ABRAN SU BIBLIA AL LIBRO DE RUT 1:8-22
La semana pasada vimos que Noemí, su esposo Elimélec y sus dos hijos se mudan de Belén, para irse a vivir a la tierra de Moab, que era la tierra del enemigo. Belén estaba pasando por una época de hambre, así que esta familia toma la mala decisión de canjear esa época de hambre por tres funerales.
Parece mentira que hubiera hambre en Belén. Belén significa la “casa del pan.” En el Antiguo Testamento, hambre era, generalmente, la evidencia de que Dios estaba disciplinando a Su pueblo porque éste había pecado contra Él.
Al mudarse a la tierra vecina de Moab, que quedaba a unas cincuenta millas de distancia, Elimélec y su familia abandonan la tierra y el pueblo de Dios por la tierra y la gente del enemigo.
Pero, después de vivir en Moab por diez años, Dios vuelve a bendecir a Belén proveyendo comida en abundancia. La buena noticia hace que Noemí decida regresar a su tierra y a su Dios. Noemí vuelve a Belén, empobrecida y amargada, con su nuera Rut.
EMPECEMOS EN ORACION
Padre, háblanos a través de tu Palabra. Tú usas las historias de la Biblia para enseñarnos grandes lecciones, las cuales queremos aprender y aplicar a nuestras vidas. Señor, suaviza nuestros corazones para verte y escucharte con ojos y oídos espirituales. Ayúdanos a vivir vidas dignas de tu llamado. Queremos ser mujeres conforme a tu corazón. En el nombre de Jesús. Amen.
EL TITULO DE ESTE MENSAJE ES “EL GRAN ESCAPE” – Y RETOMAMOS LA HISTORIA EN EL V. 8 DE RUT 1
8 Entonces Noemí les dijo a sus dos nueras: ¡Miren, vuelva cada una a la casa de su madre! Que el SEÑOR las trate a ustedes con el mismo amor y lealtad que ustedes han mostrado con los que murieron y conmigo. 9 Que el SEÑOR les conceda hallar seguridad en un nuevo hogar, al lado de un nuevo esposo.
Luego las besó. Pero ellas, deshechas en llanto, alzaron la voz 10 y exclamaron: ¡No! Nosotras volveremos contigo a tu pueblo. 11 ¡Vuelvan a su casa, hijas mías! —insistió Noemí—. ¿Para qué se van a ir conmigo? ¿Acaso voy a tener más hijos que pudieran casarse con ustedes?
12 ¡Vuelvan a su casa, hijas mías! ¡Váyanse! Yo soy demasiado vieja para volver a casarme. Aun si abrigara esa esperanza, y esta misma noche me casara y llegara a tener hijos,
13 ¿los esperarían ustedes hasta que crecieran? ¿Y por ellos se quedarían sin casarse? ¡No, hijas mías! Mi amargura es mayor que la de ustedes; ¡la mano del SEÑOR se ha levantado contra mí!
Estos versículos suenan algo extraños, ¿no? especialmente si no estamos familiarizadas con la Ley del Antiguo Testamento. Esta ley se encuentra en el Libro de Deuteronomio. Es una provisión que Dios pone para las viudas.
Para la cultura Israelita era muy importante preservar el nombre, la herencia y las tierras de la familia. Así que cuando el esposo se moría y no dejaba hijos, ya no había forma de continuar la posteridad de la familia. Por eso Dios había dado ciertas leyes con las provisiones del caso. Lo mismo sucedía si perdían la tierra, o si caían en la pobreza.
De acuerdo con esta ley, cuando un hombre moría sin dejar hijos, el hermano del difunto tenía la responsabilidad de casarse con la viuda. Y el primer hijo que tuvieran, como resultado de esa unión, llevaría el apellido del difunto para que el nombre de la familia continuara.
La decisión que toma Noemí de regresar a Belén es una buena decisión, pero su motivación no era del todo correcta. Ella estaba interesada más en la comida, que en su relación con Dios.
No la escuchamos confesarle a Dios sus pecados ni pedirle perdón. Ella estaba regresando a su tierra, pero no a su Señor. Menos mal, que poco a poco eso cambia, y su fe se fortalece por la gracia y fidelidad de Su Dios.
