Eclesiastés 3:1 dice, Todo tiene su tiempo. Hay un momento bajo el cielo para toda actividad.

No necesitas ser un filósofo o científico para saber que los “tiempos y las estaciones” son una parte normal de la vida, no importa adonde vivas. Si no fuera por la confiabilidad de las leyes naturales “ordenadas por Dios”, tanto la ciencia como el diario vivir serían caóticos… ¡hasta imposibles!

Desde antes de nuestro nacimiento -- hasta el momento de nuestra muerte -- Dios está llevando a cabo Sus propósitos divinos, aun cuando nosotros, no siempre entendamos, lo que Él está haciendo.

Nosotros sabemos que hay un tiempo para nacer y un tiempo para morir. Nosotros no estuvimos en control de nuestra llegada a la tierra, y no estaremos en control de nuestra partida. ¡Ese es parte del problema! Porque a nosotros nos gusta estar en control de todo.

Entre el nacer y el morir, nosotros podemos sembrar y cosechar, pero aun en estas actividades, no tenemos control completo de cuando lo haremos. Las plantas crecen en la primavera, el verano las sostiene, y en el otoño recogemos lo sembrado, y hasta observamos las hojas caer.

Cuando nos damos cuenta de la realidad de nuestra condición finita, llegamos a la conclusión, que nuestras vidas son tremendamente insignificantes, en comparación al vasto orden del universo.

Así que, ¿Cómo respondemos a todo esto? Una manera de hacerlo es de llenar nuestros días con bulla… con actividad. No queremos enfrentarnos a la tiranía del ciclo de la vida. ¡Lo que queremos es distracción!

¿Quieres vivir una vida plena y llena de entusiasmo? Vivir sabiendo, que el Dios “que te creó” sabe exactamente dónde estás, que es lo que estás pensando, como te sientes… y sabe que estás tratando de entender “el sentido” de la vida. Tu vida es un libro abierto para Dios.

Hagas lo que hagas, los tiempos de la vida pasarán, y algún día, tú también pasarás. Cualquiera que sea la estación en que te encuentres, tú podrás encontrar verdadera paz… conociendo y amando al Dios, que gobierna sobre toda la historia.

La belleza -- en la forma como Dios ha diseñado las cuatro estaciones -- es que, a pesar de que cada una es distinta, “todas trabajan juntas” para traer vida y crecimiento. La primavera es un periodo de frescura y nueva vida. El verano ve el crecimiento y la productividad.

El otoño es un tiempo de cosechar “la recompensa del trabajo”, que hemos hecho. El invierno es la época de inactividad… ¡ÉPOCA DE CIERRE! Cada estación tiene su propia belleza. Cada una contribuye “significativamente” a la vida. © Y así como Dios planeó estaciones en la naturaleza, así también, Él planeó las estaciones en la vida.

La vida tiene su primavera cuando comenzamos cosas nuevas… ¡y esperamos con entusiasmo el futuro! El verano viene, y nosotros trabajamos “diligentemente” en todo lo que Dios nos ha dado. Con el otoño viene el fruto de las cosas que comenzamos en una época anterior en nuestras vidas”.

Y el invierno “llega a su fin” en un tiempo en particular en nuestras vidas. A veces el invierno trae dificultades, ¡pero nosotros nos mantenemos esperanzadas porque “la próxima primavera” está muy cerca! En el diseño perfecto de Dios para nuestras vidas, Él ha planeado tiempos de fruto… y tiempos de actividad.

Él también “establecerá” los tiempos de tranquilidad y descanso. Habrá tiempos en que Dios nos pedirá que nos mantengamos fieles “haciendo el mismo trabajo” día tras día. Pero también habrá periodos de entusiasmo y nuevos comienzos. Por la gracia de Dios, gozaremos las temporadas “de cosechar el fruto” de nuestra fidelidad.

