Mientras yo manejaba “a mi casa”, después de comer con mi mejor amiga, le di gracias a Dios “en voz alta” por ella. Ella me conoce “y me tiene cariño” a pesar de las cosas que “a mí”, no me “encantan” de mí misma. Ella es una de las personas “de mi pequeño grupo de amigas” que me acepta tal como soy – con mis manías, mis hábitos, y hasta mis metidas de pata.

Aun así, hay partes de mi historia, que no las comparto con ella “ni con nadie” – acerca de aquellos momentos, en que claramente, no me porté “como una campeona”, en los momentos que fui criticona, fui pesada, o hasta poco amable.

¡Pero Dios si conoce toda mi historia! Es a Él a quien le puedo hablar abiertamente, especialmente, acerca de las cosas que no se las cuento a nadie.

El Salmo 139:1-6 dice, Señor, tú me has examinado y me conoces; 2 tú sabes cuando me siento o me levanto; ¡desde lejos sabes todo lo que pienso! 3Me vigilas cuando camino y cuando descanso; ¡estás enterado de todo lo que hago!

4 Todavía no tengo las palabras en la lengua, ¡y tú, Señor, ¡ya sabes lo que estoy por decir! 5Tu presencia me envuelve por completo; la palma de tu mano reposa sobre mí. 6Saber esto rebasa mi entendimiento; ¡es tan sublime que no alcanzo a comprenderlo!

El Salmo 139 es un “PEQUEÑO CURSO EN TEOLOGÍA, que es la ciencia de Dios. En estos primeros seis versos, el salmista dice básicamente, “Dios lo sabe todo; así que no trates de engañarlo.” ¡Dios nos conoce personalmente! Muy poca gente “puede reconocernos” en una multitud… ¡pero Dios, si puede! Para Él no hay multitudes… ¡solo individuos!

Hay momentos en que te puedas sentir sola, y decir, “Nadie me conoce. Yo no le importo a nadie.” Pero Dios te conoce íntimamente. Él conoce cada una de tus acciones y tus pensamientos. Él también conoce cada una de tus palabras. Me encanta saber que mi Padre en el cielo me entiende personalmente e íntimamente, y que Su mano está sobre mí.

¡Antes de nacer fuimos diseñadas! Nuestro tamaño, nuestra forma, y nuestra estructura fueron todas diseñadas “por Dios” … ¡antes de que naciéramos! Él te hizo exactamente de la forma como Él quería. Deja de preocuparte acerca de cómo luces, y como fuiste hecha. ¡Este pasaje dice que Dios te diseñó! ¡SI! Antes de nacer, ¡nosotras ya habíamos comenzado!

Cuando nacemos no hay sorpresas, y no hay accidentes en los ojos de Dios. Esta es una idea “difícil de aceptar” si tú o alguien de tu familia, está luchando con un defecto congénito. Pero ante los ojos de Dios… ¡no hay personas con defectos!

Dios le preguntó a Moisés en Éxodo 4:11, ¿Quién le dio la boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, o al que ve y al que no ve? ¿Acaso no soy yo el Señor?

Ya me imagino lo que estarás pensando… ¿Cómo puede un Dios justo y santo y misericordioso permitir que una persona nazca muda, o sorda, o ciega? Yo no sé. Yo solo sé lo que la Escritura dice. ¡Dios se hace responsable! Sin embargo, la respuesta normal de un ser humano “acerca de estas cosas” es de asumir, qué de alguna forma, somos culpables. “¿Qué he hecho yo para merecerme esto?”

La respuesta es la misma respuesta “que Jesús dio” cuando le preguntaron acerca del hombre que nació ciego en Juan 9:3, No pecó él, ni tampoco sus padres. Más bien, fue para que las obras de Dios se manifiesten en él. ¡Este es el punto! Este hombre nació ciego, para que “su llamado defecto”, pudiera mostrar la gloria de Dios.

Estas palabras “tan familiares” del Salmo 139 describen la intimidad que gozamos con nuestro Padre Celestial… ¡con Dios mismo! Él nos conoce completamente. Él está muy familiarizado con nuestra manera de ser. Él nos invita a que vayamos a Él con nuestras confusiones, nuestros pensamientos ansiosos, y hasta con nuestras luchas con la tentación.