También, la forma como Noemí maneja la decisión de regresar no es del todo buena. Ella no quería que sus nueras regresaran con ella.
Aparentemente, estaba bien que ella regresara a Belén, donde se adoraba al verdadero Dios. Pero lo lógico era que sus nueras la acompañaran también. Como viudas de sus hijos, ellas habían quedado bajo la tutela de Noemí.
Noemí debía haberles dicho lo que Moisés le dice a su suegro en Números 10:29, “Estamos por partir hacia la tierra que el SEÑOR prometió darnos. Ven con nosotros. Seremos generosos contigo, ya que el SEÑOR ha prometido ser generoso con Israel.”
En vez, Noemí trata de influenciar a las dos mujeres para que regresaran con sus familias y a sus dioses falsos. Me pregunto ¿por qué una judía creyente, una hija de Abraham, motivaría a las dos mujeres paganas a que regresaran a Moab y siguieran adorando a dioses falsos?
Puede que me equivoque, pero tengo la impresión de que Noemí no quería que Orfa ni Rut regresaran con ella a Belén porque eran la prueba viva de que Noemí había dejado que sus dos hijos se casaran fuera del pacto que Israel había hecho con Dios.
Noemí estaba tratando de encubrir su desobediencia. Si ella regresaba a Belén sola nadie nunca sabría que la familia había roto la Ley de Moisés. Pero Proverbios 28:13 dice: “Quien encubre su pecado jamás prospera; quien lo confiesa y lo deja, halla perdón.
Verdadero arrepentimiento involucra una confesión sincera y un quebrantamiento interior. En vez de quebrantamiento, Noemí tenía amargura. Lo peor de todo es que Noemí no presenta al Dios de Israel de forma positiva. En el Vs. 13 ella sugiere que Dios era el culpable de la pena y el dolor que las tres mujeres estaban sintiendo.
Dice: “Mi amargura es mayor que la de ustedes; ¡la mano del SEÑOR se ha levantado contra mí!” Como diciendo: “Yo soy la culpable de todas estas pruebas, entonces para que se van a venir conmigo? ¿Quién sabe lo que Dios me vaya a hacer más adelante?”
Noemí sentía que la mano de Dios estaba causando su sufrimiento. Pero en realidad, la mano del Señor estaba extendida hacia ella como la de un Padre amoroso, disciplinando a su hija.
Si estás sufriendo, en estos momentos, la disciplina divina, recuerda que Dios te está tratando como a Su propia hija. Hebreos 12:7 dice: “¿Qué hijo hay a quien el padre no disciplina?” Si Noemí hubiera estado caminando aferrada al Señor, ella se hubiera ganado a Orfa para Dios.
(14-15) “Una vez más alzaron la voz, deshechas en llanto. Luego Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró a ella. 15 —Mira —dijo Noemí—, tu cuñada se vuelve a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete con ella.”
Orfa llora… pero al final de cuentas, no puede resistir el cambio. Decide regresarse a Moab. Se da cuenta que su suegra tenía razón. Entonces Noemí le insiste a Rut para que siguiera los pasos de su cuñada. Rut le contesta con estas maravillosas palabras:
(16-18) “¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios.17 Moriré donde tú mueras, y allí seré sepultada.
¡Que me castigue el SEÑOR con toda severidad si me separa de ti algo que no sea la muerte!18 Al ver Noemí que Rut estaba tan decidida a acompañarla, no le insistió más.”
Este es uno de los votos de lealtad más lindos de toda la Biblia. Rut ejemplifica lealtad, obediencia, humildad y rectitud moral. Primero Rut le confiesa a Noemí su amor y su deseo de quedarse con ella hasta la muerte.
Luego confiesa su fe en el único y verdadero Dios, y su decisión de adorarlo a El solamente. Rut decide abandonar su pasado y sus dioses falsos para estar con Noemí, con el Dios de su pueblo y con el pueblo de Dios.
Quiero que noten el contraste tan grande que hay entre las dos hijas políticas. Orfa decide quedarse en Moab, y Rut decide seguir a su suegra a Belén.
