Las buenas historias nos hacen decir, “¡Uy! ¡Esa soy yo!” Las historias que Jesús contó tienen el mismo efecto. Cuando las leemos debidamente “nos vemos a nosotras mismas” de una forma nueva. Sin embargo, las parábolas son más que espejos. ¡Son las ventanas al corazón y mente de Dios!

Además de revelar lo que somos, ¡las parábolas nos ayudan a conocer a Dios! Como estas historias son tan familiares, muchas veces, no escuchamos “realmente” lo que Jesús está diciendo. Así que, ¡sentémonos a los pies de Jesús y escuchemos esta historia, como si fuera “la primera vez” que la escuchamos.

En Lucas 19 la expectativa del reino había llegado a un punto cumbre entre Sus seguidores, no solo porque estaban cerca de Jerusalén, sino también, porque ellos suponían que el reino de Dios aparecería en cualquier momento. ¡Qué emoción!

Jerusalén estaba a solo veintisiete kilómetros de distancia, y la Pascua estaba al llegar. Las multitudes se agolpaban -- desde Jericó hasta la ciudad santa. Jesús era el Hijo de David. Él iba a reestablecer el trono de David. Él se estaba llamando “a sí mismo” - El Hijo del Hombre.

La gente había visto Su poder sobrenatural, una y otra vez. Y ahora, con los veintisiete kilómetros de ascenso a la ciudad santa ante ellos, esperaban que lo viejo pasaría, y lo nuevo vendría. Su ferviente expectativa del reino estaba alcanzando un punto culminante.

Así que Jesús comienza contándoles una parábola en Lucas 19:12-13, Un hombre noble se fue a un país lejano, para recibir un reino y volver. 13el noblellamó a diez siervos suyos, les dio diez minas, y les dijo: Hagan negocio hasta que yo vuelva.

Una mina era el equivalente a tres meses de salario. Noten que él señor les dio “a todos sus servidores” la misma cantidad -- una mina a cada uno. La mina es el evangelio. ¡Un seguidor de Cristo es un administrador del evangelio! Por eso, Pablo dice en 1 Tesalonicenses 2:4 “Hablamos porque Dios nos aprobó “y nos confió” el evangelio.

Cada creyente recibe “el mismo capital de inversión” para su vida cristiana. No importa si hayas sido Martin Lutero, la reina Isabel, o la Madre Teresa. Todos tenemos las buenas nuevas de Jesucristo y Su maravilloso efecto en nuestras vidas. ¡Y todos tenemos el mismo mandato! Hagan negocio hasta que yo vuelva, dijo Jesús.

Debían de comerciar de forma práctica. Debían de mantenerse ocupados con las responsabilidades, que el rey les había dado. ¡Cada una de nosotras debe de invertir “en la inversión” que Cristo ha hecho en nosotros!

¡Debemos multiplicar nuestro capital espiritual –debemos invertir en el evangelio – y aumentar el rendimiento de las buenas noticias de la salvación, por medio de Cristo! La parábola de las minas es muy diferente a la parábola de los talentos.

La parábola de los talentos pone el énfasis en los diferentes dones y habilidades de los siervos del Señor. ¡No todos tenemos los mismos talentos! Por otro lado, en la parábola de las minas, cada siervo recibe la misma cosa – una mina. La parábola de las minas enfatiza nuestra fidelidad de compartir el evangelio.

Hasta que nuestro Señor regrese, “es nuestra responsabilidad y privilegio” trabajar Sus intereses en el mundo. La cosa importante aquí no es tanto la cantidad, sino el hecho que cada uno de los diez siervos recibió “la misma cantidad”. ¡Recuerden! La mina representa el evangelio.

Sin importar cuales sean nuestras habilidades, todos tenemos “el mismo evangelio que comunicar”. El orador más brillante “en uno de los púlpitos más prestigiosos del mundo” no tiene un mejor evangelio, que el predicador más inepto. ¡El mensaje del evangelio es el mismo! ¿Pero solo una mina?

Si, ¡el Señor les encomendó “una mina” a cada uno de sus siervos! Les dijo, “Aquí tienen todo lo que necesitan”. El mundo alardea de sus políticas, cultura y religión. ¿Y cuál es la respuesta de Dios? Es el maravilloso evangelio comunicado por algunos creyentes humildes.

Contra todos los grandes nombres del mundo, y todos sus hombres poderosos, Dios pone a Su David, a un simple muchachito con una honda y una piedra. ¡Nosotros tenemos todo lo que necesitamos! ¡Tenemos una mina! ¡Tenemos el evangelio! Y el noble Señor se fue, dejando a un pequeño grupo de hombres, con la comisión de que hicieran capital para Su Señor mientras “este” se encontrara fuera.

14Pero sus conciudadanos lo aborrecían, y enviaron tras él una embajada, diciendo: No queremos que éste reine sobre nosotros. A su debido tiempo, el Señor regresó, y mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno.

16Vino el primero, diciendo: Señor, tu mina ha ganado diez minas.17Él le dijo: Está bien, buen siervo; por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás autoridad sobre diez ciudades.18Vino otro, diciendo: Señor, tu mina ha producido cinco minas.19Y también a éste dijo: Tú también sé sobre cinco ciudades.

Ambos siervos hicieron lo que pudieron con sus respectivas minas, es decir, con sus oportunidades de compartir el evangelio. El primero y el segundo sirviente habían ganado 1,000 % y 500 % respectivamente en sus inversiones. Y fueron humildes al respecto, sin atribuirse ningún crédito a sí mismos.

