¿Se acuerdan de la famosa serie de televisión “Viaje a las Estrellas” en los años 60? Me encantaba como esta serie “de ciencia ficción” siempre comenzaba con estas palabras, “El espacio… ¡es la última frontera!” ¡Ah! ¡Pero así no es la cosa! ¡El cielo es “definitivamente” la última frontera! ¡Es la culminación de todo!
Entonces, que no nos sorprenda, que la gente de Dios haya analizado siempre el cielo, desde que ha habido gente de Dios. El cielo “es el final anticipado” por todos los cristianos. Cuando la muerte nos llegue, esperamos ir al cielo porque eso es lo que Dios nos ha prometido en la Biblia.
El libro del Apocalipsis menciona el cielo 55 veces. Y la Biblia entera lo menciona 532 veces. Este es un lugar concreto… ¡y será nuestro hogar para siempre! En Filipenses 3:20, Pablo escribió, “Nuestra ciudadanía está en los cielos.” ¡SI! ¡El cielo es nuestro hogar dulce hogar! ¡No hay lugar como el hogar!”
¡Nuestro Padre está ahí! ¡Nuestro Salvador está ahí! ¡Nuestro Consolador está ahí! ¡Y “nuestro premio” está ahí también! Todos los creyentes “que se hayan ido de esta tierra…,” ¡están ahí!
Por eso, el apóstol Pablo puede decir en Filipenses 1:21, “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” ¡El cielo va a ser mucho mejor “que cualquier otra cosa” que hayamos tenido en la tierra! ¡Millones de veces mejor!
Apocalipsis 21: 1-4 dice, Vi entonces un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de existir, y el mar tampoco existía ya.
Cada cuatro años, cuando un equipo de soccer gana la Copa del Mundo, ¡la nación ganadora, salta de emoción! En el campo del orgullo nacional, no hay mayor euforia que ganar “un título mundial” en el deporte más popular de este planeta.
Por años, los aficionados del equipo han cantado himnos alegres y espontáneos en estadios llenos de gente, agitando con entusiasmo los colores de su nación para que todos los puedan ver. ¡Su lealtad probó ser provechosa! Por cuatro años, los ciudadanos de esa nación han gozado “de la gloria exclusiva” de su victoria.
¡AHORA BIEN!
Hace dos mil años en Belén, ¡una nueva clase de humanidad nació en un establo! No parecía ser el principio de una gran victoria -- ni tampoco Su muerte denigrante -- treinta-y-tres años después.
Pero de ese nacimiento, muerte, y resurrección vendría una nueva orden de creación. Una nueva raza espiritual, un nuevo cielo, y una nueva tierra. La vieja “era” pasaría, y la euforia de la victoria haría que un planeta entero “lleno de gente redimida” estallara en Júbilo y celebración.
El orgullo nacional del ganador de “La Copa del Mundo” palidecerá en comparación a la fascinación suprema de este triunfo eterno. ¡El júbilo será el nuevo estado de ánimo para todos los días!
¡Comencemos a celebrar la victoria que está por venir! Agitemos los colores valientemente, y cantemos los himnos a todo pulmón. Este será el triunfo más grande que jamás hayamos visto – ¡Y SERÁ EL ÚLTIMO!
Y el mar tampoco existía ya. Mientras que la Biblia nos da pocos detalles acerca del estado eterno, en este versículo leemos que no habrá mar. Sin mar, el planeta va a ser muy diferente a la versión del mundo de ahora.
Vivimos en un mundo de agua. Dos tercios del planeta está cubierto de agua. Nuestros cuerpos son mayormente compuestos de agua. La mayoría de la vida de las plantas y animales está compuesta de agua. La tierra es el único planeta del sistema solar -- hasta donde sabemos – que tiene el agua necesaria para sostener nuestro ecosistema.
Si tú no tomas agua… ¡te mueres! Pero en el estado eterno, no habrá mar, lo cual nos dice, que el nuevo cielo y la nueva tierra no operarán según el principio de agua. ¡El nuevo cielo será profundamente diferente a lo que conocemos hoy!
Los mares separan a la gente; pero en el cielo, no habrá separaciones. Toda la gente de Dios vivirá junta en paz… ¡bajo la autoridad de Cristo! Siempre ha sido el corazón de Dios de gozar de un compañerismo intimo con Su pueblo. Pero algo siempre se ha interpuesto en el camino – el pecado.
