A veces “es tan fácil olvidarnos” cuan corta es la vida. Tendemos a vivir como si nada fuera a cambiar, como si la vida va a seguir para siempre. Pensamos que siempre tendremos “el día de mañana”. Pero de vez en cuando, la realidad se abre paso, y vemos “nuestra vida” por lo que es… “solo un breve momento.”
Cuando yo tenía 11 años, mi papá se murió. Mis dos hermanas eran menores que yo. Todos los sábados “por la mañana” mi mamá nos llevaba al cementerio a visitar la tumba de nuestro querido papá. Siempre le llevábamos flores lindas. También visitábamos la tumba de nuestro abuelo.
Ahora ya nadie visita a papá ni al abuelo. Muchos de los miembros de mi familia ya han muerto, y yo ya no vivo en el Perú. Estoy segura que mi papá y mi abuelo nunca se imaginaron cuan cortas e insignificantes sus vidas serían. A lo mejor ellos pensaban que serían recordados siempre.
Estoy segura que sus biznietos ni siquiera conocen sus nombres. ¡Qué pensamiento tan triste! Es muy probable que tampoco nos recuerden ni a ti, ni a mí. Nosotros estamos en este mundo hoy, ¡y nos habremos ido mañana!
El evangelio nos dice “que la vida en esta tierra” no es nuestro destino final. Si estamos en Cristo… ¡nuestro destino será glorioso! Aunque nuestros descendientes nos olviden en esta vida, ¡Dios nunca nos olvidará! Los que seguimos a Cristo hemos recibido la esperanza de la vida eterna.
Esta futura esperanza nos da un destino inimaginable -- que nos da poder -- para seguir adelante sirviendo a Cristo en esta vida.
Pablo nos dice en 2 Corintios 5:1, De hecho, sabemos que si esta “tienda de campaña o carpa” en que vivimos se deshace… tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas.
Era muy natural para Pablo comparar “su cuerpo presente” con una tienda de campaña porque “hacer tiendas de campaña” era su oficio. Él sabía que una “tienda de campaña o carpa” era algo temporal. Por lo tanto, esta es una buena metáfora acerca del cuerpo. Sin embargo, ¡la eternidad está en nuestros corazones!
Nosotras fuimos hechas para la eternidad, y en lo más profundo de nuestro ser… ¡nuestro corazón lo sabe! Y cuando el Espíritu Santo llena nuestra vida… ¡la saboreamos! En lo más profundo de nuestro ser, tenemos una promesa. ¿Cuál es esa promesa? ¡Que el cielo nos espera!
Muchas veces nos olvidamos “de vivir en este mundo” con un ojo puesto en la eternidad. Pero cuando la tragedia y la desesperación nos atacan, recordamos que debemos mirar al cielo. ¡A nuestro hogar futuro! Uno de los grandes regalos -- que Dios nos ha dado en Su Hijo -- es una eternidad incorruptible con Él.
En la eternidad, nuestros cuerpos no nos dolerán, y nuestras lágrimas serán enjugadas. Las pruebas de la vida serán olvidadas, y viviremos con un gozo increíble. Cuando ese momento llegue, ¡no habrá más gemidos!
Cuando piensas en el reino celestial, ¿influencia esto tu vida ahora? ¡Debería! Tu vida debe de estar anclada en una esperanza futura. Si tu corazón está puesto en el cielo, las pruebas y tribulaciones de la vida no te abrumarán. Por eso el Espíritu nos ha garantizado lo que está por venir. ¡La eternidad lo cambia todo!
Pablo nos dice en Filipenses 3:20, Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 Él transformará el cuerpo… para que sea semejante al cuerpo de Su gloria.
Este mismo pensamiento lo escribió Pablo también en Corintios 15:51-53, Presten atención, que les voy a contar un misterio.
No todos moriremos, pero todos seremos transformados 52en un instante -- en un abrir y cerrar de ojos -- cuando suene la trompeta final. Pues la trompeta sonará, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 53Porque es necesario que lo corruptible se vista de incorrupción, y lo mortal se vista de inmortalidad.
Una vez, un pastor recibió una carta de una chiquita de nueve años que decía, “Estimado pastor. Tengo la esperanza de ir al cielo algún día… ¡pero todavía no! Firmado, Elenita.” ¡De la boca de una niña!
A decir verdad, Elenita habla “por casi todos nosotros”. Todos queremos ir al cielo… ¡pero todavía no! Sin embargo, esta no era la forma como Pablo pensaba. ¡Él no veía las horas de llegar al cielo! ¡De estar cara a cara con Jesús!
5Pero Dios es quien nos hizo para este fin, y quien nos dio su Espíritu en garantía de lo que habremos de recibir.
