Un hombre fue “a un estudio de fotografía” a tomarse una foto. Pero al ver la foto, se puso furioso con el fotógrafo, y más furioso todavía, con la fotografía misma. A grandes zancadas, regresó al estudio, y le dijo al fotógrafo, “¡Mire esta foto! ¡Esta foto no le hace justicia a mi persona!” El fotógrafo lo miró, y le dijo, “Señor, con una cara como la suya, usted no necesita justicia… ¡lo que necesita es misericordia!
Daniel 9:2, dice, Yo, Daniel, logré entender en los escritos el número de años que el Señor había anunciado al profeta Jeremías: la desolación de Jerusalén habría de durar setenta años. 3Volví entonces mi rostro a mi Dios y Señor, para pedir su ayuda con oración y ruego.
Daniel era un chiquillo cuando Jerusalén fue conquistada por Babilonia. En un momento -- en un abrir y cerrar de ojos -- él fue transformado de ser “casi realeza” a ser un cautivo. ¡Él era solo un muchachito! Su ministerio abarcó el periodo “de los setenta años de la cautividad” profetizado acerca de los judíos en Babilonia.
Daniel tendría unos 18 años, cuando Nabucodonosor apareció en la escena. La llegada de los babilonios debe de haber dejado “turulatos” a la gente de Jerusalén y Judea. ¡Todos sabían lo que la llegada de los babilonios significaba! El profeta Jeremías lo había proclamado por años – y él mismo había pagado “un precio bien alto” por eso.
La caída de Jerusalén “daba la impresión” de que los dioses paganos habían triunfado “sobre el verdadero Dios de Israel”. Nabucodonosor quemó el templo de Dios y hasta se llevó los utensilios sagrados del Señor, y los puso en el templo de su propio dios en Babilonia.
Dios había hecho un pacto con la gente de Israel, prometiéndoles que Él cuidaría de ellos y los bendeciría… ¡si ellos obedecían Sus estatutos! Pero si ellos desobedecían, Él los castigaría y los esparciría entre los gentiles. Dios quería que Israel fuera “una luz para los gentiles” y que revelaran las glorias del verdadero Dios.
Sin embargo, los judíos se volvieron “como los gentiles” y adoraron a sus dioses falsos. Los reyes malos, los lideres del reino, los profetas falsos “y los sacerdotes desleales” fueron la causa de la decadencia moral de los israelitas, y la destrucción de la nación.
Volví entonces mi rostro a mi Dios y Señor, para pedir su ayuda con oración y ruego. Daniel era un hombre que leía la Palabra de Dios con frecuencia, y la estudiaba cuidadosamente. Y si Daniel amaba leer y escudriñar las Escrituras… ¡con mayor razón nosotras!
Cuando Daniel llegó al capítulo 25 de Jeremías, vio que Jeremías había predicho que Nabucodonosor y los babilonios se llevarían a los judíos cautivos. Dios permitió esto porque ellos -- no solo habían adoptado la idolatría -- sino que ignoraban la Palabra de Dios “constantemente”, especialmente en lo que se refería al año sabático.
¿Qué era el año sabático? Según Levítico 25, cada siete años, la gente de Dios debía dejar de cultivar la tierra. ¡La tierra tenía que descansar! Hoy en día, sabemos “agrícolamente y científicamente” el por qué esto era tan importante. ¡Ellos debían hacerlo, simplemente, por fe, y en obediencia a Dios!
En el sexto año, el Señor les daría una cosecha doble -- para que no les faltara “nada que comer en el séptimo año. Pero por cuatrocientos noventa años… ¡los israelitas habían ignorado este mandato de Dios! En otras palabras, la tierra se perdió setenta años de descanso.
Por lo tanto, el Señor le dijo a Jeremías, que Su gente seria llevada cautiva por setenta años, para que cuando ellos estuvieran exilados… ¡la tierra pudiera descansar! ¡Ahora los setenta años se habían cumplido! ¿Qué debía hacer Daniel? Volver su rostro a Dios, para pedir su ayuda con oración y ruego.
Los escritos de Jeremías -- no solo estimularon la curiosidad de Daniel -- sino que conmovieron su corazón para que hiciera algo al respecto. ¡Y ese es siempre el propósito de una profecía! Después de leer la profecía… ¡Daniel se sintió motivado a orar! Él podría haberse quedado “bien sentadito” a esperar… ¡sabiendo que Dios cumpliría Su promesa!
Él podría haberle dicho “a todo el mundo” que empacaran sus maletas, porque el momento de regresar a Jerusalén… ¡había llegado! Pero ¿qué es lo que Daniel hace en vez?
¡ÉL SE PONE A ORAR! Él no asume que el cumplimiento de la promesa “se llevaría a cabo” así como así.
Daniel comprendió que las promesas de Dios “casi siempre requieren fe” por parte del que las recibe… ¡antes de que se cumplan. Él sabía que Dios no los iba a liberar hasta que no hubiera un arrepentimiento general. Así que Daniel comenzó a orar intensamente, volcando su corazón a Dios… ¡y rogando para que la promesa se cumpliera!