Señor, tu mina ha ganado… tanto y tanto… ambos dijeron. Ellos manejaron sus inversiones bien y, sus recompensas excedieron toda expectativa. Pero había algo mucho más grande “deparado para ellos que solo ser agentes”, como lo explica Helmut Thielicke…

El esplendor de las ciudades, separadas para ellos, será menos importante, que el hecho de que ahora son los virreyes del Señor y, por lo tanto, los más cercanos a Él. Tendrán acceso a Jesús, y hablarán con Él en todo momento.

Su recompensa será, que al final, el Señor los recibirá con honores, y podrán tener el privilegio de hablar y vivir con Jesús para siempre. El cielo no consiste de recibir túnicas blancas, y coronas celestiales, sino más bien, en lo que nos volveremos – en los acompañantes de nuestro Rey.

La recompensa de los fieles sirvientes de Cristo “será una intimidad eterna” con Jesús. Ellos serán Sus agentes, virreyes y confidentes. La recompensa eterna “no es el descanso” sino la responsabilidad que tendremos mientras trabajamos con Cristo en nuevos proyectos espirituales increíbles.

20Y vino otro, diciendo: Señor, aquí está tu mina, la cual he tenido guardada en un pañuelo;21porque tuve miedo de ti, por cuanto eres hombre severo, que tomas lo que no pusiste, y siegas lo que no sembraste.22Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo.

Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré;23¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en el banco, para que al volver yo, lo hubiera recibido con intereses?

¡Este hombre no había hecho ninguna inversión! Él simplemente había guardado la mina. ¡No había compartido el evangelio con nadie! Y sus pensamientos acerca de su Maestro eran insultantes. ¡No eran basados en la verdad!

El problema no era la mina. Cada persona “que negoció con ella” obtuvo alguna ganancia. Nadie podía decir que había perdido la mina ni que la había malgastado. ¡Nosotros tenemos la Palabra del Espíritu Santo! ¡SI! ¡Nosotros tenemos el evangelio!

Dios nos dice en Isaías 55:11, Así también mi palabra, cuando sale de mi boca, no vuelve a mi vacía, sino que hace todo lo que Yo quiero, y tiene éxito en todo aquello para lo cual la envié.

Howard Marshall hizo el siguiente comentario: “Tal parece que el sirviente había tenido miedo de que no recibiría ninguna recompensa por su trabajo. Qué toda la ganancia sería para su Maestro.

También habría tenido miedo, qué si él perdía el capital, tendría que pagárselo al patrón.” Este cristiano malo calumnió a Dios en su corazón, y guardó lo que había recibido de Cristo.

24Y dijo a los que estaban presentes: Quítenle la mina, y denla al que tiene las diez minas. 25Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas.26Pues yo les digo que a todo el que tiene, se le dará; más al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.

Las obras de este hombre fueron quemadas, aunque “él mismo” se salvó. Pablo dice 1 Corintios 3:15, Si la obra de alguno se quema, él sufrirá pérdida, si bien “él mismo” será salvo, aunque así, como por fuego.

Uno tuvo más éxito que el otro, pero el Señor no tuvo ningún problema evaluando y premiando sus diferentes habilidades, oportunidades, y actividades. Fue así como el evangelio se propagó durante los primeros días de la iglesia. ¡Fue así como una mina aumentó!

La gente fue salvada, las iglesias fueron fundadas, y el fuego del avivamiento expandió la obra. Los diez esclavos representan a los seguidores de Jesucristo.

Quiero que noten algo muy importante. El Señor no dejó “a ningún sirviente” a cargo de la administración principal. Él distribuyó la responsabilidad “por igual” entre los siervos. Y aunque cada uno recibió una buena cantidad, ninguno pensó que el dinero era un regalo. Los trabajadores no eran dueños de la mina.

Ellos estaban “simplemente” invirtiendo la mina para su patrón. Al transferir la mina del sirviente infiel al cuidado del sirviente más exitoso, el amo probó “que a él le importaba más la fidelidad de su gente,” ¡que la igualdad! ¡El señor fue justo!

Ninguno de los siervos terminó con menos de lo que comenzó. Hasta el sirviente despreciable terminó, ¡como comenzó! ¡Comenzó con nada y terminó con nada! A decir verdad, ninguno de los sirvientes iba a perder nada. Más bien, se les había dado la oportunidad de ganar personalmente… ¡si actuaban como administradores fieles!

¿Estamos invirtiendo en el evangelio? ¿Estamos invirtiendo en lo que Jesús ha hecho por nosotros? ¿Estamos invirtiendo “lo que podemos” en otros? No se trata de talento… ¡sino de fidelidad! ¡Nuestra inversión en el evangelio requiere acción!

Con nuestro propio dinero podemos ayudar a la gente necesitada, podemos promover el evangelismo y las misiones para ganar almas, amigos eternos, que nos darán la bienvenida cuando lleguemos al cielo.

Esta parábola termina con una severidad aterradora. 27Y también a aquellos mis enemigos que no querían que yo reinase sobre ellos, tráiganlos acá, y decapítenlos delante de mí. Este será el futuro de todos aquellos que rechacen a Cristo. Jesús vendrá al mundo, exigiendo que cada persona tome una decisión. ¡SI! ¡una decisión de vida o muerte!

¿Estamos en la última hora? ¡El Rey está por venir! ¿Estamos invirtiendo en el evangelio?