El apóstol Pablo proclamó “con gran confianza”, que Dios nos creó con este propósito. Como dice el libro de Génesis, “Dios no diseñó a los seres humanos” para que murieran, sino que los vistió con cuerpos inmortales. Si Adán y Eva hubieran pasado la prueba del árbol del conocimiento del bien y el mal, ellos “hubieran cumplido” ese destino inmediatamente.
Sin embargo, ese destino se llevó cabo en Cristo, quien redimió a Su pueblo, y les garantizó cuerpos inmortales. ¡Estos cuerpos inmortales los heredaremos en el futuro! ¶ Pablo también nos enseña “que en esta vida terrenal” no faltarán bendiciones futuras de Dios. Los creyentes ya han recibido al Espíritu Santo, como “un anticipo o depósito” garantizando la salvación completa en el futuro.
6Por eso vivimos siempre confiados, pues sabemos que mientras estemos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor 7(porque vivimos por la fe, no por la vista). 8Pero confiamos, y quisiéramos más bien “ausentarnos del cuerpo” y presentarnos ante el Señor.
Pablo no le tenía miedo a la muerte porque estaba seguro que pasaría “la eternidad” con Cristo. Naturalmente, enfrentarnos a lo desconocido, nos puede dar un poco de miedo. Y también, el hecho de dejar a nuestros seres queridos, nos puede dar un dolor profundo.
Pero -- si como Pablo creemos en Jesucristo -- podremos tener esta misma esperanza y seguridad de la vida eterna con Cristo. La muerte solo es el “comienzo de la vida eterna con Dios”. ¡SI! ¡Seguiremos viviendo! Que esta esperanza nos de confianza y nos inspire a servir a Dios con fidelidad.
Un cristiano yacía “muy enfermo” en la cama de un hospital de un pequeño pueblo. Su doctor -- que también era cristiano – fue a verlo al hospital para chequearlo. El enfermo le dijo: “Doctor, tengo miedo de morir. ¿Qué es lo que le pasa a uno en la hora de la muerte?”
El médico le contestó, “¡Desgraciadamente, no le puedo dar una respuesta exacta!” Una vez que el doctor terminó de examinarlo, y estaba listo para irse, escuchó unos arañazos y lloriqueos a la puerta del cuarto.
En ese momento el doctor se acordó que había dejado la ventana abierta de su carro, y que su perrito había saltado por la ventana del carro, ¡y lo había encontrado en ese cuarto! Con la autorización del paciente, dejó que el perrito entrara. Este saltó a los brazos del doctor… ¡totalmente feliz!
En ese momento el doctor se acordó de una escritura. Volteándose al enfermo, le dijo, “¿Vio usted cómo actuó el perrito? Él nunca antes había estado en este cuarto. Él no tenía idea de lo que había adentro. Sin embargo, cuando yo abrí la puerta, él entró sin tener miedo, ¡porque vio que yo estaba aquí!
¡Así es como el cielo va a ser para nosotros! Como cristianos, no sabemos lo que nos espera al otro lado. Pero, lo qué si sabemos, es que: JESUS ESTÁ AHÍ… ¡Y ESO ES SUFICIENTE!
Estar ausente del cuerpo, es estar en el cielo con el Señor. ¡Jesús es el gozo y el corazón del cielo! Por lo tanto, añoramos la gloria “solo en la medida” que amamos a Jesús.
9Pero ya sea que estemos ausentes o presentes, siempre procuramos agradar a Dios. 10Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, paraque cada uno reciba según lo bueno o lo malo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo.
Aunque la vida eterna es un regalo “dado por la gracia de Dios”, cada uno de nosotros será juzgado por Cristo. ¡SI! Habrá un juicio final, donde tendremos que rendir cuentas por la forma como vivimos en la tierra. ¡Y la recompensa del cielo será espectacular!
Esta expectativa aterrorizaba a Pablo, y lo motivaba a querer complacer a Dios en todo lo que hacía. Pablo sabía -- que aun cuando pudiera ignorar “la voz tenue” del Espíritu durante Su vida en la tierra -- el momento de dar cuentas llegaría, cuando tendría que explicar ¿por qué había desobedecido la Palabra de Dios?
Pablo nunca asumió -- que por todo lo que él había hecho por el reino de Dios -- que Dios ignoraría su pecado. Él más bien entendió lo que Lucas 12:48 dice, Porque al que se le da mucho, también se le exigirá mucho; y al que se le confía mucho, se le pedirá más todavía.
Los cristianos han sido perdonados por el sacrificio de Jesús. ¡No somos condenadas! Pero como Dios es absolutamente justo… ¡SEREMOS LLAMADAS A DAR CUENTAS POR NUESTRAS ACCIONES PARA CON DIOS… ¡Y CON OTROS!