Abran su Biblia al Salmo 32

Un pastor había estado aconsejando a Martín por varios meses. Martín, que estaba en sus cuarentas, había tenido una aventura amorosa con una compañera de trabajo, que también era casada. Esta relación ilícita le había costado su matrimonio, sus hijos, su trabajo, y su reputación.

Una noche Martín se lamentaba con el pastor, diciendo “Daría cualquier cosa por retroceder el tiempo… por retroceder los últimos seis meses de mi vida… y comenzar de nuevo. Pero se que es imposible. ¿Te has sentido así alguna vez?

Si solo pudieras desdecir esas palabras dichas en rabia
Si solo pudieras decir “NO” a esa sugerencia indiscreta
Si solo pudieras decir “SI” a esa oportunidad perdida
Si solo pudieras recuperar esa relación rota

Desafortunadamente, no hay un botón que nos permita retroceder el tiempo en nuestras vidas. Sin embargo, Dios nos ofrece un antídoto muy poderoso para curar el remordimiento de nuestros pecados pasados. Esto se llama “Perdón.”

La sensación de culpa es una de las experiencias humanas más debilitantes que hay.

Destruye nuestras relaciones con otros, y nuestra relación con Dios. La culpa, que no se resuelve, nos afecta emocional y espiritualmente.

¿Alguna vez te has sentido incómoda porque estabas chismeando acerca de una amiga con tus otras amigas, y de repente, se aparece ésta y se une al grupo? ¿O que ansiosa estás de ir a una reunión familiar que incluye a un pariente a quien le debes plata?

¿Cuando fue la última vez que cogiste el teléfono para llamar a alguien con quien te habías peleado? La culpabilidad nos separa de otros.

El mismo fenómeno ocurre en nuestra relación con Dios. Isaías 59:2 dice, “Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios. Son estos pecados lo que lo llevan a ocultar Su rostro para no escuchar.”

Cuando nosotras sabemos que nos hemos desviado del estándar que Dios quiere para nuestras vidas, instintivamente, nos corremos de El.

¿Estás con la conciencia sucia? ¿Hay escenas de tu pasado que quisieras borrar? ¿Tu culpa te ha hecho alejarte de Dios?

Si tu respuesta es “SI” a estas preguntas, te tengo buenas noticias. Perdón del pasado es posible. Si tu crees que es imposible, considera la relación ilícita entre David y Betsabé. Aunque David era culpable de adulterio y asesinato… Dios lo perdonó.

Empecemos en Oración

El Salmo 32 nos habla de la época en que David era rey de Israel. El mandó a sus tropas a luchar contra los Amonitas mientras él se quedaba en Jerusalén. Durante ese tiempo, David cometió adulterio con Betsabé.

Y en encima, para empeorar más las cosas, David trató de encubrir su pecado, haciendo que mataran al esposo de Betsabé, a Urías, el hitita. Durante todo ese año, David vivió con la conciencia sucia, en gran agonía de espíritu.

Estaba emocionalmente desesperado… físicamente enfermo, y mentalmente perturbado.

Entonces el profeta, Natán, visitó al rey David y le contó una historia de dos hombres, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños; en cambio el pobre, solo una ovejita. Sin embargo, el hombre rico, con todos sus rebaños, se robó la ovejita del hombre pobre.

Cuando David escuchó esto, como estaba con la conciencia sucia, se puso furioso y dijo, “¡Tan cierto como el SEÑOR vive, que quien hizo esto merece la muerte! ¿No es así como actúa el pecado? Siempre reaccionamos más violentamente a los pecados de otros… que son aquellos CONTRA LOS CUALES nosotras mismas estamos luchando.

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Después de la escena de rabia de David, Natán le dijo, “¡Tú eres ese hombre!” En un instante, lo que se había hecho en secreto, ahora lo sabía todo el mundo. Ahora David tenía que tomar una decisión. Podía seguir negando su pecado, o podía confesarlo.

Pero cuando David fue desenmascarado por Natán, éste confesó, “He pecado contra el Señor.” Y cuando Natán escuchó eso, le dijo, “[David] El Señor ha perdonado ya tu pecado.” Así de bueno es Dios. Apenas confesamos, nos perdona inmediatamente.

