maestros religiosos y la gente, en general, no entendían esta verdad. Ellos leían los diez mandamientos y pensaban que se referían a actos externos solamente. En Santiago 4:2-3 Santiago vincula el concepto de la lujuria con la codicia. En este mismo pasaje también incluye el enojo y el asesinato.

La lujuria y la codicia son deseos del corazón de algo o alguien que nos satisfaga, pero no logran satisfacer al corazón humano. Sin embargo, Santiago explica dónde y cómo podemos ser satisfechos. “No tienen, porque no piden” (Santiago 4:2). Santiago estaba convencido de que la oración es el mejor medio para satisfacer a la humanidad. Este concepto es muy simple. Cuando me comunique con Él, estaré satisfecho. En la oración se encuentra la fuerza para controlar la lujuria que existe dentro de mi alma. Cuando recibo Su poder en mi interior, mi carne ya no me puede controlar. Así es como logro la victoria para vencer el poder y la tiranía de la carne. Dios sabe que la lujuria nunca me satisfará y por eso nos da el medio para alcanzar la satisfacción ¡la oración!

Ideas erróneas sobre este texto.

Antes de continuar con este texto y de explicar cómo vencer la lujuria, quiero hablar de dos ideas erróneas sobre este pasaje. La gente repetidamente me pregunta sobre estas dos ideas. Para entender estos versículos es esencial desechar estas ideas erróneas.

El primer malentendido se manifiesta cuando la gente me pregunta, “si ya cometí adulterio en mi corazón, ¿por qué simplemente no llevar a cabo el acto del adulterio?” Si Dios considera la lujuria del corazón y el acto de adulterio de la misma manera, ¿por qué no llevarlo a cabo? ¿Alguna vez has escuchado a alguien poner en tela de juicio la palabra de Dios de esta manera? En realidad es una buena pregunta. Permíteme contestarla. ¿Por qué no debes cometer el acto de adulterio cuando estás batallando con tu lujuria? Porque eso es justamente lo que Jesús quiere ayudarte a evitar. Él no quiere que cometamos adulterio. De hecho, Jesús está tratando de llegar al meollo de las relaciones adulteras, que es la lujuria. Él quiere tratar la raíz del problema, no darle a alguien una excusa para quebrantar Sus mandatos. Jesús simplemente dice: “mira, tú eres responsable por lo que está en tu corazón al igual que por tu comportamiento. Tienes que lidiar con el enemigo interno para no participar en la conducta inmoral”. Recuerda que las Escrituras declaran que el acto siempre es peor que la idea. En el Antiguo Testamento dice: “Abominación al Señor son los planes perversos” (Proverbios 15:26). Por lo tanto, desde el comienzo del tiempo Dios estableció que mi corazón y mis pensamientos son importantes para Él. ¿Por qué se interesa tanto por mis pensamientos? Es evidente que el acto siempre es peor que la idea. Billy Graham dijo que no es lo mismo codiciar algo que hurtarlo. ¿Estás de acuerdo con él? Reflexiona por un momento. ¿Crees que alguien que codicia algo en su corazón debe ir a la cárcel o sólo los que hurtan? El hurto siempre es peor que el solo pensar en hurtar. Toma este concepto y aplícalo a nuestro último estudio sobre el enojo y el mandato de no matar. ¿Debe alguien ir a la cárcel porque siente enojo en su corazón o solamente si comete el acto de asesinato? Es obvio que el acto es peor que el pensamiento.

La primera idea errónea tiene su origen en otra idea errónea que dice que todo pecado es igual. ¿Has escuchado alguna vez a alguien decir, “Todos los pecados son iguales”? Pues, están equivocados. Todos los pecados no son iguales. Las Escrituras establecen este hecho claramente. En Juan 19:11 Jesús le habló a Pilato y le dijo, “Ninguna autoridad tendrías sobre Mí si no se te hubiera dado de arriba; por eso el que Me entregó a ti tiene mayor pecado”. Consecuentemente, de acuerdo con Jesús, ¿hay pecados más grandes que otros? ¡Seguro que sí! En este versículo Jesús declara que el pecado de los fariseos y los saduceos era más grande porque ellos conocían más acerca de la verdad que Pilato. Los fariseos sabían lo que las Escrituras declaraban y se propusieron destruir a Jesús porque le tenían envidia y celos. Entonces, cuando la gente te diga que todo pecado es igual, explícales este versículo. Explícales que las acciones siempre son peor que la tentación. Dios nos hace responsables por nuestros pensamientos y nuestras acciones. Él quiere conquistar las cuestiones del corazón para no preocuparnos de que podríamos cometer el acto.