Al principio parecía que Orfa también se iba a Belén. Noten que la decisión de Orfa es simplemente una decisión momentánea; no había ningún compromiso serio. Ambas lloran al principio. “Nos vamos contigo.”
Pero cuando Orfa se da cuenta del precio tan alto que tenía que pagar, deja que la suegra la convenza a que se quedara en Moab. Seguro que pensaría: “Tal vez nunca encuentre esposo en Belén, o nunca tenga hijos.” Así que decide regresarse a su gente, a sus dioses, y a su vida de siempre.
¿Por qué? Porque es ahí donde su corazón estaba. Para mí, Orfa es el retrato de una persona, que hoy en día, acepta a Cristo en su corazón, ya sea en una iglesia, o conferencia, o en cualquier otro lugar. Dice que va a seguir a Cristo.
Lo hace con tal emoción y lágrimas, que hasta parece que su decisión es sincera. Pero llega el momento en que algo la persuade a regresar a su vida de antes. Se regresa al mundo porque ella nunca salió de él… nunca realmente vivió para Cristo… nunca llegó a ser parte de la familia de Dios.
En cambio Rut es un retrato de una conversión verdadera. Una conversión sincera y genuina, no una decisión emocional. Es un cambio total de corazón, de vida, y de dirección.
Rut ve lo que le va a costar, lo mismo que Orfa, y aun así, decide irse a Belén. Ella se había comprometido a cuidar a su suegra… pasara lo que pasara. Ella quería adorar al Dios de Noemí… pasara lo que pasara.
Nosotras conocemos el final de esta historia, pero Rut no la sabía. Sabemos que consigue esposo… que Booz la esperaba en el campo… que tienen un hijo… Que Rut se convierte en una de las antepasadas de Cristo… en parte de la genealogía de nuestro Redentor.
En su mente, cuando ella decide quedarse con Noemí e irse a Belén con ella, significaba que nunca se casaría, y nunca tendría hijos porque era una extranjera en Belén. Pero ella tenía el
compromiso de cuidar a su suegra… era un compromiso de total conversión. Había roto con su pasado.
Ella había dicho: “Voy a tomar las leyes del Señor como mías. El va a ser mi Señor, y mi Rey. Este será mi pueblo. Ahora tengo una nueva familia. Tendré nuevas alianzas y lealtades.”
En realidad estaba diciendo. “Soy una nueva criatura.” ¿No es eso lo que la verdadera conversión significa? Pablo dice en 2 Corintios 5:17: “Si alguno está en Cristo es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo!”
(19-22) “Entonces las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén. Apenas llegaron, hubo gran conmoción en todo el pueblo a causa de ellas.—¿No es ésta Noemí? —se preguntaban las mujeres del pueblo.
20 —Ya no me llamen Noemí —repuso ella—. Llámenme Mara, porque el Todopoderoso ha colmado mi vida de amargura. 21 »Me fui con las manos llenas, pero el SEÑOR me ha hecho volver sin nada. ¿Por qué me llaman Noemí si me ha afligido el SEÑOR, si me ha hecho desdichada el Todopoderoso?
22 Así fue como Noemí volvió de la tierra de Moab acompañada por su nuera, Rut la moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de cebada.”
Cuando Noemí y Rut llegan a Belén, Noemí les dice a las mujeres del pueblo, a aquellas que la conocían de antes, pero que con las justas, la habían reconocido, “No me llamen Noemí, que significa “agradable.” En vez, llámenme Mara, que significa amargada porque el Todopoderoso me ha hecho la vida amarga.”
Es interesante como la amargura puede afectar nuestro bienestar físico, nuestro semblante y hasta nuestra apariencia. Nuestra amargura se puede ver retratada en nuestro rostro – en esas líneas de dureza, de ira y amargura.
Noemí había estado fuera de Belén por diez años. Diez años no es tanto tiempo como para que no la reconocieran, especialmente que ella se había mudado cuando ya era una mujer grande. Pero su amargura la habían hecho envejecer mucho más de diez años.
Escuchen lo que Elizabeth Elliot, maestra reconocida de la Biblia, dice: “No son los problemas los que determinan nuestro destino sino la manera como respondemos a esos problemas.”
