Si has viajado al extranjero -- a Nueva York, a Londres, a Paris -- o aun si te encuentras en tu propio país -- sabes que hay una “fascinación” por la moda. ¡A mucha gente “le encanta estar vestida” a la última moda!
Mucho de esto viene “de la promesa” que tú te puedes convertir “en una nueva mujer.” Ustedes habrán visto los anuncios típicos de… ¡ANTES Y DESPUÉS! La foto de una mujer simple, tristona, y sin mucha confianza en sí misma.
Pero después de haber estado en un “gran salón de belleza”, de que le hayan pintado el pelo de diferente color, dado un gran corte de pelo, le hayan puesto un maquillaje espectacular, y vestido con buena ropa, se convierte en una persona nueva, atractiva, vibrante y, segura de sí.
Ahora su esposo y sus hijos la aman… ¡y ella es cotizada por todo el mundo! ¿Y colorín colorado? ¡SI! Esos son los cuentos que nos dan, ¿no es cierto? Lo que el mundo de la moda promete “es un nuevo nacimiento” por medio de la ropa. ¡Y esto se vende y se vende y se vende!
El problema es “que la ropa solamente” no puede hacer a la mujer – ¡solo puede cubrir a la persona que realmente es! ¡La ropa puede embellecer la imagen… ¡SI! ¡pero no puede embellecer el alma!
Efesios 4:22-24 dice,En cuanto a su pasada manera de vivir, despójense de su vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos; 23renuévense en el espíritu de su mente, 24 y revístanse de la nueva naturaleza, creada en conformidad con Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Vivir la vida cristiana debería ser “tan natural para nosotras” como cambiarnos de ropa. Nos quitamos la vieja y nos ponemos la nueva. La vieja puede haber sido cómoda, pero está sucia y pasada de moda en nuestro nuevo reino. La nueva moda es el estilo del reino del cielo… ¡y nos hará parecernos “a Dios” cada vez más.
Nuestra responsabilidad es de quitarnos “continuamente” lo que ya no es apropiado, y ponernos la ropa que Dios nos ha dado. Sin embargo, muchas de nosotras estamos yendo por el camino equivocado. Decimos ser ciudadanas del nuevo reino… ¡pero seguimos usando la moda antigua!
Es posible que nos mezclemos con el reino antiguo, pero ya no tenemos esa identificación. Ahora tenemos la identificación que corresponde al nuevo reino… ¡PERO A VECES, NOS DEMORAMOS EN ADAPTARNOS! ¿Estás dispuesta a mantenerte firme para el reino de Dios? ¿o sigues tratando de aferrarte a tu antigua ciudadanía? … ¡DÉJALA IR!
22En cuánto a su pasada manera de vivir, despójense de su vieja naturaleza, la cual está corrompida por los deseos engañosos.
Imagínate “tener ropa nueva” que te hace lucir cada vez mejor, día tras día. Esta ropa nunca pasa de moda, nunca se destiñe cuando la lavas, y nunca se vuelve aburrida. La gente te verá diferente, elegante, y siempre lista para cualquier ocasión. La gente no siempre estará de acuerdo con tu sentido de estilo, pero no podrá decir que no tienes un estilo propio.
El Nuevo Testamento dice “que nosotras tenemos ropa nueva”. Pablo no está hablando acerca de la ropa que la gente de Israel se ponía en el siglo primero. ¡NO! Él habla “que la ropa nueva” -- ES EL CARÁCTER DE AQUELLOS QUE AMAN A JESÚS -- y que están siendo conformados a Su imagen.
23Renuévense en el espíritu de su mente.
Debemos cambiar nuestra manera de pensar. ¡SI! Tu estilo de vida tiene que ser controlado por tu mente. ¡Las cristianas no debemos regresar al antiguo estilo de vida, que vivíamos antes de Cristo!
Debemos deshacernos de esa ropa que nos hacía sentirnos “muy cómodas” en la cultura de este mundo y, debemos vestirnos “como aquellos” que viven en el Reino de Dios. Después de todo, ¡queremos encajar! ¿No es cierto?