El segundo malentendido se manifiesta cuando la gente se pregunta: “¿Me puedo divorciar de mi cónyuge si él/ella ha codiciado a otra persona pero no cometió adulterio?” La respuesta es, ¡No! La persona que se hace esta pregunta cree que la primera idea errónea es válida y, por lo general, simplemente busca una escapatoria para poder dejar su matrimonio. No puedes divórciate de tu cónyuge porque él/ella codició a otra persona, al igual que no te puedes divorciar porque él/ella codició algún objeto, lo cual es idolatría. Si fuera posible divorciarse porque un cónyuge codició, entonces no habría matrimonios porque todos tenemos pensamientos codiciosos. Las Escrituras dicen, “El Seol y el Abadón nunca se sacian; Tampoco se sacian los ojos del hombre” (Pro.27:20). ¿Ves porqué razón los seres humanos codician? No permitimos que el Señor nos satisfaga. David afirmó que Dios “saciaría” a cualquiera que simplemente “bebiera” de Sus delicias (Salmo 36:8). Jesús le contestó lo mismo a la mujer Samaritana cuando le habló del agua viva. Jesús dijo: “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás, sino que el agua que Yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna” (Juan 4:13-14). El hombre natural no puede estar satisfecho sin el agua viva del Espíritu Santo. Si tienes sed hoy, acércate a Él y Él te satisfará con Su vida.

Regresando a la pregunta de si te puedes divorciar de tu cónyuge porque él/ella ha codiciado a otra persona pero no ha cometido adulterio, mira el contexto de la declaración de Cristo. La respuesta a esta pregunta se encuentra aquí en nuestro texto. Jesús lo dijo claramente en el versículo 32: “Pero Yo les digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad…” No dice a menos que sea por la lujuria en el corazón, o porque tiene problemas con el enojo. No, Él dice “a no ser por causa de infidelidad”. La infidelidad a la que se refiere es el adulterio. Por lo tanto, para que un divorcio sea justificado debe ser el acto de adulterio.

Esta misma verdad también se encuentra en los mandatos del Antiguo Testamento. Deuteronomio 22:14 habla de la virginidad de una mujer. Si después de casarse con un hombre se pone en duda la virginidad de una mujer, mira lo que dicen las Escrituras. Se le debe de acusar de “actos vergonzosos” no de codicia sino del acto mismo. En otras palabras, se necesitaban pruebas de que la mujer era culpable de la inmoralidad sexual por haber fornicado o por cometer adulterio. Evidentemente Jesús está hablando de la inmoralidad sexual.

Este problema de la lujuria, ¿es una lucha que sólo los hombres enfrentan o la enfrentan las mujeres también? Muchas veces durante el asesoramiento matrimonial, después de que cito el versículo sobre la lujuria o codicia en Mateo 5, la esposa me dice: “Es cierto. Los hombres siempre codician; son unas bestias. Sexo, sexo, sexo…eso es todo lo que tienen en la mente. ¿Qué les pasa?” Quiero decirles a las damas que el corazón de ellas es igual. Es posible que no codicien las mismas cosas que un hombre, pero también codician. Si no trato este punto, ustedes las damas no tomaran en serio lo que voy a decir y no lo aplicarán en sus vidas. Pensarán: “Esta información es muy buena para mi esposo o mi hermano, pero este pasaje no me concierne.” Pero, ¡sí te concierne! Toda persona en el centro de su ser es lujuriosa y codiciosa. Todos tenemos nuestros ídolos. Puede que codicies diferentes cosas, pero codicias al igual que el hombre. ¿Recuerdas lo que declara Santiago 4:2? Dirigiéndose a toda la iglesia, hombres y mujeres, les dice: “Ustedes codician”. Santiago no hace distinción entre los hombres y las mujeres. Ambos, los hombres y las mujeres, codician el placer sexual, el poder, la fama, la diversión, una buena posición o cosas materiales que piensan que los hará feliz. Todo mundo codicia o desea algo. Entonces, damas, presten atención a esta exhortación. Santiago en el capítulo 4 versículo 6 da la simple solución para la lujuria o codicia: “Él da mayor gracia”. Esta es la respuesta para nuestros corazones codiciosos y lujuriosos, ¡la gracia de Dios! Su gracia es abundante y está disponible para todo aquel que clame Su nombre.

