R. C. Lenski, famoso comentarista del Nuevo Testamento, nos aconseja: “En el momento que alguien me ofende, lo debo de perdonar. Entonces mi alma queda libre. SI yo le guardo rencor, YO peco contra Dios, y contra él, y pongo en peligro mi perdón de Dios.

Ya sea si ese hombre o mujer se arrepiente… si trata de reparar el daño… o si pide perdón o no. ¡NO IMPORTA! Yo lo he perdonado instantáneamente. Él tiene que comparecer ante Dios por el daño que me ha hecho. Pero ese no es asunto mío, es asunto entre él y Dios.”

Mateo 5:7 dice, Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos serán tratados con misericordia. ¡LA MISERICORDIA! Esta es la base de la salvación, desde Génesis hasta el Apocalipsis. Dios les mostró misericordia a Adán y Eva al cubrirles su pecado, y prometiéndoles una simiente justa.

Dios le demostró Su misericordia a la humanidad entera, preservando a la familia de Noé del diluvio. Él le demostró misericordia a Israel, liberándola de Egipto. Él le demostró misericordia a David cuando pecó, a Judá después de la captividad, y al mundo entero, por medio del Salvador. Aun cuando Dios juzga, Él lo hace con un propósito misericordioso.

La misericordia es un obsequio. ¡NO LA MERECEMOS! El castigo y sus consecuencias son la “recompensa justa” del pecado. Pero la persona misericordiosa no demanda justicia para la persona culpable. Si no fuera por la misericordia de Dios, hace tiempo que hubiéramos tenido que enfrentarnos a Su terrible juicio….

Si no fuera por Su misericordia, Él nos hubiera condenado después de nuestra primera ofensa. Si no fuera por Su misericordia, Él nos castigaría cada vez que pecamos.

Pero en vez de dejarnos cargar el castigo por nuestro pecado, Dios nos demostró Su misericordia, cuando Él mismo pagó la multa por nuestro pecado. Cuando le oramos a Dios, nuestras oraciones están basada en Su justicia. Por Su gran misericordia, Él ha provisto un remedio para nuestros pecados.

Nosotras le ofrecemos a Dios, la vida y obras de Jesús en nuestras oraciones, sabiendo que nuestras propias obras, no convencen a un Dios justo. Pero es Jesús, EL HIJO, en quien Dios se deleita, que es digno de recibir gloria y honor para toda la eternidad, ¡ÉL ES LA BASE DE TODA ORACIÓN!

Y Dios, que ama la misericordia, no se la niega a Su Hijo misericordioso. ¿Te es difícil demostrar misericordia? Puede que sea que no comprendas la misericordia que Dios te ha demostrado. Jesús les ordenó a Sus discípulos a que le demostraran “la misma misericordia a otros”, que ellos habían recibido de Dios.

Si ellos consideraban la increíble e inmerecida misericordia que habían recibido, ¿CÓMO PODRÍAN NEGARSE A OFRECER LA MISMA MISERICORDIA INCONDICIONAL A OTROS? ¿Puede alguien pecar contra nosotras de la misma forma que nosotras hemos pecado contra Dios?

¿Puede cualquier ofensa cometida contra nosotras “ser tan inmerecida”, como lo fue el castigo que el “Hijo perfecto de Dios” recibió? Qué rápido nos olvidamos de la misericordia que Dios nos ha otorgado “tan gentilmente”, enfocándonos solamente en las injusticias… que nosotras tenemos que soportar de otros.

Si se te hace difícil perdonar a otros, tal vez necesites meditar EN LA MISERICORDIA DE DIOS POR TI. La Escritura describe a Dios, como “Listo para perdonar. Gentil y misericordioso. Lento para enojarse. Y grande es Su misericordia.

No hace mucho conocí a una señora en una conferencia de damas, que me contó que su papá la había violado cuando era chiquita. Luego creció, y pudo superar el daño que su papá le había hecho, y eventualmente, se casó con un misionero.

Años después, cuando sus hijos ya eran grandes, ella recibió una carta de su papá, contándole que se había convertido al cristianismo, que le había pedido perdón a Dios, y que Dios lo había perdonado. Fuera de eso, él se había dado cuenta que había pecado vilmente contra ella, y le estaba escribiendo para pedirle perdón.

