Arturo Ashe, superestrella del tenis, murió de SIDA. Contrajo esa enfermedad de una transfusión de sangre durante una operación al corazón. Más que un gran atleta, Ashe era todo un caballero, que inspiraba y alentaba a muchos con su comportamiento ejemplar, en la cancha de tenis, y fuera de ella.
Ashe se podría haber amargado ante esta enfermedad, pero él mantuvo una actitud agradecida. Él explicó, “Si yo preguntara, ¿Por qué yo?” acerca de mis problemas, yo también tendría que preguntar, ¿Por qué yo? acerca de mis bendiciones. ¿Por qué gané el campeonato de Wimbledon?
¿Por qué me casé con una bellísima y dotada mujer y tuve un hijo maravilloso?” © Sin embargo, muchas veces, nosotros nos quejamos. “Por qué yo? ¿Por qué está permitiendo Dios que esto suceda?”
Aun si estamos sufriendo extremadamente, no debemos de olvidarnos de las misericordias que Dios vierte en nuestras vidas, tales como el alimento, el abrigo, y los amigos. ¿Y qué hay de las bendiciones espirituales?
Nosotros podemos coger la Palabra de Dios en nuestras manos, y leerla. Tenemos el conocimiento de Su gracia salvadora, el consuelo de Su Espíritu, y la gozosa seguridad “de vida eterna” con Jesús.
¿Piensa acerca de las bendiciones de Dios, y pregúntate, “Por qué yo?” Entonces tus quejas se volverán en adoración y agradecimiento.
Efesios 1:3-6 dice, Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en Cristo nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales.
¿Cuándo comenzó Dios a pensar en ti? ¿Fuiste una idea de último minuto? ¿Te llevó el Señor “arbitrariamente” a Su Reino, o fue al azar? ¡NO! Mucho antes de los eventos de Génesis 1, tú ya estabas en la mente de Dios, y Su plan estaba firmemente establecido.
Piensa en esto: Jesús ya sabía todo acerca de los fracasos futuros de Sus discípulos. Aun así… ¡Él los escogió! Jesús sabía que Pedro lo negaría, que Judas lo traicionaría, y que Tomás dudaría. Aun así, les dijo en Juan 15:16, Yo los elegí a ustedes. Dios también sabía todo acerca de nosotras.
Sin embargo, Él nos eligió, mucho antes que tuviéramos ningún de deseo por Él. ¡Es la voluntad del Padre de bendecirnos! Él es la fuente de todas nuestras bendiciones. El concepto de Dios, como Padre, rara vez aparece en el Antiguo Testamento. Sin embargo, cuando Jesús vino, Dios fue revelado “completamente” como el Padre.
Las primeras palabras registradas por Jesús incluyen esta verdad del Padre en Lucas 2:49, ¿Acaso no sabían que es necesario que me ocupe de los negocios de mi Padre? La parábola más bella de Cristo es la parábola del hijo pródigo, donde la palabra “padre” ocurre una docena de veces.
El nombre “Padre” estuvo en los labios de Jesucristo… mientras oraba en la oscuridad de Getsemaní, mientras que colgaba de la cruz, mientras que saludaba a Sus amados discípulos la mañana de Su resurrección, y también mientras caminaba al Olivar, el día de Su ascensión.
¡DIOS ES EL PADRE! ¡Qué verdad tan maravillosa! ¡Él Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo! Dios es igual a Jesús, quien dijo en Juan 14:9, El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. Colosenses 1:15 declara que Jesús era la “expresión visible del Dios invisible.”
El Padre y el Hijo (juntamente con el Espíritu Santo) son la fuente de todas nuestras bendiciones. El primer capítulo de Efesios es uno de los pasajes más alentadores de toda la escritura.
Presenta el plan de Dios -- desde siglos pasados -- de amarnos, elegirnos, adoptarnos, bendecirnos, y sellarnos en Su Espíritu. Y todas estas bendiciones tienen una característica fascinante: ¡Todas están en tiempo pasado! ¡Esto es muy importante! Él ya nos ha revelado el misterio de Su voluntad, y ha garantizado nuestra herencia.