Pausa

Este Salmo nos habla de la alegría y el alivio que David sintió al confesarle su pecado a Dios. Este Salmo de David fue escrito después de la confrontación con Natán el profeta. Y a este Salmo se le llama masquil, porque su propósito es de instruir y enseñar. .

El título de este mensaje es “El Perdón.” Este Salmo está dividido en cinco puntos: (I) La Dicha del Perdón; (II) El Dolor del Pecado; (III) La Confesión del Pecado (IV) La Protección de los Santos; (V) El Beneficio de un Consejo.

COMENCEMOS CON…

I. La Dicha del Perdón (1-2)

1 Bienaventurado [DICHOSO] aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. 2 Bienaventurado el hombre a quien el Señor NO culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.

¡Felicidad es ser perdonada! Es una emoción indescriptible. Es el alivio de un gran peso que ha sido levantado, DE una deuda que ha sido cancelada, DE una conciencia que ya está tranquila. La culpa se ha ido, la lucha ha terminado… ya se puede tener paz.

Para David, esto significaba el perdón de su gran transgresión… su pecado había sido cubierto, su iniquidad ya no era tomada en cuenta, y su espíritu engañoso había sido limpiado.

Para la creyente de hoy, esto significa mucho más que la simple cobertura de su pecado, que era el concepto de expiación del Antiguo Testamento.

En nuestra época la creyente sabe que sus pecados han sido borrados completamente, y enterrados para siempre en el mar del olvido de Dios. Dios decide no acordarse más de ellos… una vez que nos arrepentimos y los confesamos.

En Romanos 4:7-8, Pablo cita este salmo, el Salmo 32, para demostrar que justificación es por fe solamente, NO por buenas obras, aún en los tiempos del Antiguo Testamento. ¿Pero qué es Justificación?

Justificación es un acto divino de Dios, quien declara judicialmente que el creyente que ha pecado y lo ha confesado, es ahora considerado justo y aceptable ante Dios porque Cristo cargó su pecado en la cruz. La justificación solo ocurre por la gracia de Dios. No la merecemos.

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Y aquí vemos, que la prueba no es tanto en lo que David DICE, sino en lo que NO DICE. El no estaba hablando acerca de un hombre justo, que se merecía salvación. El estaba hablando de un hombre pecador, que había sido perdonado.

Y no menciona para nada sus buenas obras, cuando describe el gozo de ser perdonado.

El pecado es una ofensa tan horrible contra Dios, que el Espíritu Santo usa quince palabras diferentes “en Hebreo” para describirlo en el Antiguo Testamento. Solamente en los dos primeros versículos de este salmo, David usa cuatro de ellos: los llama transgresión, pecado, iniquidad y engaño.

El Pecado es un Desafío. Eso es lo que la palabra “transgresión” significa. El pecado es una rebelión contra la autoridad legal. Es lo que un niño demuestra cuando dice “¡No!” a lo que le dicen sus papás. Es lo que hace que una criatura se rebele contra toda regla… toda restricción que le pongan.

El Pecado es un Defecto. La palabra que David usa para el “pecado” viene de la raíz Hebrea que significa “estar destituida de algo.” Indica que algo falta en nuestras vidas, que hay un defecto; que “estamos destituidas” de la gloria de Dios.

El Pecado es una Distorsión. La palabra “iniquidad” denota “perversidad,” que viene de la raíz Hebrea que significa “torcido” o “deshonesto.” La naturaleza humana es torcida, y perversa, en vez de ser derecha, perfecta y verdadera.

El pecado es una Decepción. La palabra “engaño” no necesita explicación. Habla de la insinceridad, y duplicidad de la naturaleza humana.

David, por su adulterio con Betsabé, y el asesinato de su esposo, Urías, se había rebelado contra la autoridad divina. Había quedado destituido de la gloria de Dios. Había demostrado la perversidad de su corazón.

