Jorge era un voluntario que trabajaba con el grupo de jóvenes de una zona urbana. Él recogía a los chicos y chicas para llevarlos a las reuniones del club; entregaba bolsas con víveres a las familias necesitadas; y trataba de entrenar a los adolescentes, que iban al gimnasio a jugar al baloncesto.

Desafortunadamente, Jorge estaba a punto de renunciar. Él sentía que sus esfuerzos no estaban logrando nada. A decir verdad, nadie le daba las gracias por el trabajo que él hacía. © Muchas veces, no vemos los resultados “de hacer el bien” hasta mucho tiempo después.

PAUSA

Leslie Flynn, famosa escritora cuenta la historia de un capellán de un hospital, que un día fue a visitar el pabellón de los soldados, que se estaban muriendo. Uno de los soldados le pidió al capellán, si podía escribir una carta en su nombre -- a su maestra de la escuela dominical -- y decirle que él iba a morir como “CRISTIANO”, gracias a sus enseñanzas.

Unas semanas después, el capellán recibió esta respuesta de la maestra. “Hace un mes, yo renuncié a mi clase de los jóvenes, a quienes les he estado enseñando por muchos años, porque sentí que mi enseñanza no me estaba llevando a ninguna parte.

Entonces, llegó su carta, diciéndome como mi enseñanza había ayudado a ganar a este joven para Cristo. ¡He pedido que me devuelvan mi clase! ¡Que Dios tenga misericordia de mí”!

Si tú estás cansada de hacer el bien, piénsalo bien antes de renunciar. Dios te promete que recibirás muchos beneficios, si perseveras.

Gálatas 6:9 dice, No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos.

Nadie que planta algo en un huerto espera recoger una cosecha… una semana después. Una de las leyes fundamentales de sembrar y cosechar es la paciencia. Toma tiempo para que la semilla germine, para que salgan sus primeras raíces, y luego, para que brote el verde. Y toma más tiempo todavía, para que la planta desarrolle y crezca.

Después tiene que florecer, y el fruto se tiene que formar. Toma toda una temporada “de crecimiento” para las plantas anuales. ¡Y TOMA AÑOS PARA LOS ÁRBOLES! El único requisito impuesto a todas las plantas… ¡ES LA PACIENCIA!

En cambio, ¡nosotras siempre andamos apuradas! Vivimos en una era de ritmo rápido, que fomenta la impaciencia. Mientras que nuestros tatarabuelos viajaban en caballo y carreta -- o si querían ir más rápido, tomaban el tren, nosotros abordamos un avión y viajamos miles de kilómetros en pocas horas.

Cruzamos zonas de tiempo como si nada… de forma tan simple como nuestros antepasados cruzaban la calle. Esta es la era de la comida rápida, de la comunicación instantánea, de trabajos bajo presión, y de apurar las cosechas, para exportarlas a otros países, casi sin madurar. ¡Por eso los mangos y otras frutas llegan verdes!

¡PERO DIOS NO ACEPTA QUE LO APUREMOS! Él siempre se toma Su tiempo. Nosotras no podemos acelerar la rotación de la tierra sobre su eje, ni apurar a nuestro planeta en su viaje alrededor del sol. Nosotras no podemos acortar el día, ni alterar la rotación matemática del día y la noche.

Nosotros podemos acortar nuestra semana de trabajo, pero no podemos acortar la verdadera semana, ni tampoco podemos abreviar el año. Dios tiene SU PROPIO PASO, para llevar a cabo Sus propósitos. Aunque Dios trasciende el tiempo, Él conoce el valor del tiempo… ¡PARA NOSOTRAS! ¡Él nos ha hecho criaturas del tiempo!

Toma tiempo para que el carácter de un cristiano madure, así como toma tiempo, para que una rosa florezca.

El problema -- que el apóstol Pablo confronta aquí -- es el problema al que nos enfrentamos nosotras… “de vez en cuando”. ¡NOS CANSAMOS DE HACER EL BIEN! Nuestras motivaciones y esfuerzos son, muchas veces, incomprendidos y menospreciados. Hasta hay gente que reacciona “a nuestros esfuerzos” con ira, o con indiferencia.

