Ernesto, un estudiante de la universidad, era un nuevo cristiano. Un domingo, él decidió ir a una iglesia cerca de la universidad. Ernesto caminó descalzo a la iglesia. Tenía puesto una camiseta y blue jeans. El servicio ya había comenzado, así que Ernesto caminó por el pasillo del medio buscando un asiento.
Como no podía encontrar un asiento vacío, decidió sentarse en el suelo “cruzado de piernas” – justo delante del púlpito. La congregación no sabía que pensar. Entonces, un diácono anciano, que estaba sentado en la parte de atrás de la iglesia, se puso de pie, y con bastón en mano, comenzó a caminar hacia la parte delantera de la iglesia.
Todos los ojos lo seguían. El ministro se detuvo por un momento. Hubo un gran silencio. A lo que el anciano se acercaba a donde Ernesto estaba, este dejó caer su bastón, y con mucho esfuerzo, se sentó en el suelo al lado de Ernesto para que el muchacho no adorara a Dios solo.
Este hermoso detalle emocionó a toda la congregación. ¡Fue una bella expresión de la humildad del diácono!
El apóstol Pablo escribió que Cristo, Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. 7En cambio, renunció a sus privilegios divinos, adopto la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, 8 se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales.
¡Este fue un acto supremo de la humildad de Jesús! Pero… ¿por qué lo hizo? Para venir a nosotras en nuestra soledad, para perdonar nuestros pecados, y para enseñarnos una nueva forma de vivir y adorar.
Cuando aprendamos a pensar como Jesús pensaba, nosotros veremos a la gente, a través de los mismos ojos, como lo hizo el piadoso diácono. Aprendamos a humillarnos para el beneficio de otros. Nosotros podemos hacer “grandes cosas” para el Señor, si estamos dispuestas a hacer “pequeñas cosas”por otros.
Filipenses 2:5 dice, Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. ¡SI! ¡TENGAMOS LA ACTITUD DE JESÚS! Todo el mundo tiene una actitud – o más de una. Hay buenas actitudes, y malas. Hay actitudes positivas, y negativas, actitudes contagiosas, y otras, que casi ni se notan.
Hay actitudes, que guían nuestra vida entera, y hay otras que van y vienen tan rápido como cambia el viento. ¡Las actitudes son parte de quienes somos! Nosotros, generalmente, obtenemos nuestras actitudes de otra gente.
De la familia en que nos criamos, de la cultura en que vivimos, y de la gente que ha influido en nuestras vidas… y que ha moldeado la forma como pensamos y sentimos. Los niños imitan las actitudes de los atletas, y de artistas que ellos admiran. Lo mismo pasa con los adultos, pero nosotros somos más sutiles acerca de eso.
Nosotros podemos coger una actitud de una comunidad, de una moda, o de un evento. ¡Nos dejamos influenciar muy fácilmente! Capaz no nos demos cuenta… ¡pero nosotras elegimos nuestras propias actitudes!¡Las circunstancias y la gente nos pueden influenciar!
Así y todo, nosotros podemos escoger como vamos a reaccionar en cierta situación, o con alguna persona en particular. Nosotros “podemos decidir” ser positivas o negativas, ser tolerantes o amargadas. ¡Nosotros no somos las víctimas de nuestros propios impulsos!
Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús. Pablo le dice a los filipenses que escogieran la actitud de Jesús. La esencia de la actitud de Jesús es, gentileza, gozo, entusiasmo por el reino de Dios, amor por la gente, y la humildad. Jesús modelaba perfectamente el fruto del Espíritu.
Si queremos ser como Jesús, nosotros debemos pensar como Él. Nosotros podríamos pensar que nuestro discipulado, es principalmente, una cuestión de imitar “LA PODEROSA FE DE JESÚS”, o Sus buenas obras. ¡SI! Estos son importantes, hasta esenciales, pero seguir a Jesús comienza con las actitudes de Jesús.
