¡Tú y yo hemos nacido con fecha de vencimiento!

Mi amigo Carlos, y su esposa María, estaban viajando en un crucero cuando Carlos se sintió MAL, y fue al puerto más cercano para hacerse un chequeo. La recomendación del médico fue de que regresara a su país, lo antes posible, para confirmar el diagnóstico: cáncer al hígado y al páncreas.

Los doctores le dieron solo dos meses de vida… ¡y no se equivocaron! Carlos, siendo un hombre realista, decidió usar “esas semanas” para preparar a su empresa para una transición inmediata, y para planear su entierro. Él no se dedicó a buscar alguna cura exótica, que prometía sanarlo.

Después de todo, si Dios hubiera querido que él no muriera, Dios hubiera prevenido el cáncer. En medio de todo, Carlos estaba agradecido de saber “cuando iba a morir”, para poder dar y recibir el amor de su familia, y de sus amigos. Él murió, sin remordimientos, habiendo terminado su trabajo.

Tú y yo, tal vez no seamos tan afortunadas “de saber exactamente” cuándo nos iremos de esta vida… ¡a la próxima! Sin embargo, listas o no, la muerte nos alcanzará, ya sea gradualmente o súbitamente.

En aquel día, la pregunta ineludible será… ¿terminamos lo que Dios quería que hiciéramos? O, ¿vivimos como queríamos, solo guiñándole el ojo “reverendamente” a Dios? ¿Cuántas oportunidades fueron desperdiciadas, y cuántas cosas dejamos a medio hacer?

Todos nosotros seremos llamados” a rendirle cuentas a Dios. Claro, que todas tenemos la esperanza de poder decir “que terminamos lo que Dios nos dio a hacer”, pero Jesús es el único que puede decir esas palabras “con absoluta honestidad”.

Él murió con la seguridad de que había completado “perfectamente y eternamente” lo que Su Padre le había dado hacer. ¡Él murió sin ningún pesar! Él no necesitaba más tiempo para predicar un sermón más, para sanar a un paralítico más, o crear “una rebanada más” de pan.

Jesús solo tenía treinta y tres años, pero había terminado Sus responsabilidades… ¡al pie de la letra! Hacer algo más… ¡no habría sido Su llamado!

Jesús dijo en Juan 19:30, CONSUMADO ES; luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu. ¡Jesús había muerto! Pero antes de morir, sintiéndose abandonado por Su Padre, Jesús dio un grito de dolor, “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado.”

A pesar de que Jesús “terminó sus días en esta tierra” lastimado y golpeado, Él murió con la satisfacción de saber “que el propósito de Su venida a la tierra” se había cumplido satisfactoriamente.

¡En estas palabras yace la seguridad de nuestra propia salvación! Sabemos que nuestra deuda personal al Padre… ¡FUE PAGADA POR OTRO! ¡FUE PAGADA POR JESUCRISTO! Claro que Jesús todavía no había sido enterrado, ni había resucitado, ni ascendido al cielo. ¡Pero esta era la conclusión anticipada!

El difícil trabajo del sufrimiento, el difícil trabajo de estar separado de la presencia de Su Padre, el difícil trabajo de haber sido tratado como un pecador… ¡HABÍA TERMINADO! No había nada más “en la carne” … que Él pudiera hacer por Dios.

¶ Jesús nació para sufrir. Él comenzó Su vida en la tierra “en un humilde establo en Belén”. Su cuna fue un pesebre, y Su almohada fue, tal vez, algo como la paja.

A la edad de doce años, Jesús fue encontrado por sus padres en el templo, y Él les dijo en Lucas 2:49, ¿Y por qué me buscaban? ¿Acaso no sabían que es necesario que me ocupe de los negocios de mi Padre?» Y ese negocio incluiría “mucho más que predicar y sanar… ¡incluiría el negocio “de pagar el precio” de nuestra redención!

Su trabajo requería que Él sufriera, según el calendario acordado “de antemano” con Su Padre. A pesar de que Sus amigos íntimos lo habían aceptado, la sociedad en general, lo consideraba “un pesado” o una persona poseída por el demonio.

