Durante la Segunda Guerra Mundial, los bombarderos B-17 hacían largos vuelos desde los Estados Unidos a la Isla Saipán del Pacifico. Cuando aterrizaban ahí, los aviones eran recibidos por un jeep con un cartel que decía, “SIGUEME”. El pequeño vehículo guiaba a estos gigantescos aviones “a sus lugares asignados” en el área de parqueo.

Un piloto, que admitía no ser un hombre religioso, hizo un comentario bien interesante: “El pequeño jeep “CON SU SIMPÁTICO CARTEL ‘SIGUEME’” siempre me hace acordar a Jesús. Él era un humilde campesino. Sin embargo, los grandes hombres y mujeres de nuestro tiempo, estarían perdidos sin Sus instrucciones.”

Siglos después “que nuestro Salvador caminara las calles y colinas de Israel”, el mundo, “con todos sus avances” todavía necesita Su ejemplo e instrucciones. Cuando Sus maneras no son seguidas, ahí es donde los problemas y las maldades surgen en nuestro mundo –incluyendo la inmoralidad, el crimen, y la codicia.

¿Cómo puedes “tú” seguir los caminos de Dios? Entregándole tu vida a Jesús, y apartándote del pecado. Luego, buscando hacer Su voluntad, leyendo Su Palabra todos los días, y poniéndola en práctica en el poder del Espíritu Santo, que vive en ti.

Aprende a negarte “a ti misma…” a tus deseos egoístas, y entrégate completamente a seguir a Jesús.

Jesús les dijo a la gente y a Sus discípulos en Marcos 8:34, Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.

¡La cruz es para todos aquellos que siguen a Jesús! ¡JESUCRISTO NOS GUÍA CARGANDO ÉL MISMO SU CRUZ! Y nosotros, Sus seguidores, seguimos Sus pasos, cargando nuestras propias cruces. ¿Cuáles son nuestras cruces? Nuestras cruces no son simples pruebas y dificultades. ¡NO!

Un vecino pesado y gritón no es tu cruz. La artritis no es tu cruz. La presión económica no es tu cruz. Los vecinos, las enfermedades, y las finanzas no son tus cruces. ¡SON PARTE DE LA VIDA! Son las cosas comunes que les pasan a los cristianos, y a los no cristianos.

La cruz viene de caminar “específicamente en los pasos de Cristo”, abrazando Su vida. Viene de ser “humilladas” porque hemos aceptado el camino angosto de la cruz… ¡que es Jesús! Él es “el camino, y la verdad, y la vida.”

Viene de vivir la ética sexual y de los negocios “a la manera de Cristo” en el mercado y el mundo. Viene de hacer “lo mejor posible” en medio de circunstancias difíciles, por el bien del evangelio.

La cruz implica renunciar a “nuestro derecho” al futuro que habíamos estado esperando. Tomar nuestra cruz significa “declarar” que nuestro futuro le pertenece “exclusivamente a Dios”. Morimos a vivir nuestra vida “a nuestra manera,” y comenzamos una nueva vida “a la manera de Dios”.

Hay tres cosas, “obvias” con respecto a Jesús: (1) La increíble honestidad de Jesús. Nadie puede decir que fue empujado a seguir a Jesús, mediante pretextos falsos. Jesús nunca trató de sobornar a nadie, ofreciéndoles un camino fácil. ¡NO! ¡Él no ofreció la paz! ¡Él ofreció la gloria!

Decirles a los discípulos “que tenían que estar listos a tomar su cruz”, era decirles que debían estar listos a ser considerados criminales, y hasta posiblemente, morir. Jesús nunca buscó “atraer a nadie a sí mismo” ofreciéndole un camino fácil. ¡Para nada!

Él buscó la forma de desafiar a hombres y mujeres, despertando en sus almas “la osadía y el valor moral”, ofreciéndoles algo que sería grandioso… ¡PERO DIFÍCIL! Él vino “no para hacer la vida fácil, “sino a retar a la gente” a alcanzar la grandeza.

(2) Jesús nunca le pidió a nadie, que hiciera o que se enfrentara a nada, que Él mismo no estuviera dispuesto hacer. Esta es realmente la característica de un líder… ¡que la gente quiere seguir!