Noemí había perdido a su esposo, y a sus dos hijos. Estaba sola en el mundo. Solo tenía una nuera que también era viuda. El resultado de su vida, y el estado en que se encontraba cuando regresa a Belén, no era tanto por lo que había sufrido, sino por la idea que tenía de Dios, y como había respondido a su pérdida.
PAUSA
Detengámonos aquí por un momento para estudiar este asunto de la amargura – cómo nos afecta a nosotras, y cómo afecta a otros. Muchas veces la amargura es una reacción a la gente o a las circunstancias que nos han hecho sufrir.
La amargura, no solo afecta nuestra salud y apariencia física, sino también nuestra estabilidad emocional. La amargura nos encarcela y hace que edifiquemos barreras y murallas en nuestras relaciones.
Cuando Noemí regresa a Belén, ya no era una mujer atractiva. ”No me llamen Noemí, llámenme Mara. El Todopoderoso me ha amargado la vida.” Esta era una mujer que no hacía otra cosa que quejarse y lamentarse. Estaba poniendo barreras y paredes en sus relaciones con otra gente.
“No se acerquen a mí. A mí me han herido mucho. No me voy arriesgar a que me hieran de nuevo.” Capaz tú te sentiste así cuando perdiste una buena amiga… o tal vez, porque ella se mudó. Alguna vez te has encontrado pensando:
“Ya no voy a dejar que nadie se me acerque demasiado porque apenas me acerco a alguien… o me deja, o se muda. No vale la pena pasar ese dolor.” La amargura te hará poner barreras.
Eventualmente la amargura se desbordará. No la podrás contener. Saldrá cuando hablas, como hace Noemí cuando se le acercan las mujeres del pueblo. Y cuando gritas palabras amargas contra Dios y contra tus circunstancias, otras personas se contaminarán, y se envenenarán con lo que te está carcomiendo por dentro.
Por eso Hebreos 12:15 dice, “Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos.” Noemí regresa al pueblo y no hace más que hablar de lo mal que Dios la había tratado.
¿Cómo podemos deshacernos de esas raíces de amargura y resentimiento? LES VOY A DAR TRES SUGERENCIAS:
Primero: No le eches la culpa a nadie. No digas: “Soy de esta manera porque la sultana o la mengana me hizo esto o aquello.” O, “Yo no sería así si no me hubiera casado con este hombre, o si no hubiera tenido el papá, o la mamá, o los hermanos que tuve. O, si mi jefe no me hubiera hecho eso.
Es muy fácil echarle la culpa a otros, cuando los problemas se nos vienen encima. Cuando Job estaba sufriendo, su esposa le reprocha en Job 2:9, “¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! 10 Job le respondió: Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?”
Segundo: Mírate a ti misma. Llegará el momento en que tendremos que reconocer que estamos realmente amargadas. ¡Y es tan difícil reconocerlo! Es más fácil decir que alguien nos ha herido – que somos unas víctimas – porque eso indica que alguien tiene la culpa de nuestro sufrimiento.
Tenemos que aceptar nuestra responsabilidad. Es tan fácil ver la amargura en otros. “Ay, la fulana es una amargada.” Pero es bien difícil verla en nosotras mismas. ¿Cómo puedes saber si estás amargada? Hazte estas dos preguntas:
¿Hay alguna persona en mi vida a la que nos he perdonado completamente? (2) ¿Hay alguna persona o circunstancia en mi vida, por la cual, todavía no he podido darle gracias a Dios por ella?
Hace años, cuando yo me salí de la empresa que tenía con un par de socios, porque éstos me estafaron, prácticamente, a mano armada, me quedé resentida y amargada. Constantemente pensaba en eso. “Les debí haber dicho esto o aquello.” Yo permití que este incidente y estas personas consumieran mi vida. ¡No podía creer que esto me hubiera pasado a mí!
Y yo decía que los había perdonado, pero su recuerdo estaba en mi mente todo el tiempo. Yo le pedía a Dios: “Señor, ayúdame a perdonarlos de verdad.” Un día alguien me recomendó que cada vez que el recuerdo de ellos se me viniera a la mente, que orara por ellos… por su bienestar, por su prosperidad… y sobretodo, para que llegaran a conocer a Cristo.
