Los padres están “más propensos” a darles a sus hijos “todo” … menos lo que más necesitan… ¡que es darles de su tiempo! Tiempo para escuchar, tiempo para entender, tiempo para ayudar, y tiempo para enseñar.
Proverbios 22:6 dice,Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él. Hay una gran diferencia entre “decirle a una criatura” y “enseñarle a una criatura.” Un proverbio danés, dice, “Lo que el niño aprende, la edad no lo olvida.”
El trabajo de enseñarles a los niños debe comenzar cuando son chiquitos. Después de los 7 años, su carácter ya ha sido formado, sus convicciones ya han sido grabadas, y su rumbo ya ha sido fijado. ¡La enseñanza del niño debe ser completa y firme!
Hay cuatro áreas “en la vida de un niño”, que deben ser alcanzadas y gobernadas: la mente, el corazón, la voluntad, y la consciencia. La primera área es la mente. Todo el sistema educativo de nuestra sociedad tiende a enfocar “la mente” en las prioridades del mundo, las filosofías, los placeres, la prosperidad, principios y elogios.
La meta de la educación secular es de preparar a los niños para tener éxito en este mundo solamente. La meta de los padres cristianos debe ser diferente. Ellos le deben enseñar a sus hijos “a fijar su vista” en el mundo por venir.
La segunda área que debemos alcanzar y gobernar es el corazón. Las emociones del niño deben enfocarse en Cristo. Jesús debe estar en el trono del niño desde un principio.
Cada niño viene equipado con la capacidad de amar, odiar, reír, llorar, desear, tener miedo, y tener esperanza. Los padres deben inculcar a sus hijos el miedo al pecado, inculcar el amor a Jesús, y satisfacer sus necesidades emocionales. Jesús es el amigo de los niños, y en nuestro deseo de alcanzar sus corazones, debemos estar llenas del Espíritu Santo.
La tercera área que debemos alcanzar y gobernar es la voluntad. Más que nada, los padres deben enseñarles a sus hijos la obediencia. Los padres deben exigir respeto, y obediencia desde muy niños, ya que los padres ocupan “el lugar de Dios” en las vidas de sus hijos.
Esa voluntad “tan terca e infantil” debe aprender a obedecer sin argumentar, ni tener una pataleta cada vez que se le dice “no”. Los niños, que no aprenden a respetar la autoridad de sus padres, aprenderán a desafiar toda autoridad.
Y la cuarta área que debemos alcanzar y gobernar es la consciencia. La consciencia es el conocimiento innato de lo bueno y lo malo, “dado por Dios” para regir el alma humana. Por si sola, la consciencia es un aguijón, en vez de ser una guía. Por eso es vital que la “consciencia” esté unida a la Palabra de Dios.
Los padres deben sentar “una buena base moral” al principio de la vida del niño o niña, enseñándoles los preceptos de la Biblia.
No hay mejor ejemplo “de esta verdad” que la vieja historia del hijo pródigo, que se encuentra en el libro de Lucas 15. Lo interesante del título “de esta parábola” es que Jesús contó toda esta historia, “no acerca del hijo”, sino más bien del papá. Esta parábola es, realmente, acerca del papá.
El papá parece tener el lugar central en el drama de sus dos hijos -- uno en su rebelión, y el otro en su autocompasión. La historia comienza en Lucas 15:11, cuando Jesús dice, Un hombre tenía dos hijos. El padre es el tema en esta parábola. Jesús pone “aquí” al padre en el papel principal… ¡no al hijo! ¡Así que! ¡Aprendamos de él!
Lucas 15:12-13 dice, Y el menor [de los hijos] le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Entonces el padre les repartió los bienes. 13Unos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos, a una provincia apartada, y allí dilapidó sus bienes llevando una vida disipada.
Este papá “fue lo suficientemente sabio” para saber que la manera de conservar a su hijo era de ser generoso… ¡y dejarlo ir! Aquí está el papá, preparado a defender la verdad “que él le había enseñado a su hijo” desde muy niño.
Aquí podemos ver la verdad de Proverbios 22:6 en todo su esplendor, Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él. Algunos padres se aferran “tan desesperadamente” a sus hijos … ¡que los pierden!
