Una chica alemana, que era muy pobre, anunció que iba a dar un concierto de piano. Para poder atraer a más gente a su concierto, ella puso en sus volantes que era estudiante del famoso profesor húngaro, Franz Liszt. ¡Pero eso no era verdad!

Para su angustia, ella se enteró que el profesor iba a estar visitando su ciudad el día antes del concierto. ¿Qué podía hacer ahora? Así que fue a buscarlo, le confesó su falta, y le pidió que la perdonara. El profesor le contestó, “Tú cometiste un error.

Todos cometemos errores. Lo único que puedes hacer ahora es arrepentirte, y yo creo que tú ya te has arrepentido realmente. Siéntate al piano y toca”. Al principio ella tocó con mucho miedo. El profesor le corrigió algunos de sus errores, y le dijo. “Ahora ya se puede decir que yo te he enseñado.

Sigue adelante y toca en tu concierto mañana por la noche, y la última pieza no será tocada por ti, sino por tu maestro”. Nosotras somos como esta chica. Hemos pecado. No nos queda de otra que arrepentirnos. Entonces tocaremos el rol de nuestras vidas bajo la supervisión de Cristo mismo. ¡Y la última y mejor pieza, será tocada por Él!

Mateo 4:17 dice, Desde entonces Jesús comenzó a predicar, y decía: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado.»

El primer llamado del ministerio de Jesús, al igual que el de Juan el Bautista, fue un llamado al arrepentimiento. Todos los hombres y mujeres necesitan arrepentirse. Nunca podremos llegar a las puertas del cielo, a menos que nos arrepintamos.

Jesús no solo predicó el arrepentimiento, sino que les ordenó a Sus discípulos, que hicieran lo mismo. Arrepentirse es comenzar de nuevo. Es hacer lo que debíamos haber hecho desde un principio. Y lo hacemos, no con lágrimas, sino con gozo. Ese es el principio y el fin del evangelio.

El arrepentimiento es una de las palabras más positivas de todas las palabras. ¿Pero qué es el arrepentimiento? Arrepentirse significa dejar de ir en cierta dirección, darnos la vuelta, e ir en dirección contraria. El arrepentimiento involucra un cambio dramático y decisivo de rumbo.

Dios nos pide que nos arrepintamos, cuando el camino que estamos tomando nos llevará a la destrucción. ¡El arrepentimiento nos salvará de consecuencias desastrosas! ¡Arrepentimiento! Que consolador saber que el Creador nos ama tanto, que nos advierte acerca del peligro inminente.

El arrepentimiento involucra un cambio radical de corazón y mente, en el cual estamos de acuerdo con la evaluación que Dios hace acerca de nuestro pecado. Y luego tomamos una acción específica para alinearnos a Su voluntad. Un deseo de cambiar no es realmente arrepentimiento. El arrepentimiento es siempre “una respuesta activa” a la Palabra de Dios.

La evidencia del arrepentimiento no son palabras de resolución, ¡NO! ¡ES UNA VIDA CAMBIADA! El arrepentimiento es el primer paso para crecer en nuestra relación con Dios. Es el reconocimiento que tu propio camino te ha llevado a la destrucción.

Romanos 3:23 dice, Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios. Es darle la espalda al mal camino… ¡Y SEGUIR A JESÚS EN VEZ! El arrepentimiento es darles la espalda a las cosas de este mundo… ¡y volvernos a las cosas de la Palabra!

Este punto está excelentemente ilustrado en la historia del hijo pródigo. Vemos a este joven, recibiendo su herencia. Con billetera en mano llena de plata, le dice adiós a su papá, y se va de lo más campante por el camino.

La “tierra lejana” lo estaba llamando. Sin embargo, la tierra lejana nunca se mide en términos de kilómetros, sino más bien, en términos morales.

Encontró amigos en todas partes, deseosos de ayudar a este tonto a malgastar su dinero. ¡Era libre! ¡Y estaba podrido en plata! Como granos de arena que corren a través de un reloj de arena, el chico vio su dinero desaparecer. Había pagado la cuenta, demasiadas veces, por las juergas, las borracheras y las orgías.