Hasta ese momento, la única oración que se me venía a la mente era el Salmo 3:7: “¡Levántate, SEÑOR!... Rómpeles la quijada a mis enemigos! Rómpeles los dientes a los malvados.” Obviamente no tenemos que agradecerle a Dios por el pecado que alguien ha cometido contra nosotras, pero si agradecerle por haber permitido que eso llegara a nuestras vidas. La intención de Dios es que sea para nuestro bien, y para Su gloria.
Cuando reconocemos que hay raíces de amargura en nuestro corazón, debemos aceptar la responsabilidad por nuestras propiasactitudes y acciones.
Y Tercero: Y LA MÁS IMPORTANTE. Tenemos que mirar al cielo. A Dios. Cuando nos sentimos heridas y resentidas, ¿no es a veces, al cielo el último lugar a donde queremos mirar?
¿Qué es lo que hago cuando miro al cielo? Primero, le confieso a Dios mi pecado de amargura. No le doy escusas. No le echo la culpa a nadie. Me arrepiento.
Yo le digo, “Señor, estoy amargada. He pecado contra ti con mi amargura. Por favor, perdóname.” Y la Biblia nos dice en 1 Juan 1:9, que cuando le confesamos nuestros pecados a Dios, “Él es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad.”
Y cuando mires al cielo, verás que Dios te ama. Que te ama muchísimo. Cuando Él trajo esas circunstancias difíciles a tu vida, El NO LO HIZO porque estaba molesto contigo. Él estaba trabajando a tu favor para mostrarte Su amor y misericordia.
Y COMO LA PROVIDENCIA DE DIOS ES MARAVILLOSA, este capítulo de Rut termina con una luz de esperanza… nos dice que “Cuando nuestras heroínas llegan a Belén comenzaba la cosecha de cebada.”
La cosecha de cebada era la época donde la comunidad expresaba su alegría y alababa a Dios por Su bondad. Era la primavera, una época de nueva vida y de nuevos comienzos. A decir verdad, la vida cristiana es una serie de nuevos comienzos.
A pesar de que esta historia es la historia del Gran Escape y de la Gran Tragedia, es también la historia del Gran Regreso. Regreso a Dios, a la tierra, a la gente. Y regreso al lugar de bendición. Cuando desobedecemos al Señor y nos alejamos de Su voluntad, debemos confesar nuestro pecado, y regresar al lugar de bendición. Noemí iba a tener un nuevo comienzo con Dios.
Nunca es muy tarde para comenzar de nuevo. ¿Estás confiando en Dios en tu nuevo comienzo? ¿Quién sabe lo que vayas a encontrar? ¿Qué nuevas experiencias o cambios habrán en tu vida? ¿Qué nuevas necesidades se presentarán?
A pesar de la incertidumbre, tienes un Dios que es fiel, todo poderoso, y todo amor, y está en control de tu futuro. El Señor es tu fuente de todo. En El hay manantiales, ríos, y fuentes de agua que nunca se secarán.
Tú no puedes ver las pérdidas, los problemas económicos, y las pruebas que vendrán a tu vida. TU SOLO NECESITAS CONFIAR. Después de todo, con Dios a tu lado, tus recursos son mucho más grandes que tus cargas. Por fe, levántate, y abre la puerta a un nuevo mañana.
Y ESTO NOS LLEVA AL SEGUNDO CAPITULO DE RUT
Antes de que Dios pueda cambiar nuestras circunstancias, Él tiene que cambiar nuestros corazones. Si nuestras circunstancias cambian para bien, y nosotras no hemos cambiado, entonces nos volveremos peores.
En Su providencia divina, El propósito de Dios es de formarnos a la imagen de Su Hijo. Ser como Cristo es la meta divina para cada una de Sus hijas.
Noemí estaba amarga con Dios, pero Rut estaba dispuesta a que Dios hiciera Su voluntad en su vida. Así que Dios comienza Su obra misericordiosa con Rut. Rut influenciaría a Noemí, y así, Dios comenzaría Su obra de traer eventualmente al Hijo de Dios a la tierra.
