Lamentaciones 3:22-23 dice, Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! 23 ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva!
Cuando Melisa y su esposo, Héctor, se casaron, ellos decidieron buscar la voluntad de Dios para sus vidas, y encomendarle a Él su futuro. Cuando su segundo hijo nació con Síndrome de Down, ellos quedaron deshechos. Su primera reacción fue de dolor, de shock, de incredulidad.
Sin embargo, el mismo día en que el bebé nació, Dios les dijo en Filipenses 4:6-7, No se preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias, 7 y que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.
Dios usó este versículo para poner paz en sus corazones, y darles un amor increíble por su precioso bebé. Sin embargo, los días difíciles no habían terminado para ellos. Nueve años después, su cuarto hijo fue diagnosticado con cáncer. Antes de que él cumpliera tres años. el niñito murió.
El shock, el dolor y la tristeza entraron de nuevo a su mundo. Y nuevamente, ellos encontraron ayuda en Dios y Su Palabra. Melisa dijo, “Cuando el dolor nos agobia, nos volvemos a la Palabra de Dios, y a Su regalo “de vida eterna” por medio de Jesucristo.
Cuando los problemas de la vida nos golpean, como olas gigantescas, podemos recordar que la compasión de Dios nunca falla. Solo Él puede darnos la esperanza que necesitamos.
La desesperación es una emoción casi intolerable. Cuando las tormentas golpean nuestras vidas, muchas veces, perdemos las esperanzas. Pero Dios está siempre ahí para encontrarse con nosotras, en nuestro momento de necesidad.
Si alguna vez has estado agobiada por una gran pena, que ni siquiera podías hablar, entonces podrás entender las emociones de Jeremías, mientras escribía este libro de Lamentaciones.
Jeremías no podía controlar el llanto por la muerte de Jerusalén, y la captividad de los israelitas por sus pecados. Las lágrimas del “profeta llorón” parecían salpicar en cada página. La escena había sido devastadora – la ciudad de Dios, el lugar de Su templo, el centro sacerdotal de la nación – había sido saqueada. ¡Estaba totalmente destruida!
Los muros habían sido derrumbados y miles habían sido asesinados o llevados cautivos. El templo había sido derribado. Parecía que los escogidos de Dios habían sido escogidos para una catástrofe. La conexión del mundo “entre el cielo y la tierra” había sido rota.
El libro de Lamentaciones es exactamente lo que su nombre implica – es un lamento. Es un sollozo de dolor del profeta Jeremías, sobre la destrucción de Jerusalén y su templo. Es un grito de angustia que subía de los escombros mismos.
Si alguna vez has sido traicionada por una amiga… ¡tú sabes cuan dolorosa esa traición puede ser! Si fuiste abandonada por tu esposo, o por tu padre o madre, tú sabes cuan desgarrador puede ser sentirte desamparada.
Si tuviste que enterrar a un ser querido, tú sabes el dolor que esto te causó. Si tú has estado en esa situación, o si la estás pasando en estos momentos… ¡TU NO ESTÁS SOLA!
Piensa en los últimos dos o tres meses, ¿con cuántos corazones quebrantados te has encontrado? ¿Cuántos espíritus heridos has visto? ¿Cuántas historias de tragedias has leído? Y la lista sigue y sigue…
Momentos como estos pueden cegar nuestra visión y destruir nuestros sueños. En medio del quebranto, ver a Dios puede hacer maravillas en nuestro propio sufrimiento. Dios nunca está más cerca de nosotras, que cuando estamos dolidas.
Es por eso, que nuestros momentos de dolor pueden volverse en nuestro mejor regalo de Dios. Tal vez, es en nuestro dolor, que podemos ver a Dios, como nunca antes lo habíamos visto.
En medio de su dolor, Jeremías vio un rayo de esperanza en todo el pecado y dolor que había a su alrededor. Por eso dijo, Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! 23 ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva!
La palabra “misericordia” significa sentir compasión por los que sufren, y ofrecerles ayuda. Ser caritativa. Y como la cualidad de Dios es de ser perfecto, Él perdona los pecados de la gente. ¡Las misericordias de Dios se renuevan cada mañana! Cada día Dios nos expresa Su amor de manera fresca y personal.
Así que estemos atentas todos los días, y observemos como Dios nos demuestra Su amor y compasión. Este pasaje de Lamentaciones es como encontrar un diamante en medio de un montón de carbón. A través del juicio, Jeremías podía ver la misericordia de Dios. Él tenía la seguridad de que Dios no consumaría a Su gente.
En medio de los horrores del juicio de Dios -- que la gente misma se había buscado por su propio pecado -- este pasaje revela la compasión del corazón de Dios. ¡A Dios no le gusta enjuiciar! ¡Él no hace sufrir a Sus hijos por las puras!
¡Sus misericordias se renuevan cada mañana! En medio de su dolor, Jeremías recordó, que detrás de toda esa desolación, estaba la mano amorosa de Dios. Él destruyó a Jerusalén porque se estaba yendo en dirección en contraria.
Él destruyó a Jerusalén para poder restaurarla más adelante, “y edificarla de nuevo” con gozo, paz y bendición. ¡El Señor no desecha para siempre! Él enjuicia. ¡SI! Y Su juicio puede ser doloroso y penoso. ¡SI! ¡Pero son Su amor y compasión los que salen a relucir!
¡Dios fue fiel a Israel! A pesar de que esta devastación podía causar una crisis de fe, y la gente escogida podía cuestionar Su fidelidad, Jeremías vio algo mucho más grande que el desaliento... ¡ÉL VIO LA FIDELIDAD DE DIOS!
El entendimiento que tuvo Jeremías, acerca de la fidelidad de Dios, es lo que Dios anhela que cada una de nosotras tengamos. Cuando nuestra vida se desmorona – cuando un matrimonio fracasa, “cuando un ser querido sufre una enfermedad mortal”, cuando una bancarrota es eminente – ¡DIOS ES FIEL!
Tal vez nosotras no podamos entender “exactamente” cómo Dios va a ser fiel, “pero sabemos qué si Él lo ha dicho… ¡ÉL LO HARÁ! ¡Él siempre cumple Sus promesas! La fidelidad de Dios es difícil de captar porque Dios es muy diferente a lo que nos imaginamos. Él no es caprichoso.
Él no cambia de opinión… como los seres humanos lo hacemos. A Él no le interesan las tendencias culturales, ni las encuestas de popularidad. ¡ÉL ES FIEL! Él es constante, dedicado… y Él es siempre fiel. ¡CONFÍA EN ÉL!
Puede haber momentos en nuestras vidas, donde todo parece estar perdido, y nos hundimos en la desesperación. Pero en nuestro dolor más profundo, muchas veces nos sorprendemos de ver “cuan grande” es el amor de Dios. ¡Las pruebas más duras de la vida no pueden apagar la luz del amor de Dios”!
Hudson Taylor, misionero inglés en la China en los años 1800’s, dijo: “En las dificultades más grandes, en las pruebas más fuertes, en la pobreza y en las necesidades más profundas, ¡Dios nunca me falló! Ayer el balance financiero de toda la Misión del Interior de China era de veinte-y-cinco centavos. ¡Gloria a Dios! ¡Veinte-y-cinco centavos y todas las promesas de Dios!
Por eso podemos decir con confianza: “¡EL GRAN AMOR DEL SEÑOR NUNCA SE ACABA, Y SU COMPASIÓN JAMAS SE AGOTA”! ¡GRANDE ES SU FIDELIDAD!