Durante una terrible tormenta en el mar, un pequeño barco de pasajeros se balanceaba “de lado a lado” peligrosamente en esa tormenta rugiente. Los muebles y todo aquello que podía moverse, ¡fue amarrado! Y los pasajeros tuvieron que encerrarse en sus camarotes… para su propia seguridad.
Muchos de los que estaban abordo “pensaban que el barco terminaría hundiéndose”. Finalmente, uno de los pasajeros, que estaba decidido a averiguar “si había alguna esperanza de sobrevivir”, decidió hablar con el capitán del barco.
Aferrándose a las paredes y pasamanos, él se dirigió a cubierta, subió por la escalera, y entró al puente de mando. Este notó que el barco estaba llegando a tierra, y estaba pasando entre grandes rocas. Era evidente que el capitán “estaba intentando salvar el barco”, tratando de llegar a una bahía tranquila.
Sabiendo que el pasajero no iba a poder escucharlo “con esos vientos y olas rugientes”, el capitán simplemente volteó “y sin decirle ni media palabra al preocupado pasajero, “le sonrió”.
Alentado, el pasajero regresó, y le dijo al resto de los pasajeros, “No tengan miedo. Todo está bien. He visto la cara del capitán… ¡y él me ha sonreído!
Cuando somos golpeadas por las tormentas de la vida, podemos estar tentadas “a desalentarnos, y a desesperarnos”. Pero si buscamos a nuestro Capitán Soberano “a Jesús” y nos encomendamos a Él, encontraremos paz, aun en medio de la crisis. ¡Podemos confiar que Jesús nos guiará a través de la tormenta!
Estoy segura que ustedes han experimentado, o están experimentando en estos momentos, o pronto experimentarán otra clase de tormenta – ya sea una tormenta doméstica, una tormenta económica, una tormenta personal, o una tormenta espiritual.
Dios manda tormentas a nuestras vidas, no para destruirnos, sino para corregirnos, para desarrollarnos, y para profundizarnos, como veremos en este pasaje. Cristo prometió “sostenernos” a través de las tormentas… ¡no de mantenernos fuera de ellas!
Mateo 14:22-24 dice, Enseguida, Jesús hizo que sus discípulos entraran en la barca y que se adelantaran a la otra orilla… mientras él despedía a la multitud. 23Luego de despedir a la gente, [Jesús] subió al monte a orar aparte. Cuando llegó la noche, Jesús estaba allí solo.
24La barca ya estaba a la mitad del lago, azotada por las olas, porque tenían el viento en contra.
Jesús nunca hizo milagros por las puras… simplemente para jactarse de Sus poderes sobrenaturales. ¡NO! Él hacía un milagro “solo” cuando quería dar una lección espiritual. Hay una parábola de enseñanza en cada milagro, que Jesús hizo. ¡Así qué! ¿Qué mensaje les quiere enseñar Jesús a Sus discípulos – y a nosotros mismas – en esta escritura?
Cuando nos encontramos en una tormenta… cuando somos probadas, afligidas, y sacudidas, como lo fueron los discípulos, cuando estamos confundidas y asustadas en la oscuridad, el Señor Jesucristo, viene a nosotras, con un mensaje de esperanza y confianza.
Pero ¿cuál era el propósito de Dios en esa tormenta? (1) Para que nos aferremos a Él, mientras nuestro bote se esté meciendo en la oscuridad, porque Dios tiene un propósito para cada tormenta. Noten que… Jesús hizo que sus discípulos entraran en la barca, que se adelantaran a la otra orilla. ¡Todo el viaje fue idea de Jesús!
Él propósito era de enseñarles una lección “de fe” a Sus discípulos, para que ellos pudieran ministrarle a la gente dolida… al otro lado del mar. Si tú estás luchando con la duda, Jesús “probablemente” te pondrá en situaciones que requieran fe.
Él quiere llevarte “más allá de ti misma”, y enseñarte más acerca de Él. Cuando realmente pongas toda tu confianza en Dios… ¡experimentarás a Dios completamente!
En esta vida hay varios tipos de tormentas. Una de ellas, es la tormenta de corrección. La tormenta de Jonás es un ejemplo “de una tormenta de corrección en la Biblia”.
Cuando Jonás se rebeló contra Dios -- y no quiso hacer Su voluntad -- Dios mandó una gran tormenta, corrigiendo la manera de pensar de Jonás. Y luego… ¡corrigiendo su camino! Si hemos decidido rebelarnos contra Dios, y desobedecerlo, hay una buena posibilidad, de que Dios “nos vaya a mandar una tormenta para corregirnos”.
¡Él puede usar cualquier cosa para corregirnos! Puede que nos mande problemas económicos, o problemas de salud. (2) En algún momento, nosotras podemos ser golpeadas por una de las tormentas de la vida, y preguntarnos, “¿Qué he hecho yo de malo?
