Después de algunos himnos de alabanza, el pastor de la iglesia se acercó al púlpito, y presentó a su amigo de la infancia… a don Alberto del Castillo. En ese momento, el Señor del Castillo, ya viejito, se puso de pie, y caminó hacia el púlpito para decir unas palabras.

Comenzó así, “Un papá, su hijo, y el amigo de su hijo zarparon en un velero en dirección al océano. Cuando estaban por llegar mar adentro, se desató una tormenta feroz que no los dejaba regresar a la costa.

Las olas eran tan gigantescas, que a pesar que el papá era un experto navegante, no podía mantener el bote derecho, y los tres fueron arrastrados por la furia del mar.

El papá agarró desesperadamente una soga de rescate. En aquel momento tuvo que tomar la decisión más difícil y dolorosa de su vida -- a cuál de los dos muchachos le tiraría la soga -- a su hijo, o al amigo de su hijo. Solo tenía unos cuantos segundos para tomar la decisión.

Él sabía que su hijo era cristiano, y también sabía que el amigo de su hijo, no lo era. La agonía de tomar una decisión… mientras las gigantescas olas seguían reventando… El padre gritó, “Te amo, hijo”, y le tiró la soga al amigo de su hijo.

A lo que jalaba al amigo hacia el bote volteado, su hijo desapareció bajo las olas en la oscuridad de la noche. Su cuerpo nunca fue recobrado. El papá sabía que su hijo estaría en la eternidad con Jesús. ¡De solo pensar que el amigo de su hijo entraría a la eternidad… sin Jesús, lo hizo sacrificar a su hijo!

¡ASÍ DE GRANDE ES EL AMOR DE DIOS! ¡ES TAN GRANDE… QUE ÉL HIZO LO MISMO POR NOSOTROS”! © Al terminar su historia, don Alberto regresó a su asiento. Hubo un gran silencio en todo el santuario.

Cuando el servicio terminó, dos chicos se acercaron a don Alberto. Uno de ellos dijo cortésmente, “Esa fue una historia muy bonita, pero no pienso que es muy realista, que un padre renuncie a la vida de su hijo, con la esperanza de que el otro muchacho se vuelva cristiano”.

Si, tienes razón”, contestó el viejito, “no es muy realista. Yo estoy aquí hoy día para contarles esta historia, para que puedan comprender lo que debe haber sido para Dios Padre… dar a Su Hijo por mí… y por ustedes ¿Saben qué? ¡Yo era el amigo del hijo!

Romanos 5:8 dice, Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.

Ya sea si la Biblia habla del amor de Dios por el mundo, o por la iglesia, o por ti, o por mí, la medida y manifestación de ese amor es siempre la misma. El regalo de Cristo es “siempre, siempre” la prueba del amor de Dios. ¡El amor de Dios es incondicional!

Por eso, Juan 3:16 dice, Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Efesios 5:25 dice, Cristo amó a la iglesia, y se entregó “a sí mismo” por ella.

Y Gálatas 4:4 nos recuerda, Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley. ¿Han escuchado esto? ¡Cuando se cumplió el tiempo señalado! ¡Jesús no fue una solución de último minuto, cuando Dios Padre llegó a la conclusión que nada había funcionado. ¡NO! ¡Al contrario!

¡Los preparativos de Dios “para este evento” fueron increíblemente minuciosos… Él se ocupó hasta del último detalle! El levantó una nación griega… “para que el lenguaje griego” se propagara por todo el mundo conocido.

Él levantó un imperio romano para que construyera un sistema de carreteras de ochenta mil kilómetros a través del mundo para que el evangelio fuera de país en país. ¡SI!… EN EL TIEMPO SEÑALADO… ¡CRISTO VINO!

PAUSA

Dios nos amó aun cuando éramos pecadoras. ¡Cada una de nosotras anhela ser amada! ¡Y Dios nos ama tanto que Él demostró “Su amor” al mandar a Su Hijo! Tú eres una persona única, amada por el Señor. Nadie en la tierra tiene un ADN, como el tuyo. Nadie tiene una huella digital, como la tuya… Y el amor que tú “voluntariamente” le das a Dios, es indescriptiblemente valioso para Él.