Rut y Noemí no tenían idea de que ellas serían parte del gran plan de Dios basado -- en la promesa que Dios le había hecho a Abraham -- de que de su semilla serían bendecidas todas las familias de la tierra.
(Rut 2 VV 1) “Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente que se llamaba Booz. Era un hombre rico e influyente de la familia de Elimélec.”
Para poder entender cuan significativo era que Noemí tuviera un pariente rico, por parte de su esposo, vamos a examinar la importancia de la ley del Pariente Cercano en la cultura hebrea.
La frase “el pariente cercano” es en hebreo “Goel,” que significa “protector.” Habían dos cosas muy importantes en la cultura hebrea. Primero era el nombre de la familia, y segundo eran las tierras y la herencia familiar.
El “Goel” era un hombre que podía redimir, es decir, que podía comprar de nuevo la propiedad del pariente que estaba en problemas. El Goel era el protector del pariente cercano.
De acuerdo con la Ley de Moisés, el pariente cercano tenía la responsabilidad y el derecho de redimir al pariente que estaba necesitado. Si todo estaba yendo bien en tu vida – si tú tenías a tu
esposo, a tus hijos, y tus tierras – no tenías necesidad de un redentor. Pero si perdías algunas de estas cosas, Dios había puesto la estipulación de un redentor.
Si se trataba de las tierras de la familia… si un hombre tenía que vender las tierras por razones de pobreza, el pariente cercano, el Goel tenía el derecho de comprarlas de nuevo (o de redimirlas), y restaurarlas al que la había perdido.
Cuando se trataba del nombre de la familia – como ya vimos en el capítulo 1 – el Goel tenía la obligación, cuando su hermano se moría sin dejar hijos, de tomar a la viuda como esposa, y el primer hijo que naciera de esa unión, llevaría el nombre del difunto y heredaría sus tierras.
Esta era la forma como Dios ayudaba a los judíos necesitados, y la forma como El mantenía el nombre y las tierras dentro de la familia o la tribu.
Al hacer esto también hacía posible la venida del Mesías… nuestro Redentor. El árbol genealógico de Cristo incluía a la familia de Booz. El Goel de las tierras y del nombre de la familia hacía posible que la herencia de los judíos continuara hasta la llegada de Cristo.
Booz, este Goel es un retrato muy lindo de Cristo, quien vino a la tierra para redimirnos de todo lo que habíamos perdido. Y conforme se vaya desarrollando esta historia, veremos como Dios lo hace.
Aquí vemos a Noemí empobrecida. Había perdido a su familia. Ya no había esperanza de que el nombre de la familia continuara. Estaba a punto de perder sus tierras. Había regresado a Belén, y a causa de su pobreza, tendría que vender sus tierras para poder subsistir.
Sin embargo, tenía un pariente que era uno de los hombres más ricos del lugar. Pero ella todavía no sabía que tenía ese pariente. ¿No es esa la manera como Dios obra? Dios ya tenía la provisión para Noemí. Dios siempre tiene la provisión para nuestras vidas… gracias a Su amor y misericordia. Él siempre tiene todo previsto, aunque nosotros no lo sepamos.
Así que, ¿qué es lo que debemos hacer en situaciones difíciles? CONFIAR EN DIOS. Él quería que Noemí llegara a ese punto – donde ella pudiera confiar que Dios tenía un plan para ella.
Seguro que cuando Rut conoce a Booz, piensa que su encuentro con él era una simple coincidencia… una casualidad. Pero con Dios no hay casualidades. Dios la dirige a los campos de Booz. Belén estaba llena de campos. Toda la comida de Israel venía de los campos de Belén.
Sin embargo, ella va a dar precisamente al campo de Booz. No es maravilloso saber, que lo que nosotros pensamos que son coincidencias, son realmente la providencia de Dios. Es el amor y el cuidado providencial de Dios hacia nosotras.
¡Él está en control de todo! Muchas veces nosotros no nos damos cuenta de los encuentros divinos que pasan en nuestras vidas hasta después de que han pasado.