Nos preguntamos “y nos preocupamos” acerca de algún pecado en nuestras vidas… ¡cuando puede que no se trate de eso! ¡Puede que sea una tormenta para perfeccionarnos! Estas tormentas son mandadas para madurarnos… ¡para hacernos más como Jesús!
Una tormenta como ésta -- viene -- no porque la merezcamos [en el sentido de disciplinarnos] sino porque la necesitamos. Los discípulos de Jesús necesitaban la tormenta que encontraron. ¡El plan de Dios era de edificar su fe! Quiero que noten aquí, “lo que tuvo que suceder” para llevar a cabo ese propósito:
Lo primero fue la oscuridad – el problema de seguridad. Era el momento más oscuro de la noche. Estaba tan oscuro en el Mar de Galilea, que los discípulos “con las justas” podían ver sus manos delante de sus caras. ¡Parecía que el bote iba naufragar!
También había el problema de la separación. Los discípulos estaban en medio del mar, pero Jesús estaba en la tierra. ¡Ellos se sentían solos! Jesús estaba en el monte orando, después de haber despedido a las multitudes. ¡Ellos no tenían “ni idea” donde estaba Jesús!
Y finalmente, hubo el problema del silencio. Aquí estaban ellos, en medio de la tormenta, clamando a Dios “muertos de miedo”, muy lejos de la orilla, y Jesús no fue a ellos inmediatamente. ¡Él parecía estarse tomando Su tiempo! ¿Te suena esto conocido? ¿Has estado alguna vez en una tormenta -- donde todo alrededor tuyo – parecía oscuro?
¡No parecía haber una respuesta…ni ninguna salida! ¡Te sentiste descorazonada, deprimida, abatida… y hasta desilusionada! Solo había desesperación a tu alrededor -- vientos huracanados -- ¡y Jesús no parecía estar por ningún lado! Todas hemos experimentado momentos como ese. ¡Y nunca son fáciles!
Pero quiero que sepan, que aun en las peores tormentas… ¡tú puedes sentirte segura y protegida! Los discípulos estaban seguros y protegidos en el Mar de Galilea, siempre y cuando, se quedaran en el bote. ¿Por qué? Porque eso era lo que Jesús les había dicho. La orden de Jesús era que se quedaran en el bote… ¡hasta que llegaran al otro lado!
1 Juan 2:17 dice, El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. ¿Qué si estos discípulos hubieran tratado de dar la vuelta, y regresar a tierra? ¡Ellos se hubieran metido en un gran problema! ¿Qué si ellos hubieran tratado de tirarse al mar, y nadar a la orilla?
Jesús hubiera tenido que buscar “doce nuevos discípulos”, porque “éstos” se hubieran ahogado. Lo que los discípulos necesitaban descubrir “en medio de su tormenta” era que Dios tenía un plan “en todo esto”. ¡Y el plan de Dios incluía quedarse en el bote hasta llegar al otro lado!
¡Ustedes y yo nunca conoceremos el plan de Dios para nuestras vidas… ni experimentaremos el propósito y poder de Dios… hasta que no nos encontremos absolutamente acorraladas… ¡y dependiendo de Él! ¿Has estado en esta situación?
En la vida, cuando atravesamos momentos de adversidad, muchas veces, nos sentimos como si Jesús nos hubiera dejado… ¡nos hubiera abandonado! En los Salmos, David se quejaba de que Dios parecía estar lejos e indiferente. Sin embargo, él sabía que Dios “a la larga” lo rescataría. ¡Y Dios lo hizo!
Cuando llegues al lugar en que Dios es todo lo que tienes… ¡descubrirás que Él es todo lo que necesitas! No creo que exista ninguna persona, que le guste estar en medio de una gran tormenta. Pero, como dice el dicho, “Si nunca tenemos un problema, nunca sabremos que Dios lo puede resolver.
¿Se acuerdan “al principio de este pasaje” que mientras los discípulos estaban “en medio de una tormenta”, Jesús estaba orando por ellos en el monte? Él no estaría presente en persona, pero estaba con ellos “en poder”. ¡Él no estará presente en persona contigo, pero está siempre orando por ti! Dios dice en Isaías 43:2,Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo.
Si tú supieras que Jesús estaba en la habitación de al lado “en este momento”, pronunciando tu nombre ante el Padre en oración, ¿no te sentirías confiada de que ninguna tormenta, “ni ningún reto de la vida” podría ser demasiado grande, que tú no podrías sobrellevar? ¡Dios tiene “un plan para ti” en esta tormenta!” ¡ASÍ QUÉ! ¡SIGUE ADELANTE!