Y había tratado astutamente de encubrir su pecado, y cuando eso le falló, se hizo como si nada pasara. Sin embargo, todo esto lo confiesa en los primeros versículos de este salmo. Con razón comienza con un grito de alegría:

1 Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. 2 Bienaventurado el hombre a quien el Señor NO culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.

Ser perdonada significa literalmente “ser absuelta.” El peso de la culpa ha sido levantado. Antes de confesar nuestro pecado, lo cargamos como un gran peso, pero cuando se lo confesamos a Dios, El nos lo quita de los hombros.

El Salmo 103:12 dice que cuando confesamos nuestro pecado, Dios lo tira lejos de nosotros, tan lejos como el Oriente está del Occidente. E Isaías 43:25 dice que Dios ya ni se acuerda de nuestros pecados. No es que no se acuerde. El decide no acordarse.

Dios es el único que puede tratar con el pecado. Solo Dios, el eterno y omnipotente, quien controla todos los factores del tiempo, materia y espacio, puede borrar el pecado, y aún El, solo puede hacerlo por medio de la Cruz del Calvario.

No hay mayor bendición que saber que nuestro pecado ha sido perdonado y cubierto por la sangre de Cristo, y que ya no cuenta en contra nuestra. ¿Tú has tenido esa bendición? Si la has tenido, testifica de ella.

Y si no, ven a Jesús, en quien encontrarás perdón. No importa lo que hayas hecho. David había matado a un hombre para cubrir su adulterio. ¿A lo mejor has robado plata, has engañado a tus amigas, o a tus socios, o has mentido acerca de casi todo?

Puede que hayas maldecido a Dios. ¡No importa! Dios te perdonará y te restaurará. El perdón de Dios es para todos, y para todos nuestros pecados, y la bendición que sigue al perdón, es la mayor de las alegrías.

A pesar de que Dios odia el pecado, El ama al pecador y quiere perdonarlo. Esta verdad fluye de la abundancia de Su gracia, de Su amor y Su compasión. Su esencia nunca cambia. Dios no nos ofrece perdón “Solo por tiempo limitado, o mientras queden ‘perdones’ disponibles.”

El perdón siempre está disponible para aquellos que lo pidan. ¿Se acuerdan lo que 1 de Juan 1:9 dice? “Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos lo perdonará y nos limpiará de toda maldad.”

¡AHORA! ¡Cambiemos la velocidad por un momento! Si es verdad que “El Perdón”está basado en que Dios nos ha perdonado en Cristo, entonces, como es que los Cristianos, muchas veces, no están dispuestos a perdonar, como lo vemos en los conflictos y divisiones en las iglesias, en las familias… y entre amigos.

¿Cómo es que muchas cristianas guardan rencores por años? Algunas de ustedes se pasan la vida contando la misma historia… repitiendo el mismo cuento… la misma ofensa… una y otra vez… ¿Para qué?

Dios declara en Hebreos 10:30, “Mía es la venganza; Yo pagaré.” El derecho de juzgar es de Dios, no es nuestro. Asumir lo contrario es asumir que Dios no lo puede hacer. No perdonar es irreverente. Perdonar es demostrar reverencia.

Perdonar no es decir que el que te ofendió está en lo correcto. ¡NO! Perdonar es manifestar que Dios es fiel, y que El hará lo correcto. Perdonar no es necesariamente olvidar la ofensa – el dolor puede ser muy profundo para olvidarla.

Pero el perdón nos ayuda a rechazar la amargura, que echa raíces en nuestros corazones… ha rechazar la malicia, el chisme, la calumnia y la venganza. No podemos controlar las acciones de otros, pero cuando decidimos perdonar, tomamos control de nuestras propias reacciones.

En ese momento decidimos valorar a la otra persona, a pesar de su ofensa, y a desear lo mejor para ella ante Dios. El perdón también restaura nuestras relaciones, o por lo menos, prepara los cimientos para poder restaurarlas.

R. C. Lenski, famoso comentarista del Nuevo Testamento, nos aconseja: “En el momento que alguien me ofende, lo debo de perdonar. Entonces mi alma queda libre. SI yo le guardo rencor, YO peco contra Dios, y contra él, y pongo en peligro mi perdón con Dios.