Cómo vencer la codicia

Ahora quiero hablar del tema esencial de cómo Dios te puede ayudar a vencer la codicia. Permíteme darte siete principios muy importantes que te explicarán cómo vencer la lujuria en tu corazón.

1. No fomentes la lujuria.

Lo primero que debes hacer es no fomentar la codicia en tu interior. Habrás escuchado el refrán “meterse en la boca del lobo”. Si haces cosas que fomentan la codicia estás metiéndote en la boca del lobo. Te estás creando dificultades. Puede que te preguntes cómo alguien fomenta o promueve la codicia o lujuria en su interior. En las sesiones de asesoramiento cuando hablo con las personas que batallan con la lujuria les hago varias preguntas que revelan la raíz del problema. ¿Qué tipo de películas o programas de televisión miras tú? Cuando salen comerciales provocativos, ¿los miras o cambias el canal? ¿Lees novelas seculares de romance con guiones lujuriosos? ¿Miras pornografía por el internet? Las personas con las que pasas tu tiempo, ¿te animan hacia la justicia o te hacen tropezar con sus conversaciones o acciones? Todas estas cosas promoverán la lujuria en tu interior. Es por eso que Pablo le aconsejó a Timoteo: “Huye, pues, de las pasiones juveniles y sigue (busca) la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor con un corazón puro” (2Ti.2:22). Subraya la frase “con los”. Lo que haces y las personas con las que eliges pasar tu tiempo te ayudarán o te perjudicarán en tu búsqueda de la justicia. Busca a aquellos que claman al Señor con un corazón puro y hazte amigo de ellos. Estas amistades te ayudarán a huir de las pasiones juveniles. En Proverbios 5:8, Salomón le advierte a su hijo acerca de las mujeres inmorales. “Aleja de la extraña tu camino, Y no te acerques a la puerta de su casa”. Tienes que alejarte de lo que despierte la lujuria en tu interior. Por lo tanto, examina tu vida y determina si es necesario que huyas de alguna conducta, pensamiento, lugar o amistad que provoque la lujuria en ti.

2. Debes dar pasos drásticos.

Si quieres dejar de fomentar la lujuria en tu vida, debes dar ciertos pasos drásticos. Jesús estableció esto claramente cuando dijo en Mateo 5:29-30: “Si tu ojo derecho te hace pecar, arráncalo y tíralo; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. 30 Y si tu mano derecha te hace pecar, córtala y tírala; porque te es mejor que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo vaya al infierno”. Estos versículos son malentendidos comúnmente. ¿Qué quiso decir Jesús? ¿Acaso quiere que te cortes los brazos y las piernas o que te arranques el ojo lujurioso? ¡Por supuesto que no! ¿Por qué? Es obvio que un tuerto puede codiciar al igual que una persona que puede ver bien. ¿Por qué es cierto esto? Porque la lujuria o codicia se encuentra en el corazón. Y entonces, ¿qué dice Él? Jesús está hablando de lo que debes hacer en el sentido espiritual, con el objeto que te tropieza o te ofende. Necesitas una cirugía radical. Esta es una hipérbole. Una hipérbole es una enorme exageración. Jesús usó esta técnica muchas veces en Sus enseñanzas. La hipérbole siempre te hace tomar una pausa y pensar: “Un momento, ¿qué quiere decir con eso? ¿Realmente quiere Jesús que me corte la mano o me saque el ojo? ¡Por supuesto que no! La hipérbole es una herramienta retórica para atraer atención y recalcar el punto que se está tratando de establecer. Entonces, ¿qué es lo que Jesús estaba tratando de recalcar? Él quiere que compares el valor de algo material con el valor de algo eterno. Lo dijo dos veces, “te es mejor”. En otras palabras, ¿te importa más tener dos manos que ir al infierno? No sería mejor ir al cielo sin extremidades que tener todas las extremidades e ir al infierno? ¿No sería mejor ir al cielo sin ojos que tener los dos ojos e ir al infierno? Jesús está contrastando lo temporal con lo eterno. Nos anima a que comparemos los beneficios de lo que hago hoy, con la eternidad. ¿Es el placer temporal más importante que el reposo eterno? ¿Cuál quieres tú? ¿Te importa más la pornografía en el internet que el cielo? ¿Te importa más un estilo de vida inmoral que la vida eterna? ¿Te importan más las amistades impías que estar en el cielo con creyentes? Si tu respuesta es “no”, entonces deja esa amistad inmoral. Deja la conducta inmoral. Deja todo aquello que te lleva al pecado. Tienes que someterte a una cirugía drástica y hacer unos cambios drásticos si quieres tratar el problema de la lujuria.