¡Las autoridades religiosas querían apedrearlo! Otros querían marginar “Su creciente ministerio” ridiculizándolo y acusándolo falsamente. Los ciudadanos de Nazaret -- Su ciudad natal -- quisieron empujarlo de un barranco. “Pero no pudieron hacerlo” porque Su “momento aún no había llegado”. ¡EL RECHAZO LE DOLÍA A JESÚS!

¡PERO “AHORA” TODO ESTO HABÍA TERMINADO!

A los poderes seculares de Roma “les importaba un pepino” lo que Jesús creía, ni a Sus gobernantes les perturbaban lo que Jesús decía. Ellos lo veían solo como una amenaza a la estabilidad de la sociedad judía, que estaba “constantemente” bajo su vigilancia y control.

Ellos estaban de lo más contentos “enjuiciando falsamente a Jesús”, una y otra vez, y luego haciendo el trabajo sucio de crucificarlo. A ellos lo único que les importaba “era que las autoridades judías” se mantuvieran apaciguadas. No importaba si el veredicto era justo, o no. ¡LA INJUSTICIA LE DOLÍA A JESÚS!… ¡PERO “AHORA” TODO ESTO HABÍA TERMINADO!

Con respecto a Sus discípulos -- aunque le profesaban lealtad a Jesús – ellos salieron corriendo cuando su fidelidad se hizo demasiado difícil. Ellos sabían que era peligroso y, hasta tonto ser los amigos de alguien que era odiado, condenado y crucificado.

Judas lo besó en la mejilla -- pero con ese beso -- hubo una amarga traición. Los otros discípulos (excepto Juan) corrieron a esconderse, con la esperanza de que no los mataran a ellos también. Su cobardía -- cuando Jesús más los necesitaba -- ¡FUE BIEN TRISTE PARA JESÚS! ¡PERO “AHORA” TODO ESTO HABÍA TERMINADO!

En la escena del crimen, vemos las largas espinas de la corona clavadas en Su cabeza. Nosotros nos acordamos de Sus heridas, cuando Él fue amarrado a un poste y, ¡azotado! Nosotros recordamos como se tambaleaba bajo el peso de Su propia cruz. Nosotras podemos recordar la crucifixión, con su dolor y crueldad.

Pensamos en la separación de Su Padre, y en la gran sed que Jesús tuvo. ¡PERO AHORA TODO ESTO HABÍA TERMINADO! ¡SI! Finalmente… ¡Su sufrimiento había terminado! Y aunque Sus discípulos sufrieron “por diferentes razones y en diferentes formas,” nosotras podemos animarnos “sabiendo que algún día” nuestro sufrimiento también terminará.

Sea cual sea “a lo que nos estemos enfrentando hoy,” ya sea a nuestra propia muerte o a un peso emocional interminable, algún día podremos decir, ¡AHORA TODO ESTO HA TERMINADO!

A la mujer que fue abandonada por su esposo, a la criatura que fue maltratada por su padre, a la persona sufriendo de una enfermedad incurable – a todas éstas les podemos decir… ¡que sus heridas serán sanadas! La pregunta es… ¿hemos aguantado todo esto sabiendo que el dolor es parte del plan divino? Jesús lo sabía, ¡y nosotros también debemos saberlo!

La misión, por la cual Jesús había venido “del cielo a la tierra”, ¡había terminado! El sufrimiento no era el fin en sí. El tormento era una parte necesaria para lograr el gran propósito de Dios.

Jesús vino para salvar a Su pueblo de sus pecados… ¡y su salvación ahora es segura! Si tú nunca has recibido a Cristo, como tu Señor y Salvador, ¡este es el momento de hacerlo! Dios siempre termina lo que Él comienza. ¡Dios nunca habla una Palabra… ¡sin que se cumpla!

A pesar de la misión” tan compleja” que Jesús recibió de Su Padre, Él pudo clamar triunfante desde la cruz, ¡CONSUMADO ES! “¡AHORA” TODO ESTO HABÍA TERMINADO! ¡SI! ¡HABÍA TERMINADO! ¡PARA LA GLORIA DE DIOS!