Ya sea si ese hombre o mujer se arrepiente… si trata de reparar el daño… o si pide perdón o no. No importa. Yo lo he perdonado instantáneamente. El tiene que comparecer ante Dios por el daño que me ha hecho. Pero ese no es asunto mío, es asunto entre él y Dios.”

El perdón NO ES UN PESO que Dios quiere poner sobre nosotros, como un castigo. Al contrario, es una protección para nuestra salud mental y nuestra estabilidad emocional.

PAUSA
¿Estás amargada por “culpa” de otra persona? Hazte un gran favor: perdónala – como Dios te ha perdonado a ti.

PAUSA
¡A ver! Hagamos inventario de nuestros corazones.

¿Estamos viviendo en el amor de Dios? ¿Cómo le demuestras tu amor a la gente en tu vida? ¿La manera como tú tratas a otros, refleja la manera como Dios te ha tratado a ti?... ¿qué mandó a Su Único Hijo a morir por ti?

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Hay algunas personas que dicen que el tiempo cura todas las heridas. Obviamente, el tiempo, por si solo, no puede curar las heridas de una ofensa grave. Es como si tu doctor te dijera que tienes un tumor maligno en el cuerpo, y luego te diga,

“Pero no te preocupes…. El tiempo lo cura todo.” Efectivamente curación puede venir con el paso del tiempo, pero solo después de una operación, y del tratamiento adecuado.

De la misma forma, podemos disminuir el dolor de recuerdos pasados… cuando realmente perdonamos a la persona que nos ha causado dolor. Corrie Ten Boom nos ilustra esta verdad, contándonos una historia de su pasado. Ella nació en Holanda…

Durante la persecución de los judíos por los Nazis, y a pesar de ser cristiana, la mandaron a un campo de concentración alemán, por esconder a los judíos holandeses en su casa.

Años después, Corrie comentó que hubo una época en su vida, en que comenzó a recordar una atrocidad cometida contra ella mientras estuvo prisionera en el campo de concentración.

Y a pesar de haber perdonado a esa persona hacía ya varios años, comenzó a rememorar el incidente, y por lo tanto, no podía dormir. Finalmente, Corrie clamó a Dios para que la ayudara a salirse de ese problema.

Y escribió, “Mi ayuda vino por medio de un pastor muy bondadoso, a quien le conté mi problema… después de dos semanas de no poder dormir.

Apuntando por la ventana, me dijo: “Arriba en esa torre, está la gran campana de la iglesia, que la tocan jalando de una soga. ¿Pero sabes una cosa? Después de que el sacristán suelta la soga, la campana todavía se sigue meciendo.

Talán… talán… más y más lentamente hasta que se oye el “talán” final, y la campana deja de sonar. Yo creo que lo mismo pasa con el perdón. Cuando perdonamos, soltamos la soga.

Pero si hemos estado luchando con nuestros propios resentimientos por mucho tiempo, que no nos sorprenda que los viejos pensamientos sigan volviendo por un tiempo. Esos son simplemente los “talán-taláns” de la vieja campana bajando la velocidad.

Y así fue. Hubo todavía algunas repercusiones de medianoche, un par de “talans,” aquí y allá, cuando el tema surgía en mis conversaciones. Pero la fuerza – que era mi terquedad en el asunto – se extinguió...

Vinieron menos y menos frecuentemente, y por último, pararon. Así que descubrí otro secreto del Perdón: Que podemos confiar en Dios, no solo con nuestras emociones, sino también con nuestros pensamientos.’”

Los talán-taláns de resentimientos pasados, que continúan sonando en tu mente, pueden que paren completamente, O puede que no. Pero, definitivamente, que pueden disminuir en frecuencia e intensidad. ¿Cómo? Asegurándote que hayas soltado la soga… por medio del Perdón.

Henry Heine era un famoso poeta lírico alemán, que tenía la capacidad de producir las canciones más bellas y exquisitas, pero tenía un espíritu muy vengativo, que terminó arruinando su vida.