2Vi también que la ciudad santa, la nueva Jerusalén, descendía del cielo, de Dios, ataviada como una novia que se adorna para su esposo.
¡UNA NOVIA BELLAMENTE ATAVIADA PARA SU ESPOSO! ¿Puede haber alguna imagen más bella y emocionante que esta? La bella novia, vestida en esplendor, ¡y sonriendo radiantemente! El novio lleno de alegría. Conmovido. ¡Su corazón saltándole de pura emoción! Es un retrato humano… ¡con matices divinos!
La novia es una metáfora importante de la iglesia en el Nuevo Testamento. Los creyentes (la novia) en la nueva Jerusalén van a encontrarse con Cristo (el novio) en la ceremonia final de la historia redentora.
La ciudad entera, ocupada por los santos, es llamada la novia, para que todos los santos sean finalmente incluidos en la imagen de la novia y la bendición nupcial. ¡Qué lindo esperar ansiosas la llegada de ese día! ¡Y que emoción saber que nuestro Dios también está esperando ansioso la llegada de ese día!
Los problemas de la vida – los remordimientos del pasado, las dificultades de hoy, los miedos del mañana – se vuelven más tolerables cuando comprendemos la emoción inimaginable que Dios está sintiendo… ¡anticipando ese gran día!
Cuando podamos ver – realmente -- el corazón de Jesús “y como palpita gozoso por Su novia,” entonces nuestro corazón “comenzará a palpitar al mismo ritmo”. Dios ha traído “a casa” a una novia para Su amado Hijo. Todos los santos “viven con Cristo” en la casa del Padre, una promesa hecha por Jesús, antes de que la iglesia comenzara.
4Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir. Suena como el sueño más bello que nos podamos imaginar, ¿no es cierto? ¡Pero es verdad! Dios dice que estas palabras son fieles y verdaderas. ¡Realmente va a suceder!
Juan 1:14 dice,Y la Palabra se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria (la gloria que corresponde al unigénito del Padre), llena de gracia y de verdad.
No más rituales, no más velos, no más carpas en el desierto. Dios se relaciona directamente con Sus hijos “gozando de un compañerismo intimo con ellos.” En el cielo, ya no existirá el tiempo, y nosotros habremos alcanzado el estado perpetuo y eterno. Como Dios ha puesto la eternidad en los corazones de todo ser humano… ¡todos anhelamos tener vida eterna!
Y todos aquellos que ponen Su fe en Jesucristo, experimentarán esa vida… ¡en toda su plenitud! La vida en la tierra, muchas veces, viene con lágrimas y dolores profundos. Derramamos lágrimas de soledad, lágrimas de desgracia, lágrimas de pobreza, lágrimas de simpatía, y lágrimas de remordimiento.
Pero en el cielo todo eso se irá para siempre… ¡porque Dios enjugará toda lágrima! No tendremos por qué llorar más. Las lágrimas serán parte de las cosas pasadas, y se irán para siempre. ¡La muerte también se irá para siempre! El sufrimiento también pasará. El sufrimiento es la experiencia humana más común a través de la historia.
Todos tenemos altos y bajos. ¡Hasta podemos caer en la depresión! Todos sentimos dolor. ¡Pero el dolor también será cosa del pasado! Hoy en día mucha gente vive con dolor crónico… desde el momento en que se levanta hasta el momento en que se acuesta, ¡Y se lamenta! Aunque tu pasado haya estado lleno de dolor, ¡en el cielo comenzarás a vivir plenamente!
En Romanos 8:18, Pablo escribe, Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros.
¡Piensa en esto! No más hospitales, no más funerales, no más hogares rotos, no más corazones destrozados, no más centros de rehabilitación, no más tratamientos de cáncer, no más Alzheimer, no más sillas de ruedas… ¡NUNCA MÁS!
Nuestro hogar eterno no se parece “a nada que hayamos experimentado antes”, porque es un lugar libre de pecado, de muerte, de temor, libre de culpa y tristeza. Nunca jamás experimentaremos las consecuencias de nuestra naturaleza caída, como estar separadas de nuestros seres queridos, teniendo pérdidas, preocupaciones, enfermedades, delincuencia, dolor e injusticia.
Más bien seremos completamente libres “para alcanzar todo aquello”, para lo cual Dios nos ha creado… ¡para Su alabanza y Su gloria! Y lo mejor de todo, ¡es que vamos a disfrutar de un compañerismo pleno y maravilloso con nuestro Señor y Salvador, Jesucristo… ¡PARA SIEMPRE!