Hace 25 años mi esposo y yo nos conocimos. Yo acababa de empezar a trabajar para una compañía americana como gerente regional encargada de 13 estados, y parte de Latinoamérica.
En esa época yo vivía en Florida, y me encantaba. Era divorciada y tenía tres hijos grandes. Yo estaba totalmente dedicada a mi carrera… a mi trabajo.
Como la línea de productos de esta compañía era tan extensa, me mandaron para entrenarme a una feria comercial en Orlando, donde la empresa estaba exhibiendo sus productos. Esta feria no era parte de mi territorio, pero era el lugar perfecto para mi entrenamiento.
Por otro lado, Wilfred, él que es ahora mi esposo, había enviudado hacía más de dos años, y todavía no se había recuperado de su pérdida.
Un amigo suyo, también farmacéutico, lo invitó a esta feria en Orlando, y le dijo: “Yo sé que el grupo que está promoviendo esta feria no es tu distribuidor, pero por qué no vienes conmigo, traes a tus hijas, yo traigo a las mías, y convertimos este viaje en una vacación, y trabajamos un poco al mismo tiempo.”
A último minuto, Wilfred aceptó. ¿Sería providencia de Dios que nos puso a ambos en el mismo camino? ¡Definitivamente! Ninguno de los dos debía haber estado en esa feria. Sin embargo, había una razón por la cual ambos estábamos allí. Teníamos una cita divina.
Nuestra relación se convirtió primero en una linda amistad a larga distancia. Luego en romance, y finalmente en matrimonio. ¿Quién iba a decir que yo iba a terminar en Nuevo México, lo que yo consideraba ser el fin del mundo? ¡A mí me fascinaba la Florida!
Pero Dios tenía otros planes para mí. En vez del mar, que a mí me encanta, Dios me dio bellas montañas. Dios me ha dado tanto en Albuquerque. No solo me ha dado un esposo maravilloso, pero en Albuquerque es donde le entregué mi vida a Cristo y mi vida cambió para siempre.
La providencia de Dios se puede ver mejor cuando miramos a nuestras vidas retrospectivamente. Siempre debemos mirar la obra de Dios con ojos espirituales.
Igualmente vemos la providencia de Dios obrando en las vidas de Booz y Rut cuando ellos también tienen su encuentro divino.
¡Y Dios tiene planes para ti también! Nosotros no podemos ver el final de nuestra historia – no sabemos cómo van a encajar todas las piezas del rompecabezas – pero Dios lo sabe.
PAUSA
Así que, si hoy estás necesitada, o si estás pasando por momentos de confusión, o si estás dolida o preocupada por la incertidumbre de tu vida, estate tranquila.
Porque tu Redentor, tu Goel, está muy cerca de ti -- mucho más cerca de lo que te puedas imaginar. Como Noemí y Rut, nosotras tampoco tenemos nada… espiritualmente. Pero hay UNO que es rico, Hay UNO que tiene el poder. Ése UNO es nuestro Redentor, es Jesucristo.
Él tiene el derecho, el poder y el deseo de redimirte y redimir todo lo que has perdido. Perdiste el cielo cuando Adán y Eva pecaron. ¡Pero Jesús quiere restaurarte! ¡Él es el UNICO que te puede llevar al cielo!
OREMOSLE AL SEÑOR
Padre, gracias por darnos la historia de estas dos mujeres – de Rut y Noemí. La lealtad de Rut por su suegra es inspiradora. Padre, gracias por mostrarnos en esta historia el daño que la amargura puede hacer en la vida de una mujer. Como la amargura nos puede afectar física y emocionalmente.
Padre, gracias que aun cuando tomamos el camino equivocado, Tú eres fiel, Tú nos buscas con amor para traernos de regreso por el buen camino. Cuando nos arrepentimos, Tú nos bendices. Nos das paz y gozo. Nos muestras tu amor y providencia.
Gracias que Jesús es nuestro Goel, que vino del cielo para redimirnos, para comprarnos de nuevo. Que pagó el precio de nuestra redención entregando Su vida por la nuestra. El murió para que nosotras no tuviéramos que morir.
Queremos vivir vidas que te plazcan, Señor… que te traiga gloria. En el nombre de Jesús, Amén.