Escribió ataques amargos e injustos contra aquellos que no estaban de acuerdo con él, desperdiciando su maravilloso genio en difamaciones satíricas. Una vez escribió, “Mi naturaleza es de lo más pacífica.

Solo quiero una casita de campo, una cama decente, buena comida, flores delante de mi ventana, y unos cuantos árboles al lado de mi puerta. ►Luego, si Dios me quiere hacer totalmente feliz, me permitirá gozar del espectáculo de ver a seis o siete de mis enemigos, colgando de estos árboles.”

Yo los perdonaría por todo el daño que me han hecho – los perdonaría desde lo más profundo de mi ser, porque debemos perdonar a nuestros enemigos. ¡Pero no hasta no verlos colgando! Esa clase de perdón es una burla. ¡No es verdadero perdón!

ASI QUE DESPUES DE VER LA DICHA DEL PERDON, VAYAMOS A NUESTRO SEGUNDO PUNTO

II. El Dolor del Pecado (3-4)

3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. 4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano.

Después de que David cometió adulterio con Betsabé, y planeó el asesinato de Urías, se negó rotundamente a confesar su pecado. Trató de barrerlo debajo la alfombra. A lo mejor racionalizó que “el tiempo cura todas las cosas.”

Pero en su terquedad, estaba luchando contra Dios, y contra sus propios intereses.

David trató de ocultar su pecado, pero su pecado era muy difícil de ocultar. Demasiada gente sabía lo que había hecho… Sabían de las visitas secretas de Betsabé a palacio, o posiblemente, de las visitas nocturnas de David a la casa de ella. Hubieran sido difíciles de ocultar.

Además, muchos sabían de la visita del esposo de ella a Jerusalén… su abnegada negativa de irse a su casa a estar con su mujer, cuando el ejército estaba batallando furiosamente en el campo… y luego, su muerte tan conveniente.

Y ni se diga de la carta… esa carta comprometedora… que contenía la sentencia de muerte de Urías, que él mismo, sin sospecharlo, se la llevaría a Joab. Podemos estar seguras que Joab todavía tenía esa carta. ¡Joab se volvería un tirano desde ese momento!

David trató de ocultar su pecado, y pagó plenamente por ello. El siempre había sido un hombre saludable… había vivido una vida activa, vida de campo, al aire libre. Pero ya no… El pecado y su conciencia habían debilitado su fuerza física. ESA es una de las consecuencias de ocultar el pecado.

David había sido siempre el hombre alegre, conocido como “el dulce cantador de Israel.”Pero ya no… El horror de su pecado y el fuego de su conciencia lo llevaron a sollozos, lágrimas y gemidos. David dijo, “porque día y noche Tu mano pesaba sobre mi.”

David había sido siempre un hombre sano, vigoroso… la clase de persona que atraía a hombres y mujeres por igual. Pero ya no… Ahora estaba triste, desganado e infeliz. David decía, “Mi fuerza se fue debilitando como al calor del verano.” Su vitalidad estaba desgastada… totalmente agotada. David estaba deprimido.

Ese es siempre el caso cuando tenemos algo en nuestras conciencias. Lo escondemos… lo ocultamos… al menos eso es lo que creemos. Pero no hay nada oculto ante Dios. Si nuestro pecado no es confesado y limpiado, entonces Dios tratará con el pecado El mismo. Ese el es precio que hay que pagar por el pecado.

¿Te sientes, algunas veces, espiritualmente seca? ¿Te preguntas, que ha pasado con el fluir del Espíritu Santo en tu vida? Será que estás albergando pecado que te está haciendo sentir “¿como el calor del verano?” Claro que no toda sequedad espiritual es el resultado del pecado, pero mucha es.

San Agustín dijo: “El pecado aparece, cuando buscamos con afán cosas de menor bien, como si fueran las metas más importantes de la vida. Si buscas dinero, amor o poder en forma obsesiva, el pecado ocurrirá.

Y el pecado es magnificado, cuando nosotras, por metas menores, dejamos de buscar las metas mayores.

Así que, cuando nos preguntamos, por qué cometimos un pecado en alguna ocasión específica, la respuesta es, generalmente, una de dos cosas. O queríamos tener algo que no teníamos, o teníamos miedo de perder algo, que ya teníamos.