Pero cuando estamos dispuestas a entregarnos a Dios completamente, Él extiende Su mano hacia nosotras para restaurarnos, y para reescribir las partes de nuestra historia -- que nos ponen tristes -- porque nos hemos alejado de Él. Y aunque Dios nos conoce “mejor que nadie” … ¡Él nos ama igual!

Cuando nos entregamos a Él todos los días, y buscamos conocerlo más completamente, Él puede cambiar nuestra historia para Su gloria. ¡Él es el Autor que continúa escribiendo tu historia! Este salmo de David revela la profundidad y la belleza de la relación “tan personal” que David tenía con su Señor.

David -- a lo que mira hacia atrás a su vida, se da cuenta que Dios había estado con él siempre, “cuidándolo”, estando al tanto de sus pensamientos más íntimos, y teniendo siempre un plan y propósito para su vida.

Aunque la idea de que “Dios nos está observando todo el tiempo”, puede poner nerviosas a algunas personas, David alababa a Dios por estar siempre al tanto de él. David sabía que él no era perfecto, pero también sabía que había sido perdonado y restaurado.

A lo que David reflexionaba acerca de todo esto, no podía dejar de adorar a Dios, como su amado Creador, por la forma que Él lo había guiado a través de su vida.

13 Tú, Señor, diste forma a mis entrañas; ¡tú me formaste en el vientre de mi madre! 14Te alabo porque tus obras son formidables, porque todo lo que haces es maravilloso. ¡De esto estoy plenamente convencido!

15 Aunque en lo íntimo me diste forma, y en lo más secreto me fui desarrollando, nada de mi cuerpo te fue desconocido. 16Con tus propios ojos viste mi embrión; todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos.

¿Te descorazonas, a veces, y te olvidas que tu futuro ya ha sido escrito en las páginas del libro de Dios? ¿Te descorazonas cuando te enfrentas a tus luchas con el pecado; con la deslealtad de una amiga; con la rebelión de tus hijos; con la frialdad de tu matrimonio; la división de tu iglesia; las injusticias de la vida en este mundo caído; el dolor y la preocupación de una enfermedad física; la pérdida de tu trabajo; las dificultades de la vejez, y ¿la muerte de tus sueños?

¡Si! Es difícil enfrentarte a todas estas cosas. ¡Es fácil perder el rumbo! Es tentador preguntarte, ¿qué es lo que Dios está haciendo? Si es que realmente le importas, y si Él escucha tus oraciones. ¡Es difícil aferrarte a Sus promesas!

Es fácil desalentarte y querer darte por vencida. Ante el desaliento, el verso 16 dice, Con tus propios “ojos” viste mi embrión; todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos.

Cuando los problemas vienen, -- el desaliento comienza a agobiar tu corazón -- recuerda que cada día de tu vida ha sido escrito en el libro de Dios… ¡antes de que lo vivieras! Ninguno de esos días, ni ninguna de las cosas a las que te has enfrentado, o que te enfrentarás en un futuro, son una sorpresa para tu Señor.

Él cuidadosamente escribió el contenido “de cada uno de esos días” con Su propia mano. Él controló cada giro y vuelta de la trama… ¡que es tu historia! Él presentó a todos los personajes, y determinó todos los lugares. Nada te puede suceder a ti, que Él no lo haya escrito en Su libro. ¡Y Él ya ha determinado como terminará tu historia!

¿Sabías que lo que te desalienta a ti, no coge a Dios por sorpresa? Porque Él escribió todo con una gloriosa combinación de sabiduría y gracia. ¡Nada está fuera de Su control! ¡Tu Salvador es soberano! Él sabe lo que es mejor… ¡Y HARÁ LO QUE ES MEJOR!

Desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte… ¡nada sucede por suerte o accidente! ¿Qué significa eso? Que tanto los días buenos “como los malos” han sido formados por Dios, y ordenados por Él.

No hasta que realmente aceptemos esta verdad, “nuestro concepto de Dios” no se alineará “con lo que Él nos ha revelado de Sí Mismo en Su Palabra”. Aun en la muerte… ¡estamos bajo el cuidado de Dios!

¿No te da ánimo “saber que nuestro Padre en el cielo” sabe todo acerca de nosotros? ¿Dónde estamos y, lo que estamos haciendo?

Obviamente, no queremos estar en el lugar incorrecto, haciendo algo incorrecto. Pero si nosotras, como hijas de Dios, estamos andando en la voluntad de Dios, tenemos la confianza, que nuestro Padre nos está cuidando… ¡y que Él conoce cada una de nuestras necesidades!