Este papá fue lo suficientemente sabio para saber” que hay momentos” en que hay que abrir la mano, y dejar que el hijo se vaya. En toda generación, hay siempre “algunos hijos pródigos” que deciden aprender las lecciones de la vida… ¡a la mala!
20-24Y así, [el hijo] se levantó y regresó con su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él. Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó. 21Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo.”
22Pero el padre les dijo a sus siervos: “Traigan la mejor ropa, y vístanlo. Pónganle también un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23Vayan luego a buscar el becerro gordo, y mátenlo; y comamos y hagamos fiesta, 24porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.” Y comenzaron a regocijarse.
¡Si! Eventualmente, el chico recapacitó y regresó a su casa, Y cuando todavía estaba lejos su padre lo vio y tuvo compasión de él.
El padre corrió para recibirlo con los brazos abiertos… ¡y darle la bienvenida! ¡No lo regañó! No le dijo, “¿Dónde has estado? “¿Cómo pudiste hacerle esto a tu madre?” ¡NO! ¡Simplemente lo recibió con los brazos abiertos!
El hijo llegó caminando… ¡pero el papá fue a él corriendo! No estamos hablando aquí acerca de un chico que llegó a casa “con el mismo espíritu rebelde que había tenido”, cuando se fue de la casa. ¡No! Ahora era un muchacho que estaba sinceramente arrepentido. Y aquí está su fiel padre “recibiéndolo con los brazos abiertos”.
25El hijo mayor estaba en el campo, y cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas. 26Entonces llamó a uno de los criados, y le preguntó qué estaba pasando. 27El criado le respondió: “Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha ordenado matar el becerro gordo, porque lo ha recibido sano y salvo.”
28Cuando el hermano mayor escuchó esto, se enojó tanto que no quería entrar. Así que su padre salió a rogarle que entrara. 29Pero el hijo mayor le dijo a su padre: “Aunque llevo tantos años de servirte, y nunca te he desobedecido, tú nunca me has dado siquiera un cabrito para disfrutar con mis amigos.
30Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras, ¡y has ordenado matar el becerro gordo para él!” 31 El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo.
32Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”
La característica más notable “de este padre modelo” es su presencia y su transparencia. Él está ahí para sus hijos sin importar cuales sean los problemas. El regalo más valioso que él les había dado siempre… ¡ERA SU PRESENCIA! Cuando las festividades y la fiesta de bienvenida estaban en todo su apogeo, ¿dónde estaba el papá?
Lo vemos afuera “con su hijo mayor” que se sentía herido, asegurándole cuanto lo amaba y lo apoyaba. ¶ Todas nosotras necesitamos padres como éste, “un padre con manos abiertas” , y con la suficiente sabiduría para saber, que la manera de perder a nuestros hijos es de aferrarnos a ellos “tan fuertemente”.
Y la forma de mantenerlos cerca “es de dejarlos ir” cuando llegue el momento. Necesitamos ser padres y madres con brazos abiertos, siempre listos para dejarlos ir… cuando están listos para un nuevo comienzo. Y necesitamos ser padres y madres con corazones abiertos, que sean transparentes y alentadores.
El verdadero mensaje “de esta parábola de Jesús” es que nuestro Padre Celestial trata con nosotros de la misma forma “como este padre lidió” con su hijo pródigo. Que nuestro Dios Padre, tiene manos abiertas hacia nosotros. ¡No somos títeres! ¡Somos gente de verdad! Y el amor que le damos a Dios “voluntariamente” es indescriptiblemente valioso para Dios.
Él también nos da el encuentro con los brazos abiertos. Y nunca fueron “esos brazos abiertos tan amplios” como lo fueron en la cruz. Finalmente, Dios nos muestra Su corazón abierto. Él lo abrió “en el Calvario” para que todo el mundo lo viera… ¡y Él nos invita a que corramos a Sus brazos hoy!
Enrique Longfellow dijo que la parábola del hijo pródigo es la pequeña historia “más grandiosa” jamás escrita en la Biblia… ¡y fuera de ella! Esta parábola es un retrato vívido de una profunda verdad bíblica: Enseña al niño a seguir fielmente su camino, y aunque llegue a anciano no se apartará de él. ¿AMEN?