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Y AHORA HA LLEGADO EL GRAN MOMENTO DE

III. La Confesión del Pecado (5)

5 Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor;Y tú perdonaste la maldad de mi pecado.

Después de todo un año de impenitencia, David llegó, finalmente, al lugar donde estaba dispuesto a decir las dos palabras que Dios había estado esperando – “He pecado.” Entonces toda la vergonzosa historia salió, como pus, que sale de un absceso.

Ya no trató de usar un pretexto engañoso, o de mitigar o de excusar su comportamiento. David, finalmente, llamó al pecado por su nombre propio -- mi pecado… mi iniquidad… mis transgresiones… Apenas los confesó, recibió la seguridad instantánea de que el Señor lo había perdonado.

En su momento de quebranto, David dijo en el Salmo 51:17, “El sacrificio que te agrada es un espíritu quebrantado; Tú, O Dios, no desprecias al corazón quebrantado y arrepentido.”

No hace mucho conocí a una mujer, que me contó que su papá la había violado cuando era chiquita. Luego creció, y pudo superar el daño que su papá le había hecho, y eventualmente, se casó con un misionero.

Años después, cuando sus hijos ya eran grandes, ella recibió una carta de su papá contándole que se había convertido al Cristianismo… que le había pedido perdón a Dios, y que Dios lo había perdonado.

Fuera de eso, él se había dado cuenta que había pecado vilmente contra ella, y le estaba escribiendo para pedirle perdón. Emociones, que ella ni sabía que tenía, de repente volvieron a la superficie.

¡No es justo! El tiene que pagar por lo que me hizo,” pensó amargamente. ¡Qué fácil! ¿Y ahora él iba a ser parte de la familia? Ella estaba furiosa, resentida… Entonces tuvo un sueño. Y vio a su papá parado en un escenario vacío.

Sobre él, aparecieron las MANOS DE DIOS sosteniendo un manto blanco de santidad. ¡Ella lo reconoció al toque, porque tenía puesto un manto igual que ese! Y mientras el manto descendía hacia a su papá, ella se despertó llorando, ¡No! ¡No es justo! ¿Y yo, qué?

De la única forma que ella pudo, finalmente alegrarse, como su Padre Celestial le había pedido, era darse cuenta que su padre terrenal ahora tenía puesto el mismo manto que ella tenía. ¡Ambos eran iguales ante Dios!

Le costó la vida del Hijo de Dios, para poder dar estos dos mantos…para poder perdonarlos. Y cuando comenzó a ver a su papá vestido con las vestiduras de la gracia, pudo finalmente perdonarlo y alegrarse.

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DESPUES DE VER LA DICHA DEL PERDON, EL DOLOR Y LA CONFESION DEL PECADO, VAYAMOS A NUESTRO PUNTO NO. 4

III. La Protección de los Santos (6-7)

6 Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él. 7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás.

Si el pecado en la vida de la creyente no es vencido, el perdón es solo una licencia para seguir pecando. David nos dice las 4 cosas que marcan el camino a la victoria sobre el pecado.

1. El poder de la Oración: David dijo, “Por esto orará a ti todo santo.” Eso es lo primero que debemos de hacer cuando somos tentadas – ¡ORAR! El pecado es una cosa muy grande para vencerlo solas.

Cuando el Titanic chocó con un témpano de hielo flotante, las cosas cambiaron repentinamente en la cabina de radio. Cuando el barco “California” interrumpió la cabina a las 11 de la noche, con la sexta advertencia de hielo, el operador del Titanic simplemente le dijo que se callara, y no se tomó el trabajo de advertirle al puente de mando.

Cuando las señales desesperadas del SOS sonaban a través de las hondas de radio, ya era demasiado tarde. ¡No esperes a chocar! ¡ORA! ¡Manda tu SOS ahora! Reconoce el poder de la oración.

2. El poder de Posición. David dijo, “Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.”

En medio de la tormenta, David encontró protección cerca del corazón de Dios. Eso era lo mejor que se podía decir en el Antiguo Testamento: un hombre se podía acercar a Dios. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, nuestra vida está escondida con Cristo, en Dios. ¿Pero cómo funciona esto?