¿Qué declaración “de la moda” estás haciendo con tu carácter? ¿Tu manera de vestir “encaja mejor” en la cultura del mundo, o en la cultura del Reino de Dios? Cuando tratamos de encajar en todas partes, “nos damos cuenta”, que no encajamos en ninguna parte.
Ustedes tienen que decidir a qué grupo quieren encajar. Y luego, … ¡vestirse apropiadamente! A lo que deciden, recuerden esto: Las ropas del Reino nunca se destiñen, nunca pasan de moda, y nunca están fuera de lugar. Son, “después de todo”, ¡las mismas ropas que se pone el Rey!
¡Él nos las da libremente! Pero Él no acepta “ninguna excusa” por no ponértelas. ¡Esta ropa está disponible “para todas” las que quieran ponérsela!
Nosotras no tenemos el poder de cambiar nuestros corazones. ¡Pero si tenemos el poder de cambiar nuestras mentes! “Si yo dejo de justificar esa actividad o ese mal hábito – si cambio mi mente… ¡Dios cambiará mi corazón! Pero Él no cambiará mi corazón… ¡hasta que yo no cambie mi mente!
Una noche “en la iglesia” la gente escuchó una predicación “muy buena” de a un pastor colombiano. Él era joven, refinado, y muy buen mozo. Después del servicio, María invitó a un grupo de amigas para que fueran a su casa, a tomarse un cafecito.
Mientras tomaban su café, María preguntó, “¿Les gustó el predicador de Colombia?” Una contestó, “Ay, fue excelente.” Otra dijo, “Me encantó como hablaba. Su presentación fue súper clara.” Otra dijo, “Me pareció muy elocuente”.
Otra mencionó, “Me encantó lo bien que se sabía la Biblia. Él abrió mi corazón “a la verdad” de una manera muy bella.” Y a Teresita, que estaba muy callada, le preguntó, “¿Y tú, Teresita, ¿qué pensaste de él?”
Ella respondió, “Había algo en él… ¡que tocó mi corazón! En mi opinión, él ha sido “el pastor más parecido a Jesús” que jamás he escuchado. ¶ ¿No nos gustaría “que alguien viera a Jesús en nosotras” de la misma forma?
No dejemos pasar una noche en que no nos arrodillemos ante Dios, reconociendo nuestros defectos y deficiencias. Pero a lo que caminamos con Jesús, y buscamos Su verdad “en amor” y, crezcamos más en Él, ¡con el tiempo… ¡nos volveremos más como Él!
24Y revístanse de la nueva naturaleza, creada en conformidad con Dios en la justicia y santidad de la verdad.
Nuestra antigua manera de vivir, es decir, como vivíamos antes de creer en Cristo, pertenece totalmente al pasado. Debemos olvidarnos de ella, como nos olvidamos de la ropa vieja que hemos botado. Tomamos, de una vez por todas, la decisión de aceptar el regalo de la salvación… ¡que Cristo nos da!
Pero también es un compromiso diario de no dejarnos llevar “por nuestros viejos impulsos y deseos”, sino de ponernos la nueva naturaleza “que Dios nos da” -- siguiendo la guía del Espíritu Santo -- y, dejando que Él renueve nuestra manera de pensar. Nosotras “tendremos la nueva naturaleza” … ¡SOLO SI SOMOS CRISTIANAS!
Nosotras recibimos “la vieja naturaleza” cuando nacimos a este mundo. Y Dios nos dio la nueva naturaleza, cuando nacimos de nuevo, en Cristo. ¡La nueva naturaleza no es obra nuestra! Es la creación de Dios… ¡es nuestro regalo! Debemos “tener en cuenta” que no nos ponemos la nueva naturaleza… ¡simplemente quitándonos la vieja! ¡NO!
Ahora necesitamos ponernos el fruto del Espíritu, que es el amor, la paz, el gozo, la paciencia, y otros frutos. ¡Por eso debemos leer la Palabra! ¡Debemos pedirle a Dios que renueve nuestras mentes por medio de Su Espíritu! ¡Debemos “hacer las cosas” que nos ayudarán a desarrollar una mente bíblica!
¡DEBEMOS PONERNOS LO QUE SOMOS REALMENTE!... ¡LAS PRECIOSAS HIJAS DE DIOS!