3. Arrepentimiento.

Tercero, este cambio drástico ocurre por medio del arrepentimiento. La palabra arrepentimiento significa cambiar de opinión, cambiar de rumbo e ir en la dirección opuesta. Cuando inviertes la dirección de tu vida, ¿no es un cambio drástico? Este es el tipo de cambio que la Biblia nos sugiere. En Hechos 8:22 Pedro habla con denuedo y le dice a un hombre: “arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega al Señor que si es posible se te perdone el intento de tu corazón”. Pedro no le dice, “no estoy seguro si tu comportamiento es bueno o malo”. No, él le dijo que necesitaba cambiar su rumbo y arrepentirse; necesitaba un cambio en su corazón y en su conducta.

También fíjate lo que dice este texto. Pedro habla de los pensamientos de este hombre y de su necesidad de pedir perdón por lo que estaba pensando. Él le dice que pida perdón por los pensamientos de su corazón. Esta herramienta es esencial para cambiar y controlar tus pensamientos lujuriosos. Debes admitir que los pensamientos lujuriosos están mal y pedir perdón por contemplarlos. ¿Por qué es esencial el arrepentimiento para efectuar un cambio drástico en tu conducta? Porque la lujuria comienza en tu pensamiento. Si quieres someterte a una cirugía radical para erradicar cierta conducta, entonces tienes que tratar tu vida interior. Tienes que decidir en tu mente: “No, no contemplaré eso. No permitiré que mi mente se enfoque en eso. Señor, elijo rechazar esa manera de pensar y esa conducta”. Esto es exactamente lo que Pablo nos manda hacer en Romanos 13:14 cuando dice: “vístanse del Señor Jesucristo, y no piensen en proveer para las lujurias de la carne”. La palabra, proveer, en este pasaje significa reflexión previa (previsión). Entonces, ¿cómo resistes el apetito de tu lujuria? No contemples los deseos de la carne. Así es cuando tropiezas. Permites que tu mente juguetee con las opciones. Piensas, ¿pecaré ahora o no? ¿Iré al bar después del trabajo con mis compañeros o no? ¿Iré a la fiesta o no? Luego comienzas a justificar: Un trago no es nada. Un toque no me convertirá en un drogadicto. Cuando empiezas a pensar de esa manera y jugueteas con la idea de la posibilidad del pecado, estás atrapado. Tienes que ponerle un alto a tus pensamientos. Ahí es donde comienza todo. Tienes que interrumpir los pensamientos que te conducen al pecado. Arrepiéntete cuando el pensamiento entre en tu mente. Si lo detienes ahí, nunca actuarás en consecuencia. No actuarás porque estás lidiando con él en el lugar donde origina la conducta pecaminosa. Todo comienza en tu mente.

4. Pídele a Dios que purifique tu corazón.

Si la lujuria te atrapa en los pensamientos de tu corazón, entonces necesitas un corazón purificado. Recuerda lo que dijo Jesús en Mateo 5:8: “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”. Jesús instruyó que necesitas un corazón recto ante Él. Entonces, si quieres superar la lujuria, tu corazón tiene que ser purificado y el Espíritu Santo hace esa obra. ¿Cómo se purifica tu corazón ante Él? Tienes que orar. Santiago dijo: “No tienen, porque no piden” (Stg.4:2). Pídele a Dios que la obra purificante y depurativa del Espíritu Santo comience a compungir y reprender tus pensamientos, actitudes y conducta. Estoy seguro de que inmediatamente sentirás la respuesta directa del trono de Dios. Si quieres que esa obra se lleve a cabo, ¡pídele que la comience hoy mismo!