Por ejemplo, tú puedes tener un título de propiedad muy valioso. Tú pones ese título de propiedad en tu caja de seguridad, y luego pones esa caja de seguridad, en la bóveda del banco.

Aquí tenemos una vida humana “redimida,” algo que es muy valioso para Dios, que fue comprada a un precio infinito. Dios pone esa vida en Cristo; y luego El abraza a Cristo en si Mismo. ¡Este es el poder de posición!

3. El poder de la Paz: “Tú eres mi refugio,” dijo David, “Tú me guardarás de la angustia.” La creyente no está libre de problemas. Satanás los usará frecuentemente para

preocuparnos y debilitarnos, pero Dios los usa para fortalecernos. David había tenido su buena dosis de problemas, y todavía había muchos más por venir.

Su familia se quedaría en ruinas por los adulterios y los asesinatos que ocurrirían entre sus propios hijos… una y otra vez. A pesar de todo, David fue preservado. ¡Qué maravillosa paz! Pase lo que pase, ¡Dios nunca cambia! ¡El es siempre nuestro refugio!

4. El poder de la Alabanza: “Con cantos de liberación me rodearás.” ¡David se vio totalmente rodeado por la música! Este era el mismo David, quien momentos antes, había estado hablando de su terrible angustia.

La alabanza es algo maravilloso… ¡desarma al enemigo! ¿Qué le puede hacer éste a la persona que convierte cada experiencia de la vida, en una oportunidad para alabar a Dios?

Miren a Pablo y a Silas… en la prisión con sus espaldas desgarradas por los latigazos de los romanos… con pies y manos encadenadas. Sin embargo, toda la prisión resonaba con armonía, mientras que estos dos misioneros golpeados, cantaban canciones de adoración a Dios.

Sus canciones hicieron que el guarda se convirtiera al Cristianismo, lo mismo que toda su familia. ¿Pero cómo podían cantar bajo tales circunstancias?

Ellos creían en la verdad de Romanos 8:28, “Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con Su propósito.”

Si vemos a Dios en todo, El calmará y pintará todo lo que vemos. Capaz el dolor, que estás sintiendo ahora, no sea eliminado, y tu situación siga igual, pero si traes a Cristo a tu pena y dolor, como tu Señor, El te rodeará “Con cantos de liberación.”

Ver a Dios, y estar segura de que Su sabiduría y poder nunca fallan, y que Su amor nunca cambia, y saber que las aflicciones, que vienen de El son para nuestro bien espiritual, nos permite decir, en medio del dolor, del luto, de la pena, la aflicción o pérdida, juntamente con Job 1:21

“El Señor ha dado; El Señor ha quitado. ¡Bendito sea el nombre del Señor!

Y FINALMENTE, LLEGAMOS AL ULTIMO PUNTO DE ESTE SALMO

IV. El Beneficio de un Consejo (8)

8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.

Aquí, El que habla, es nuestro Señor, que comienza poniéndonos en el salón de clase. El libro de texto es la Biblia. El maestro es el Espíritu Santo. Muchas veces, cuando pensamos en aprendizaje o instrucción… tenemos nuestras carreras o especialidades en mente…

Dios, por lo general, tiene nuestro carácter… nuestra firmeza en mente. La Biblia está llena de principios, que si los obedecemos, nos ayudarán a NO tomar malas decisiones, que a veces, pueden ser fatales.

Y a través de nuestro conocimiento de la Palabra de Dios, especialmente de los Salmos, los Proverbios, los Evangelios y las Epístolas, será suficiente para guiarnos. Cuando Dios ha hablado de un tema, no necesitamos ir a ninguna “otra” parte para aprender acerca de este tema.

Por ejemplo, una cristiana…una creyente, que quiere expandir su negocio, se pregunta si debería conseguirse una socia. De repente se aparece una mujer con gran capital, buenas ideas, y una personalidad encantadora, pero no es creyente, y le ofrece ser su socia.