Si la actitud de Jesús no ha sido formada en nosotros por Su Espíritu – SI ÉL NO ES NUESTRO FUNDAMENTO – nuestra fe y obras siempre serán “como caminar cuesta arriba”.
6 Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. La igualdad entre Dios y Jesús es una gran verdad de las escrituras. Hebreos 1:3 dice, que Jesús es el resplandor de la gloria de Dios. Colosenses 1:15 dice que [Jesús] es la imagen del Dios invisible.
El mismo Jesús dijo en Juan 10:30, El Padre y Yo somos uno. Bíblicamente, no hay ninguna duda de quien era Jesús realmente. ¡Él es “Dios Hijo” divinidad encarnada! Él es el Rey de toda la creación.
Antes de Belén, Jesús tenía todas las ventajas y beneficios de la divinidad. Él era ilimitado, infinito y eterno. Juan 1:3 dice que… Por [Jesús] fueron hechas todas las cosas. Sin [Él] nada fue hecho de lo que ha sido hecho. Por eso, cada roca, cada árbol, y cada planeta lleva el sello, que dice, “Hecho por Jesús.
Él hizo las galaxias que contienen billones de billones de estrellas. Él creó nuestro sol. Él llama a cada estrella por nombre. Sin embargo, en este pasaje Pablo no lo llama Cristo, el Creador, sino el Cristo Encarnado.
7 En cambio, renunció a sus privilegios divinos, adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Jesús se hizo pequeño. Se hizo como nosotros. Dependió de pulmones, de dos piernas y dos brazos. Él sintió hambre y sed. Pasó por todas las etapas normales del desarrollo humano. Se le enseñó a caminar, a pararse, a lavarse la cara y a vestirse.
¡Sus músculos se fortalecieron! El pelo le creció largo. Su voz le cambió, cuando pasó por la pubertad. ¡Jesús era genuinamente humano! Cuando Él estaba lleno de alegría, Su alegría era autentica. Cuando Jesús lloró sobre Jerusalén, Sus lágrimas era tan reales como las tuyas o las mías.
Cuando Jesús clamó a gran voz de la cruz, en Mateo 27:46, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» ¡Jesús necesitaba una respuesta! Él tomó la naturaleza de un siervo. Él se volvió como nosotros, para servirnos. Él entró al mundo no para demandar nuestra lealtad, sino para mostrarnos Su afecto y Su bondad.
8 [Jesús] se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. La crucifixión era la forma más cruel de ejecución en el imperio romano. Era comúnmente reservada para aquellos de clase baja, especialmente, los esclavos…
Sin embargo, Dios aceptó los clavos. Dios aceptó los latigazos. Dios soportó la vergüenza. Dios sintió la punta de la lanza. ¡Y Dios dio un último suspiro!
PAUSA
Jesús dejó Su posición de divinidad, y adoptó la posición de una humanidad caída. Nunca en la historia ha habido “una condescendencia de esta magnitud”, ¡NI NUNCA LA HABRÁ! Si el Hijo de Dios pudo tener tal humildad, y un sentido de sacrificio y amor, “nosotros estaríamos muy equivocadas”, si pensamos que Dios no nos va a pedir, que hagamos sacrificios.
A.W. Tozer dijo: Cristo vino al mundo vestido en humildad. Él siempre será encontrado entre aquellos que están vestidos de humildad.
¿Está tu actitud a la altura de Jesús? Si no estás dispuesta a tocar al leproso, a ser ridiculizada por el bien del reino, de soportar los ataques del enemigo, y de servir a otros con toda humildad… ENTONCES NO ESTÁS A LA ALTURA DE JESÚS… ¡NI HABLAR!
¡Esto no es nada nuevo! Nosotros tenemos una larga historia… “de no estar” a la altura de Jesús”. ¡Pero esa no es una excusa para no tratar! Si amamos a Jesús, ¡nosotros amaremos Su actitud humilde… Y HAREMOS LO QUE DIOS NOS LLAME A HACER… ¡CUESTE LO QUE CUESTE!