5. Somete tu cuerpo.

Cuando tratas tu corazón y tu mente y permites que el Espíritu te controle de una manera drástica, como acabo de describir, el resultado natural es que tu cuerpo estará sujeto a Dios. Esto es lo que Pablo instruyó en 1Co. 9:27. Él les relató lo que hizo con sus deseos lujuriosos. Les dijo: “golpeo mi cuerpo y lo hago mi esclavo, no sea que habiendo predicado a otros, yo mismo sea descalificado“. Él abiertamente admite su propia lucha y ¡este hombre era un apóstol! Él amaba al Señor. La experiencia de su conversión fue muy drástica pero él todavía batallaba en su interior. Sin embargo, él sabía que la única manera de vencer la lujuria era disciplinando su propio cuerpo. Las palabras disciplina y sometimiento en este versículo están en el tiempo presente. Esto significa que Pablo estaba declarando: Yo continuamente golpeo mi cuerpo y continuamente lo someto. Él claramente afirmó que si no lo hacía, podría ser descalificado, convertirse en un réprobo y alejarse de la fe. Eso es lo que significa la palabra descalificado. ¿Has visto alguna vez a alguien que amaba al Señor, que profesó su fe en Cristo y se alejó del Señor? ¿Cómo sucede esto? Esto sucede cuando la persona no obedece este mandato de disciplinar los impulsos de su cuerpo y someterlos. Las palabras “y lo hago mi esclavo” significan someter a servidumbre. ¿Eres tú un esclavo de los impulsos de tu cuerpo, o responde tu cuerpo a un llamado más alto para ser un siervo de Dios? Estas son las únicas opciones. Será una o la otra. O bien, eres un esclavo de tu cuerpo o tus impulsos te someterán a ti. Tú los vencerás a ellos o ¡ellos te vencerán a ti!

6. Elije dar muerte a tu cuerpo.

¿Cómo sometes a tu cuerpo para poder vencer? ¿Cómo logras esto? Pablo explica la realidad de la batalla y cómo ganarla. Él dice en Romanos 8:13: “Porque si ustedes viven conforme a la carne, habrán de morir; pero si por el Espíritu hacen morir las obras de la carne (del cuerpo), vivirán”. Me gusta la última palabra, vivirán. Aquí es donde experimentas la vida verdadera. La vida se adquiere cuando has sido liberado del poder de tu naturaleza pecaminosa. ¿Cómo te liberas? Tienes que eliminar estos impulsos de la carne. Recuerda lo que Pablo instruyó, “por el Espíritu hacen morir las obras de la carne”. Esta obra se logra por medio del poder del Espíritu Santo. Yo no soy lo suficientemente fuerte para controlar mi lujuria, pero el Espíritu es capaz de eliminar esos deseos. Entonces, cuando los pensamientos lujuriosos entran en tu mente, recházalos con arrepentimiento y oración. Luego, invita al Espíritu Santo que te llene de Su poder. Pídele que le de muerte a esos deseos. Tu naturaleza pecaminosa ha sido crucificada en Cristo pero no en ti. Esos deseos los eliminarás solamente cuando permitas que el Espíritu Santo venga sobre ti. Cada vez que batalles con tu lujuria, clama pidiendo el poder del Espíritu de Dios y Él te liberará del poder de tu lujuria.

Permíteme explicar este principio usando otro pasaje en las Escrituras. En Romanos 6:6,1,13, Pablo revela los detalles de este proceso. Explicaré brevemente los puntos más importantes de esta verdad. Si quieres un estudio detallado sobre este tema (en inglés) visita nuestra página www.calvaryag.org y haz clic en el icono Bible Studies y haz clic en New Testament. Ahí encontrarás nuestro estudio del libro de Romanos. Por ahora, Romanos 6:6 dice: “Sabemos esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado”. Esta es una verdad muy importante. El viejo hombre fue crucificado. Aquí Pablo usa el tiempo pasado. Esto significa que es una obra que Cristo ya completó. Tienes que estar consciente de esta verdad. Cuando sepas y estés seguro de que tu viejo hombre fue crucificado y ha muerto, entonces darás el segundo paso. Te considerarás muerto. En Romanos 6:11 dice: “considérense muertos para el pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús”. La palabra considérense está en el tiempo presente lo que significa que continuamente te debes considerar muerto al pecado. Este reconocimiento es un paso de fe donde aceptas que lo que Dios dijo es cierto. Él dijo que tu viejo hombre o naturaleza vieja ha muerto. Cuando crees que eso es así, estás declarando que ya sucedió. Jesús ya venció al viejo hombre. Él ya lo conquistó pero tú tienes que reconocer, mediante la fe, de que eso es cierto. ¿Estás convencido de que tu viejo hombre está muerto? Tienes que creerlo por fe. Aquí es donde entra la oración. Pablo instruye en Romanos 6:13, “preséntense ustedes mismos a Dios como vivos de entre los muertos”. La palabra preséntense aquí significa ceder. Ahí es donde el Espíritu viene sobre ti y da muerte a tu viejo hombre. Así es como logras la victoria y vences los apetitos de tu carne. Pídele a Dios que te enseñe cómo funciona todo esto. Lee Romanos 6 y pídele que te de una revelación de Su Espíritu. Cuando hagas esto, alcanzarás la victoria sobre tu carne.