En otras palabras, muchas de las garantías y promesas, por las cuales oramos, ya han sido dadas. Nosotras no estamos esperando a que Dios nos dé dones. Más bien, Él está esperando a que “gocemos los dones”, que los recibamos, que los probemos, y que crezcamos en ellos, dando gracias en todo momento.
4 En él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo, para que en su presencia seamos santos e intachables.5 nos predestinó para que por medio de Jesucristo fuéramos adoptados como hijos suyos, según el beneplácito de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.
Uno de los dibujos animados más graciosos que he visto, muestra a un abogado “muy pomposo” que está leyendo el testamento de su cliente a un grupo de parientes codiciosos. El testamento decía así, “Yo, Juan Dominguez, estando en pleno uso de mis facultades mentales y físicas... ¡ME LO GASTÉ TODO!”
Cuando Jesucristo escribió Su testamento para Su Iglesia, Él hizo posible que nosotras compartiéramos Sus riquezas espirituales. En vez de gastárselo todo… ¡JESUCRISTO LO PAGÓ TODO! Su muerte en la cruz y Su resurrección hicieron posible nuestra salvación. Él nos puso en Su testamento, y luego murió, para hacer que el testamento fuera válido.
Después resucitó para volverse nuestro Abogado celestial, asegurándose de que “los términos del testamento” se cumplieran correctamente.
Dios nos escogió antes de la fundación del mundo. ¡SOMOS ESCOGIDAS! Esta es la maravillosa doctrina de la elección. Pablo enfatizó, que la salvación depende totalmente de Dios. ¡ÉL NOS ELIGIÓ! No somos salvas porque merecemos la salvación, sino porque Dios es bondadoso, y nos la ha dado gratuitamente.
Nosotros no influimos en Su decisión de salvarnos. ¡Él nos salvó de acuerdo a Su plan! Por lo tanto, no podemos atribuirnos el mérito de nuestra salvación, ni hay la oportunidad para que nos sintamos orgullosas. El misterio de la salvación se originó en la mente eterna de Dios… ¡MUCHO ANTES QUE EXISTIÉRAMOS!
Pero gracias a Cristo, somos santas e intachables ante Sus ojos. ¡ÉL NOS ELIGIÓ! Al pertenecerle, por medio de Jesucristo, Él nos ve como si nunca hubiéramos pecado. Lo único que podemos hacer es darle las gracias por Su maravilloso amor.
Jesús les dijo a Sus discípulos en Juan 15:16, Ustedes no me eligieron a mí. Más bien… ¡Yo los elegí a ustedes! Y aquellas de nosotras que hemos recibido a Jesucristo, como nuestro Señor y Salvador, ¡descubrimos que Él nos escogió!
Como hija de Dios, tu posición ante Él es segura, “y porque lo es”, tienes seguridad en tu vida aquí, “en este momento”; seguridad en la muerte; y seguridad en la eternidad. Tú tienes la seguridad de no tener nada que esconder o aparentar, porque cada uno de tus pecados “ha sido cubierto” por la sangre de Jesús.
No tienes que tener miedo de que no tendrás lo que necesitas, porque tu Salvador te da todo lo que necesitas para hacer lo que Él te ha llamado a hacer. No tienes que preocuparte que te quedarás sola, porque tu Salvador ha preparado un lugar para ti… donde Él vive.
No tienes que vivir con remordimiento porque todos tus pecados han sido perdonados por Su gracia. No tienes que buscar identidad, significado o propósito porque Él te ha hecho Su hija… ¡y te ha llamado a Su propósito!
No tienes que preocuparte acerca del futuro, porque todos los misterios que están por venir, están en las manos soberanas de Jesús. No tienes que tenerles miedo a los problemas, las dificultades, o al sufrimiento, porque tu Salvador usa, “todas estas cosas”, para tu bien y Su gloria.
No tienes que tener la esperanza de que tu servicio valga algo, porque el trabajo que haces “en Su nombre” nunca es en vano. No tienes que tener miedo de ser castigada, porque tu Salvador “tomó tu castigo” en Sí Mismo, y satisfizo la ira de Dios.
Si… ¡Tú estás segura ante Dios! Y porque lo estás, tu vida ahora es bendecida con toda la seguridad… ¡que puedas querer!