(3) Si queremos seguir a Jesús, debemos decirnos “no” a nosotras mismas… ¡Y SI A CRISTO! Debemos decir “no” a nuestro amor por lo fácil y lo cómodo. Debemos decir “no” a cada acción basada en el egoísmo, y en nuestra propia voluntad.

Debemos decir “no” a los instintos y a los deseos, que nos hacen querer “tocar y probar” las cosas prohibidas. ¡Más bien, debemos decir “si” a la voz de orden de Jesucristo!

Debemos decir “como Pablo” en Gálatas 2:20, Pero con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Cuando la gente considera los requisitos del cristianismo, su primera pregunta, es muchas veces, “¿A qué tendré que renunciar?” Quieren saber si ya no van a poder bailar, fumar, tomar trago, usar drogas, o acostarse con cualquiera. La lista es larga, y cambia con el tiempo.

Pero Jesús lo dijo bien claro: Que lo que Él quiere… ¡abarca muchísimo más que eso! Él quiere que renunciemos a nosotras mismas. Tú no puedes seguir a Jesús, si no tomas tu cruz primero… ¡y renuncias al derecho a tu propia vida! Tú nunca podrás tomar tu cruz, si sigues enfocada en ti misma… ¡en vez de estar enfocada en Dios!

La primera acción que debemos tomar es de negarnos a nosotras mismas, “y el primer paso para lograr esta meta” es de admitir que somos, por naturaleza, egoístas y cautivas del pecado. Romanos 3:23 dice, Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.

Jesús recalcó que debíamos decirle “no” a nuestro egoísmo, así como nosotros exigimos “que nuestros hijos pequeños” no coman dulces antes de la comida. El egoísmo “estuvo al centro” del primer pecado de Adán y Eva. Ellos escogieron “no prestarle atención al mandato de Dios”, y satisfacer su propia curiosidad y deseo.

Pero los cristianos deben aprender a decir “no” a todo aquello que contradice lo que Dios pide de nosotras. Una vez que hemos comenzado a practicar este principio, nuestras vidas se volverán más y más centradas en Dios, y en otras personas; en vez de estar centradas en nosotras mismas.

35Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá, y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará. “Perder nuestra vida” implica renunciar a nuestra búsqueda incansable de posesiones materiales.

Si nosotras tratamos de proteger nuestras vidas “acumulando todas las riquezas que podamos”, las perderemos al final. Pero si le entregamos a Dios nuestras vidas, ganaremos todo, a fin de cuentas. Intercambiaremos “lo temporal y material” por lo permanente y espiritual.

¿Qué es lo que tenemos que dejar para seguir a Jesús? La respuesta es muy simple. ¡TODO! ¿Pero que ganamos haciendo esto? La respuesta es muy simple ¡TODO!

Antes de entregarle mi vida a Jesús hace 25 años, yo pensaba que lo tenía todo. O casi todo. Un buen matrimonio, una bella casa, y un buen negocio. Viajaba “por trabajo” por todo sud-américa, y me daba muchos gustitos. Pero al mes de haberme entregado a Jesús, todo en mi vida cambió… para mal. ¡Perdí mi negocio! ¡Hasta casi pierdo mi casa!

El Señor tuvo que quitarme todo lo material, para que yo comenzara a anhelar lo espiritual. Mi relación con Jesús se hizo más fuerte y bella. Asistí a la Escuela de Ministerio de mi Iglesia. Comencé a crecer en el Señor.

Dios me quitó todo “lo que yo creía que era lo mejor”, pero me dio “mucho más” de lo que yo me hubiera imaginado. Dios abrió la puerta para que enseñara la Biblia a la mujer hispana. Hoy en día, tengo muchas enseñanzas bíblicas “en videos cortos” en Facebook y YouTube, y en mi página web.

Doy conferencias bíblicas en español en los Estados Unidos, México y Sud-américa. Jesús me quitó lo bueno… ¡PARA DARME LO MEJOR! ¡NO HAY NADA MÁS HERMOSO QUE CAMINAR DE LA MANO DE JESÚS!

Si tú quieres alinearte a los propósitos de Dios, y que tu vida cambie para mejor, responde a la maravillosa invitación que Jesús te hace hoy… ¡SIGUEME!