Divorcio

¿Por qué habla Jesús del divorcio en el contexto de la lujuria? Es muy simple. Si resuelves tu lujuria, nunca le serás infiel a tu cónyuge y así nunca tendrás que considerar el divorcio. Si permites que Dios reine en tu vida, experimentarás la satisfacción de Dios y nunca la buscarás fuera de tu matrimonio. Es por esto que necesitas controlar la lujuria de tu corazón.

Sin embargo, con respecto al divorcio, Jesús claramente dijo que no se podía usar una razón cualquiera. En Mateo 5:31-32 Jesús declara Su perspectiva limitada con respecto a las razones por las que se permite el divorcio. Él reconoce lo que la gente decía en esos días acerca de los que daban el certificado del divorcio. Jesús dijo: “Pero Yo les digo que todo el que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de infidelidad, la hace cometer adulterio; y cualquiera que se casa con una mujer divorciada, comete adulterio”.

Este es un pasaje Bíblico muy difícil porque la gente lee esto y dice, “Eso no me gusta. Jesús es demasiado intolerante. Esto es imposible. ¿Cómo puede alguien vivir bajo este criterio?” En mi opinión, este criterio no es difícil. ¿Por qué digo esto? Si tratas tu lujuria, el divorcio no será un problema. Si eres fiel y estás satisfecho en tu relación matrimonial, el divorcio nunca se mencionará en tu conversación. ¿Por qué es Jesús tan intolerante en Su perspectiva del divorcio? Porque ¡Él odia el divorcio! Él odia la destrucción que el divorcio conlleva. Él quiere animar a la pareja para que se reconcilien y que resuelvan los problemas en lugar de buscar una salida.

Permíteme compartir un testimonio personal. En más de 40 años de asesoramiento, muchas veces las personas han admitido lo mismo. Me dicen: “Me deshice de mi primera esposa/o y me casé con esta otra persona. Pero lo único que logré fue un intercambio de problemas. Mi primer cónyuge tenía este problema____________. Mi segundo cónyuge no tiene este problema, pero tiene este otro__________ “. No lo hagas. Es más fácil arreglar lo que tienes que dejar a tu cónyuge, casarte con otra persona y encarar la frustración de un problema nuevo. Deja que el Señor controle tu corazón y te convierta en un hombre o mujer fiel. Así nunca te tendrás que preocupar de todo esto.

Entiendo que existen circunstancias en las que estás casado/a con una persona que continuamente te es infiel o no está dispuesto/a a vivir contigo. Te abandonan por una fantasía que tienen en su mente. Dios entiende esto y por esa razón permite el divorcio. Jesús afirma esto en este texto. Él no quiere que la gente se divorcie, pero lo permite en esas circunstancias. Sin embargo, he visto personas que han cometido adulterio y se reconciliaron con su cónyuge. Ambos cónyuges tratan su problema y su matrimonio es restaurado y transformado por completo. He visto parejas que se divorcian, se reconcilian y se vuelven a casar. Esta una pareja en otra ciudad a la que asesoré por teléfono. Comenzaron a leer mi libro, resolvieron sus problemas y se volvieron a casar después de que los dos habían cometido adulterio. Visitaron nuestra iglesia hace poco y los conocí en persona. Mientras hablaba con ellos pensé: ¡Qué asombrosa es la gracia de Dios que restauró a estas dos personas! Él puede hacer cualquier cosa si los dos cónyuges se humillan y buscan Su rostro. Él sí puede habilitar y habilitará a cualquiera para que reconcilie sus diferencias.