Y por la gracia de Dios, nosotros también superaremos los fríos inviernos del sufrimiento y, los días de luto, ya que sin el invierno… ¡no habría primavera! Así como las estaciones de la naturaleza, “estas estaciones en nuestras vidas” trabajan juntas para llevar a cabo la voluntad perfecta de Dios… en cada una de nosotros.

Sea lo sea que estés pasando “en tu vida” en esta época… ¡ACÉPTALA! Entrégate a lo que Dios está haciendo durante esta temporada porque, después de todo, es solo por una época. Al final de tu vida, tú podrás decir maravillada, ¡SI! ¡Mi Dios ha sido fiel!

11 En su momento, Dios todo lo hizo hermoso, y puso en el corazón de los mortales la noción de la eternidad, aunque éstos no llegan a comprender en su totalidad lo hecho por Dios.

Dios ha puesto “dentro de cada uno de nosotros” la consciencia y certidumbre de la eternidad. Nunca nadie ha ido al cielo y ha regresado de nuevo para describirnos su experiencia. Sin embargo, nosotras estamos convencidas que hay algo “más allá” de esta vida.

Vivimos en un mundo compuesto del ayer, hoy, y mañana, y pensamos en términos de vivir en el pasado, el presente o el futuro. Nuestro concepto del tiempo ha sido limitado por estas categorías.

Así que, ¿qué nos hace estar tan seguras de que hay algo más allá del mañana… que hay, en realidad, un “para siempre”? La respuesta es “simplemente” que Dios ha implantado ese conocimiento dentro de nosotros. ¡Dios es eterno! Él no anda chequeando su reloj, preocupado, que le va a faltar el tiempo “que necesita” para llevar a cabo “el mañana”.

Él simplemente “es” – Él siempre ha sido, y siempre será. Cada atributo que define quien es Dios, también dura para siempre. Su amor por nosotros es eterno, y Él siempre estará a cargo del universo.

Dios creó el mundo, “y lo hizo bello” en toda su perfección. Dios también hizo a la humanidad para que lo conociéramos, para que tuviéramos comunión con Él, para que camináramos con Él en el jardín, y para que gozáramos de todos los beneficios de Su compañía.

Pero el hombre le dio la espalda a Su Creador, y como resultado, la percepción de la eternidad, que ha sido implantada dentro de nosotros, ahora nos tiraniza de gran manera.

La gente, “por naturaleza” no quieres conocer a Dios. Pero el conocimiento de Dios es ineludible. Dios nos ha creado con un propósito divino – para que lo conozcamos y lo adoremos.

A menos que descubramos y cumplamos este propósito, nosotros nunca estaremos completamente satisfechas “con nada” que se nos ofrezca a través de la vida. Ninguna relación, ya sea con un niño, un padre, esposo, o amiga puede llenar este gran anhelo, ni cualquier experiencia, ni ninguna posesión, ni ningún logro.

Este es el peso que Dios ha puesto en la humanidad: nosotros siempre nos sentiremos insatisfechas, hasta que no conozcamos “la única cosa” que puede cargar el peso de nuestra eternidad ¿Y cuál es esa cosa? ¡Es conocer a Dios, y vivir en comunión con Él!

Tú y yo, que somos criaturas del tiempo, fuimos hechas para la eternidad. Fuimos hechas para estar en la presencia de Dios. Por lo tanto, que no nos sorprenda, que cuando nos alejamos de Él, nuestras vidas se vuelven frustrantes y confusas.

Cuando decidimos vivir en la oscuridad… ¡perdemos nuestra visión! El día, en que finalmente reconozcamos esto, ¡SERÁ UN GRAN DÍA!

¿Hay algo que tienes que tener “a toda costa en tu vida” porque crees que te hará verdaderamente feliz y realizada? Ten mucho cuidado… “ese algo bueno” se puede convertir en tu dios.

Así que, “pon tus esperanzas” sobre los hombros del Único, que puede cargarlas… ¡JESUCRISTO! … ¡EL DIOS ETERNO!