¡LA CARNE SE INTERPONE EN EL CAMINO! Nuestros recursos físicos se pueden agotar. Satanás pone pensamientos desalentadores en nuestras mentes. Nuestra propia vida espiritual tiene sus altos y bajos. ¡Hasta hay gente que puede interponerse en el camino!

Pero Pablo dice que no nos cansemos de hacer el bien; porque a su tiempo cosecharemos, si no nos desanimamos. Salomón dijo en Eclesiastés 3:1, Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad. Los propósitos de Dios toman tiempo para madurar.

¡PLANTAR ES TRABAJO DURO! Y cuando tú plantas en el Espíritu, muchas veces, puede ser un trabajo agotador. Tu entusiasmo puede comenzar a decaer. Para alentarnos, Pablo nos recuerda cual es la meta: una cosecha espiritual, y una recompensa espiritual.

Si te estás sintiendo agotada, necesitas una buena dosis de Gálatas 6:9. Tú que trabajas en lugares que nadie nota, o sirves para la causa de Cristo sin aplausos públicos, tú que te das de ti misma, tú que das de tu dinero, tú que das de tu energía, tu visión, tu liderazgo, y tu tiempo al servicio del Rey… ¡NO TE DESANIMES! ¡TÚ RECOGERÁS UNA COSECHA!

Todas nos enfrentamos a esos días y meses, cuando sentimos que no damos más. Seamos honestas acerca de nuestras luchas, y alentémonos unos a otros. También consideren un privilegio poder cuidar a otros. Yo sé que eso no nos viene naturalmente. Nosotras hemos nacido con una naturaleza egoísta, y andamos preocupadas con lo que queremos y deseamos.

¿No me crees? Ofrécete como voluntaria “en la clase de niños pequeños” de la iglesia, donde “mío”, “mío” es la palabra que más se escucha; y muchas veces, vemos a un chiquito tratando de arrancharle el juguete a otro.

Ese egoísmo natural es la razón, por la cual Pablo exhorta a los creyentes de Galacia a que siguieran con entusiasmo “SUS NUEVAS NATURALEZAS”, que están motivadas por el amor de Cristo. A decir verdad, las cartas de Pablo, muchas veces, enfatizan el ministerio de cuidarnos los unos a los otros.

Cargar los pesos de otros es la expresión abnegada de una vida redimida, y de la nueva naturaleza. Jesús tomó nuestras cargas. Y, sobre todo, Él tomó el terrible peso de nuestros pecados. A lo que seguimos Sus pasos, nosotras nos volveremos más como Él, escogiendo cargar los pesos de otros.

Cuando nosotras, voluntariamente y gustosamente, nos hacemos cargo de las necesidades y pesos de otros, nosotras “MODELAMOS” a Jesús ante un mundo dolido.

Ken Tada practica esto día tras día, 365 días al año, porque su bella esposa, Joni Eareckson Tada, es cuadripléjica, y también ha sobrevivido el cáncer a la mama. Ken dice que, “aunque a veces no es fácil, ser el compañero “de por vida” de su esposa Joni, ha sido la mayor bendición de su vida.

El secreto, para poder ser cuidador de una persona, es estar consciente de la desesperada necesidad que tenemos de Jesucristo, teniendo plena confianza en Él. Cuando me ocupo de Joni… ¡ESTOY SIRVIENDO A CRISTO!

Cuando mi enfoque está en Él, cuidar a alguien puede ser agotador, pero el trabajo no tiene que ser tedioso. Yo me podré sentir cansado, pero la vida no tiene que ser pesada, porque es todo para Jesús y Su gloria”.

Cuidar a otros puede involucrar darles asistencia práctica… como comidas, transporte, o higiene personal. Puede significar dar aliento a aquel que está sufriendo. Ayudar “a alguien” para que resista a la tentación de ceder a la desesperación.

O simplemente, puede significar estar presente cuando alguien está de luto, sufriendo por la muerte de un ser querido. El ministerio de cuidar a otros, no es solo una obligación para los cristianos, es también un privilegio, con la promesa de bendiciones.

¡ASI QUE NO TE DESANIMES! ¡SIGUE ADELANTE! PERSISTE EN LA FE… ¡QUE LA COSECHA SERÁ ABUNDANTE!