Ahora, quiero decirle a aquellos que creen que nadie se puede divorciar por razón alguna. Esta es una posición extrema que muchos cristianos sostienen por los divorcios fáciles que ven a su alrededor. Sí, los fariseos creían que te podías divorciar por cualquier razón. Sin embargo, Jesús no está de acuerdo con esa perspectiva del divorcio y de las segundas nupcias. Jesús claramente afirma que el divorcio es permitido por inmoralidad sexual. Esta excepción es aparente en este pasaje y se encuentra en Mateo 19:9. Si alguien omite esta excepción, contradicen a Jesucristo. La Biblia le da una advertencia a aquellos que omiten o le agregan a las Escrituras.

En este pasaje Jesús se refiere a dos personas que profesan ser creyentes y uno comete adulterio. En ese caso se permite el divorcio y las segundas nupcias. Si alguien se divorcia y se vuelve a casar con otra persona, él/ella está cometiendo adulterio y hace que la otra persona cometa adulterio también. Eso es lo que Jesús dice aquí. Yo no cambiaré lo que Él ha dicho. Más tarde, en 1Corintios, Pablo se dirige al tema de un creyente casado con un no creyente. Él instruyó que si el no creyente dice o demuestra que no está dispuesto/a a vivir con el creyente, entonces el creyente está libre para irse y divorciarse. Pablo lo dijo de esta manera: “si el que no es creyente se separa, que se separe. En tales casos el hermano o la hermana no están obligados (sujetos a servidumbre), sino que Dios nos ha llamado para vivir en paz” (1Co.7:15). Por lo tanto, si el no creyente se marcha, si te abandona, si se va con otra persona entonces quedas libre. El cónyuge ofendido ya no está bajo los votos matrimoniales porque el no creyente ha quebrantado sus votos. ¿Por qué quedan libres del pacto que hicieron? Pablo nos dice claramente: “Dios nos ha llamado para vivir en paz”. Dios no penaliza al creyente por el resto de su vida porque el no creyente lo abandona.

Otra cuestión que quiero mencionar es cuando alguien se casa y se divorcia antes de convertirse al cristianismo. ¿Qué sucede en ese entonces? La Biblia dice en 2Co. 5:17 (RV ´60) “si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. Ahora, no dice algunas cosas son hechas nuevas. Dice “todas son hechas nuevas”. No dice “todas son hechas nuevas” excepto los divorcios y matrimonios anteriores. Por lo tanto, cuando pones tu fe en Cristo y vuelves a nacer, empiezas de nuevo. ¿Y por qué es justo eso? Porque antes de conocer a Cristo estabas ciego. Estabas ciego a lo que hacías y a las ramificaciones de tus acciones. No entendías las cosas espirituales. Es por eso que Jesús clamó desde la cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Dios básicamente te dice “En lo que a mí respeta, eres una creación nueva”.

En ocasiones he asesorado a personas que se divorciaron y se volvieron a casar sin un fundamento bíblico. No fue cuestión de adulterio o abandono del no creyente, y a pesar de eso, el creyente se casó con otra persona. La gente me pregunta si esta persona está viviendo en constante adulterio. Si la persona reconoce su culpa y pide perdón, no. Dios es un Dios de gracia y misericordia. En 1Juan 1:9 se encuentra la promesa de Dios “Si confesamos nuestros pecados, El es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad (iniquidad)”. Si has quebrantado este mandato, confiésaselo al Señor. Pídele perdón a tu pareja por tu pecado y rectifica eso hoy mismo. Es posible que tú y tu cónyuge no sabían que estaban quebrantando el mandamiento de Dios. Pídele Su gracia y Él obrará en medio de la situación en la que te encuentras.

Vamos al Señor en oración. Padre, te damos gracias de que Tú eres un Dios de gracia y misericordia. Tú quieres lo mejor para nosotros y no te conformas con menos. Señor, hoy elegimos obedecerte. Ayúdanos a tratar la lujuria y la codicia en nuestros corazones. Señor ayúdanos a encontrar la satisfacción en ti. Haz que te busquemos a diario para que nos satisfagas. No hay nada ni nadie en este mundo que nos pueda satisfacer como Tú. Hoy queremos conocer la realidad de esa satisfacción. Llénanos de tu Espíritu. Elimina esos deseos que nos quieren destruir. Haz que mueran en este momento. Señor, llénanos de tu Espíritu Santo. Transfórmanos y haznos hombres y mujeres fieles a ti y a nuestros votos. Señor, creemos que lo harás.