4Y ésta fue mi oración al Señor mi Dios; ésta fue mi confesión: Señor, Dios grande y digno de ser temido, que cumples tu pacto, “y tu misericordia” con los que te aman y cumplen tus mandamientos: 5Hemos pecado, hemos hecho lo malo, hemos sido impíos y rebeldes; ¡nos hemos apartado de tus leyes y mandamientos!
A pesar de que nunca dudamos de la integridad de Dios, Sus promesas a los seres humanos son, muchas veces, condicionales. El pueblo escogido comenzó con la fe de Abrahán, y la fe siempre determina la diferencia entre la bendición y la maldición.
Para que la promesa se cumpliera, ¡alguien tenía que creer! ¡Y Daniel creyó! ¡Él dio el paso al frente! Le dolía -- en lo más hondo de su corazón -- pensar que Dios estaba velando sobre Su Palabra, mientras que la gente de Dios, la estaba ignorando. ¡Daniel sintió la necesidad de orar con pasión y fervor!
Muchas veces, la gente no ora porque ellos no han estudiado ni meditado en la Palabra. Cuando tratan de orar, ellos no saben de qué hablar. ¿Saben qué? A Dios le encanta conversar, y Él inicia la conversación por medio de Su Palabra. Por eso es tan importante leer la Biblia. ¡Estudiarla y memorizarla! Cuando leo las Escrituras, ¡descubro las cosas, que debo de hablar con Dios, en la intimidad de la oración!
Una vez escuché, que el gran evangelista Dwight Moody estaba ocupado preparándose para hacer una gira evangelística. Mientras que él estaba en su estudio, ocupado con sus libros y sus mensajes, su hijito de ocho años entró. Moody le preguntó, “Qué es lo quieres, mi niño?” El chiquito respondió. “Yo no quiero nada, papi. Solo quiero estar donde tú estás.”
¡Ahí es donde nosotras queremos estar en nuestras vidas! Estar en ese lugar donde podemos decir, “Señor, yo solo quiero estar donde tú estás. ¡Tú eres grande y poderoso! Me gusta pasar tiempo contigo, Señor.” Cuando Dios dice que Él va hacer algo… ¡Él anima a Su gente a buscarlo!
Una profecía “es mucho más que dar una simple información. ¡Es una información “para que nosotras” hagamos algo al respecto! ¡Nunca es impropio pedirle a Dios que haga lo que ha prometido hacer! ¿Qué promesa te ha hecho Dios, que quieres que Él cumpla? La oración de Daniel incluye cuatro cosas muy importantes: (1) El comienza con la adoración.
Cuando reconocemos el poder increíble de Dios, nuestro entendimiento de Su grandeza crece. (2) Él hace una honesta confesión. Aquellos que adoran a Dios se ven “así mismos” como lo que son: pecadores que necesitan el perdón de Dios. (3) Él hace una petición sincera. Y (4) Daniel termina su oración con una motivación santa.
La oración de Daniel enfatiza la gloria de Dios. La oración más efectiva tiene los intereses de Dios en mente – Su fama, Su gloria. ¡Esta debe ser la motivación máxima cuando oramos!
17Dios nuestro, ¡oye la oración de este siervo tuyo! ¡Oye sus ruegos, Señor, y por tu amor, has resplandecer tu rostro… 19¡Señor, Señor, ¡óyenos y perdónanos! ¡Préstanos atención, Señor, ¡y actúa!
Por amor a ti mismo, Dios mío, ¡no tardes!, que tu nombre se invoca sobre tu ciudad y tu pueblo. 18Nosotros confiamos en tu gran misericordia.
¡SI! ¡La misericordia es el tema de la historia de Dios! La misericordia es el hilo que atraviesa toda la Escritura. ¡La misericordia es la razón por la cual Jesús vino!”
La misericordia es lo que tu desesperado corazón necesita. La misericordia es lo que te da consuelo en tus momentos de debilidad, y te da esperanza durante las pruebas.
La misericordia puede hacer lo que la ley no puede hacer. La misericordia no solo te da el encuentro en tu lucha… ¡sino que te garantiza que algún día tu lucha terminará!
La misericordia es “lo que este mundo quebrado por el pecado” anhela.
La misericordia triunfa donde la justicia no puede triunfar. ¡Cantaremos y celebraremos por toda la eternidad!
Me encantan las palabras de Jeremías en Lamentaciones 3:22-23, Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva!
Deja que estas palabras “tan maravillosas” penetren tu corazón. Si eres hija de Dios, estas palabras describen tu identidad y tu esperanza. Ellas te dan una razón para levantarte por la mañana… ¡y de seguir adelante! Te dan la oportunidad de ofrecerle misericordia a las personas alrededor tuyo.
¡Dios te ama! ¡Su amor nunca deja de ser! ¡Su misericordia se renueva cada mañana! ¡SI! ¡La misericordia de Dios es perfecta para las necesidades de tu día. Todas recibiremos la misma misericordia, pero no nos vendrá “a todas” de la misma forma.
Dios sabe quién eres, donde estás… ¡y a lo que te estás enfrentando! En una combinación de conocimiento, poder y compasión, Dios “te da el encuentro” con la cantidad exacta de la misericordia que necesitas… ¡para este momento!