Emociones, que ella ni sabía que tenía, de repente subieron a la superficie. “¡No es justo! Él tiene que pagar por lo que me hizo,” pensó amargamente. “¡Qué fácil! ¿Y ahora él va a ser parte de la familia”? ¡NO! ¡NI HABLAR! Ella estaba furiosa, resentida… Entonces tuvo un sueño. Y vio a su papá parado en un escenario vacío.

Y sobre él, aparecieron las MANOS DE DIOS sosteniendo un manto blanco de santidad. ¡Ella lo reconoció al toque, porque ella misma tenía puesto un manto igual que ese! Y mientras el manto descendía hacia a su papá, ella se despertó llorando, “¡No! ¡No es justo! ¿Y yo, qué”?

De la única forma que ella pudo, finalmente alegrarse, como su Padre Celestial le había pedido, era darse cuenta que su padre terrenal ahora tenía puesto el mismo manto, que ella tenía. ¡Ambos eran iguales ante Dios! Le costó la vida del Hijo de Dios poder dar estos dos mantos…para perdonarlos.

Y cuando comenzó a ver a su papá vestido con las vestiduras de la gracia, pudo finalmente perdonarlo, y regocijarse en el Señor.

Jesús les enseñó a Sus discípulos, y a nosotras, la oración “El Padre Nuestro”, que dice en Mateo 6:12, Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. No hay nada más precioso que ser perdonada.

Después de cargar el peso de nuestro pecado, es maravillosamente liberador saber que la persona, a la cual hemos ofendido, nos ha perdonado completamente. Jesús les dijo a Sus discípulos que le pidieran perdón a Dios cada vez que oraran.

Jesús sabía que nosotras pecamos contra Dios diariamente. Por eso, Romanos 3:23 dice, “que todos pecamos y estamos destituidos del estándar de Dios”. No pasa un solo día en que no necesitamos pedirle a Dios que nos quite nuestra deuda contra Él.

Jesús nos advirtió, que podemos esperar el perdón de Dios, cuando perdonamos a aquellos que pecan contra nosotras. Porque Dios nos perdonará de la misma forma que nosotras perdonamos a otros. La naturaleza de Dios es de perdonar. Si vamos a ser Sus discípulos, ¡DEBEMOS SEGUIR SU EJEMPLO!

Si Dios va a perdonar a nuestro enemigo más terco… ¿cómo podemos nosotras hacer menos? Jesús “no nos dijo” que ciertas ofensas son indignas de nuestro perdón. ¡NO! No tenemos ninguna excusa bíblica para no perdonar en nuestros corazones. Si tú escoges no perdonar a alguien, ¡tu adoración y oración a Dios no te servirán de nada!

Pídele a Dios que te muestre esos rincones oscuros en tu vida, donde estás albergando resentimientos. Tal vez tú te consideres una persona muy perdonadora, porque ahora no te estás enfrentando a alguien… a la cual no puedes perdonar.

Cada vez que sientas, que no quieres perdonar a alguien, necesitas reexaminar, cómo eras tú, cuando Dios te perdonó por primera vez. El perdón no es un don espiritual, o una habilidad, o un rasgo heredado. ¡EL PERDÓN ES UNA ELECCIÓN!

En el Calvario, Jesús miró hacia abajo… hacia aquellos que tan despiadadamente lo clavaron a esa cruz. Aun así, clamó en Lucas 23:34, Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. ¿Cómo entonces nos podemos negar a perdonar a aquellos que han cometido ofensas contra nosotras?

Jesús dijo que con la medida en que perdonemos, Dios usará “esa misma medida” para perdonarnos a nosotras. Los caminos de Dios son muy diferentes a los nuestros. El perdón de Dios no está basado en los estándares, que nosotras mismas determinamos, sino en los estándares que Dios ha establecido en Su Palabra.

Cuando se trata del perdón, Dios no hace excepciones. Efesios 4:32 dice, Sean bondadosos y misericordiosos, y perdónense unos a otros, así como también Dios los perdonó a ustedes en Cristo.

Antes de pedirle a Dios que te perdone, examina cuidadosamente la condición de tus relaciones. ¿Querrías que Dios te perdonara de la misma forma como tú estás perdonando a otros en este momento?