¿Suena excelente, no es verdad? ¿Qué debiera hacer la cristiana en este caso? La verdad es que Dios ya a hablado acerca de esto en 2 Corintios 6:14, cuando dice,

“No formen yunta con los incrédulos. ¿Qué tiene en común la justicia y la maldad? ¿O qué comunión tiene Cristo con el diablo? ¿Qué tiene en común un creyente con un incrédulo?

Ese debería ser el fin de la cuestión. No necesitas orar acerca de esto. ¡Dios ya habló! El no va a cambiar Su Palabra para que tú puedas hacer lo que tú quieras. Simplemente, ¡Obedece!

¡Ahora bien! Noten que Dios nos quiere guiar con Sus ojos. El hizo eso con Pedro, cuando Pedro se encontraba en problemas, calentándose las manos en el fuego del mundo, metiéndose más y más profundamente en una situación demasiado grande para él, negando a Su Señor…maldiciendo y jurando.

De repente cantó el gallo. En ese momento crítico, nuestro Señor “voltio y miró a Pedro.” Eso fue todo. ¡Solo una mirada! ¡No le habló! Simplemente guió a Su discípulo errado… con Sus ojos. Como diciendo, “¿Te acuerdas, Pedro? ¿Te acuerdas?”

“Que Satanás ha pedido zarandearte como si fueras trigo.” Pero Yo he orado por ti, para que no falle tu fe.” Pedro, estás en el lugar equivocado; estás con la gente equivocada.” Eso era todo lo que Pedro necesitaba.

Y si es que el Señor nos va a guiar con Sus ojos, debemos de estar cerca de El. Por ejemplo, una chica NO le puede dar a otra, una mirada de advertencia, o una mirada cálida, o una mirada de bienvenida, si una está en Lima, y la otra en Chincha. Tienen que estar a la vista, una de la otra. No la puede guiar con sus ojos, ¡si su amiga no la está mirando!

¡Cómo necesitamos guía en nuestra jornada por este mundo! Permitamos que nuestro Señor nos “guíe” manteniendo nuestra Biblia abierta, y nuestros ojos fijos en El. El nos dirá, llanamente, lo que debemos de hacer.

ASI QUE PARA TERMINAR…

No hay alegría más grande, que saber que nuestros pecados han sido perdonados. Y no hay pena más grande, que vivir albergando pecado. PRODUCE culpa, miedo y angustia, y hasta nos afecta físicamente.

Y que alivio, cuando nuestro pecado es confesado… es perdonado…. El peso de nuestra culpa es levantado, y finalmente, la paz es gozada.

Pero las perdonadas no somos siempre las mejores perdonadoras…

A lo mejor alguien te ha causado una gran pena. A lo mejor estás batallando con la cuestión del perdón. Capaz estás tratando de deshacerte de la amargura que está destruyendo tu vida. ¡A lo mejor es tiempo de perdonar!

Solo se necesita UNA PERSONA para perdonar. Se necesitan DOS para reunirse. Podemos perdonar a una persona, que nunca nos dice que está arrepentida. Pero no podemos reencontrarnos, hasta que esa persona no esté realmente arrepentida.

Podemos perdonar, aún SI NO CONFIAMOS que la persona que nos ha herido una vez… no nos herirá de nuevo. Pero reencuentro solo puede suceder, SI CONFIAMOS que la

persona que nos ha herido una vez, NO nos herirá de nuevo. El perdón no tiene ataduras. Reencuentro tiene muchas ataduras.

¿Estamos reflejando el trato que Dios nos ha dado, o tenemos diferentes estándares para otra gente, que los que requerimos para nosotras mismas? ¿Somos dadivosas y edificadoras, o egoístas y destructoras?

En otras palabras, si el sacrificio personal de Jesucristo en la cruz, fue un aroma agradable para Dios, ¿dan nuestras vidas ese mismo aroma agradable, o el olor es más bien desagradable?

Efesios 4:32 concluye, “Sean bondadosas y compasivas unas con otras, y perdónense mutuamente, así como Dios, las perdonó a ustedes en Cristo.”

OREMOSLE AL SEÑOR