Dios nos amó aun cuando éramos pecadoras. Hay tantas imitaciones del amor, que es difícil saber realmente lo que el amor verdadero es. En el fondo de cada una de nosotras, hay un anhelo y una necesidad de recibir verdadero amor. Desgraciadamente, lo único que el mundo ofrece son sustitutos falsos.

Lo más increíble del amor de Dios es que Él lo demostró… no cuando éramos perfectas ni merecedoras de Su amor. Romanos 5:7-8 dice, Es difícil que alguien muera por un justo, aunque tal vez haya quien se atreva a morir por una persona buena.

Pero Dios muestra su amor por nosotros en que, cuando aún éramos pecadores, Cristo murió por nosotros.

Jesús vino y se vistió con carne humana. Él vino adonde nosotras estábamos, para que algún día nosotras pudiéramos ir… a donde Él está. Él fue abandonado, para que nosotras no fuéramos abandonadas. Alguien dijo, “El Hijo de Dios se volvió el Hijo del Hombre, para que los hijos de los hombres se pudieran volver en hijos de Dios.

¿Cuál fue el precio del amor de Dios? Cristo murió por nosotros. ¿Se imaginan? ¡Jesús murió tu muerte para que tu pudieras vivir Su vida! Él tomó tu pecado para que tú pudieras tomar Su justicia.

De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado. Por treinta-y-tres años… ¡DIOS DIO! ¿No deberíamos amarlo por eso? ¿Lo amamos realmente? ¡NO! Lo escupimos en la cara. Lo azotamos con un “látigo de cuero” que dejó Su espalda lacerada y ensangrentada. Lo desnudamos, y nos burlamos de Él.

Le pusimos una túnica escarlata, y una corona de espinas en la cabeza. Y luego nos reímos… ¡Si! nos reímos… y nos reímos más. Luego le arrancamos Su barba con nuestras propias manos, y seguimos riéndonos.

Finalmente, tomamos Sus manos – esas mismas manos que una vez calmaron tormentas, que acariciaron las cabecitas de los niños, que multiplicaron los peces y panes, las manos que curaron los ojos del hombre ciego. Si, esas manos -- que se juntaron en oración en el jardín – son esas manos las que nosotras mismas clavamos a una cruz.

Y luego tomamos esos mismos pies, que caminaron ofreciendo misericordia a tanta gente. Esos pies que caminaron sobre el mar. Son esos pies que nosotras mismas clavamos a una cruz. El precio que Jesús pagó para demostrarnos Su amor fue enorme. Con cada azote del látigo, con cada martilleo del martillo, la voz de Dios decía, “Yo te amo”.

Si solo pudieras comprender cual es la anchura, la longitud, la profundidad, y la altura del amor de Dios por ti. ¡Tú eres amada indescriptiblemente por Dios!

Y YA PARA TERMINAR…

Un pastor estaba viajando en tren al lado de un incrédulo. El pastor comenzó a hablarle acerca de cosas espirituales, pero no podía convencerlo que el buen carácter y las buenas obras no pueden salvar a un hombre o mujer, sino solo por fe en Jesucristo. En eso el conductor comenzó a colectar los boletos.

“Boletos, por favor”. Cuando el incrédulo presentó su boleto, el conductor lo miró, chequeó la fecha, lo picó, y siguió adelante hacia otro pasajero. ¡Esta fue la oportunidad del pastor! Así que le dijo, “¿Notaste, que todo lo que hizo el conductor fue mirar tu boleto?” Él no te preguntó acerca de tu carácter.

A él no le interesaba quien eras – si eras una persona moral o un criminal. ¡Así igual es con la salvación! Todo lo que necesitas es el boleto de Dios para ir el cielo… sellado por la sangre de Jesucristo. ¡Cristo vino a pagar una deuda que Él no debía, porque nosotros debíamos una deuda que no podíamos pagar!

¿Si te mueres hoy, ¿estás segura que te irás al cielo? ¿Tienes tu boleto de Dios sellado por la sangre de Jesucristo para entrar al cielo? Si no lo tienes, entrégate a Jesús, arrepiéntete de tus pecados, y acéptalo como tu Señor y Salvador.