Llegó el día en que se quedó sin un centavo – y sin amigos. El hambre lo llevó de chacra en chacra en busca de trabajo. Finalmente lo contrataron para alimentar, nada menos, que a cerdos… que era el trabajo más denigrante para un judío. Poco a poco, este chico tan bellaco, volvió a sus cabales.

Comenzó a pensar en su casa… en su querido papá, en su hermano… en los sirvientes de su padre, y en la buena comida que siempre abundaba. En cambio, él estaba ahí, pasando hambre. ¡DECIDIÓ REGRESAR! Y comenzó su largo viaje de regreso a casa. ¿Qué podía decir? Padre, he pecado.” Ese era el punto crítico.

Él había pisoteado el amor de su padre. Ahora se daba cuenta de lo bueno y bondadoso que era su papá. Pensó decirle, “Hazme como uno de tus trabajadores.” Que tal diferencia entre su oración de partida, y su oración de regreso a casa. Su oración de partida fue, “Padre, dame.” Su oración de regreso fue, “Padre, hazme.”

Esta es la prueba de un corazón arrepentido. El hijo pródigo tenía que levantarse, dejar la tierra lejana, y caminar de regreso a la casa de su padre, antes de poder ser restaurado.

Eso es lo que cada hombre y mujer impenitente tiene que hacer. El primer paso es ir a Cristo en arrepentimiento. Mientras se acercaba a su casa, el hijo pródigo podía ver “en su mente” el rostro noble de su padre… sus lágrimas la última vez que lo vio. Cuando ya estaba llegando, su fortaleza comenzó a flaquearle.

¿Cómo podía enfrentarse a su padre? Miró sus harapos. Pensó, “Mi padre me debe de odiar.” ¡Pero lo increíble sucedió! De repente una figura apareció corriendo desde el horizonte, llamándolo, “hijo.” ¡No lo podía creer! ¡Era su papá!”

Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y lo besó.” Su papá había estado esperándolo todo ese tiempo. No pasaba un día en que su padre no subiera al techo de la casa para mirar por el camino, con el corazón ansioso y adolorido, anticipando el regreso de su hijo.

¡Este era el punto de la parábola! El padre no necesitaba reconciliarse con el hijo. Era el pródigo que necesitaba reconciliarse con el padre. Era él, el que le había vuelto la espalda. El padre nunca dejó de querer al hijo descarriado.

A la primera señal de arrepentimiento… a la primera vista de su hijo por el camino… el papá salió disparado. Bajó del techo… salió de la casa por el portón… y hacia la carretera… Tan rápido como sus viejas piernaspodían… tan rápido como su corazón se lo permitía. ¡Iba a recibir a su hijo!

Y mientras corría, su túnica volaba tras suyo, y sus brazos abiertos… ¡Iba a traer a su hijo a casa! ¡Harapos, y todo! Y no solo eso, ¡hubo fiesta en la casa del padre para celebrar el regreso del hijo!

PAUSA

Algunas personas se imaginan, qué si ellas están apenadas por haber hecho algo malo, que eso significa que se han arrepentido. ¡NO! El dolor por haber hecho algo malo, no es arrepentimiento. Las lágrimas de penitencia no borrarán nuestro pecado. Nosotros debemos cambiar de rumbo, y caminar por un camino santo.

Arrepentimiento significa dejar de poner manchas en nuestro récord, y comenzar a vivir una vida, justa, pura, y sin mancha. Esta parábola nos habla acerca de la clase de amor que nos espera, cada vez que regresamos al Padre. Él nos ha estado esperando, vigilando, y suspirando por nosotros.

A pesar que antiguamente no era bien visto que un hombre mayor corriera en público. Así y todo, el padre estaba corriendo a toda velocidad. El amor por su hijo pródigo les dio alas a los pies del padre. No veía las horas de darle a su hijo un abrazo de bienvenida.

Cualquiera que sea lo que creas acerca de Dios, ¡no te pierdas esta! ¡DIOS CORRE POR TI! En estos momentos nuestro Dios está corriendo para encontrarse con cada una de nosotras… ¡Y ABRAZARNOS!