Una de las cosas “que me encantaba hacer cuando era chica en el colegio…” ¡era escribir en la pizarra! Cuando la monja quería una voluntaria para que escribiera en la pizarra… ¡yo casi siempre levantaba la mano!

Lo lindo acerca de la pizarra es qué si cometía un error al escribir con la tiza, había siempre un borrador para deshacer el error. ¶ El perdón funciona de la misma forma. El perdón es la cancelación de algo. Es la eliminación de un error. Es la habilidad de borrar un error… ¡y comenzar de nuevo!

El corazón mismo “de la fe cristiana” es el perdón. Como hemos recibido el regalo del perdón de Dios, nosotros debemos vivir una vida perdonadora. Cuando Jesús nos enseñó a orar, Él dijo en Mateo 6:12, Señor, perdonamos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.

¡Y es el logro más alto de Dios! Así como el pan es la primera necesidad del cuerpo, así mismo, el perdón es la primera necesidad del alma. Como personas perdonadas, debemos amar en vez de odiar, debemos ser amables y gentiles, en vez de estar molestas y resentidas.

El perdón es la necesidad más profunda del hombre y la mujer. ¡SI! ¡Debemos perdonar a aquellos que nos han herido!

Todas hemos sido heridas y maltratadas por otros. Sin embargo, debemos vivir una vida sin amargura, ¡perdonando siempre! Cuando recordamos lo que Dios hizo por nosotros -- por medio de Jesucristo -- nos debe motivar a vivir una vida de perdón.

Jesús mismo nos alentó a que oráramos por nuestros enemigos, ¡y por aquellos que nos odian! A lo mejor estarás pensando. “¿QUE COSA?” ¡HACER ESO ES DEMASIADO DIFÍCIL!”

¡Yo te doy toda la razón! No solo es difícil, ¡es imposible de hacer “por nuestras propias fuerzas”. En nuestro estado natural, ¡no podemos amar y perdonar de esta manera! ¡Pero Jesús si puede!

Jesús pudo clamar desde la cruz en Lucas 23:34, Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Jesús, que vive en nosotros, derramará Su gracia y Su amor “por medio de nosotros,” para que podamos perdonar a otros. ¡Este proceso es divino! ¡No es humano! ¡Te aseguro que tú nunca perdonarás más de lo que Dios te ha perdona a ti!

Dios nos ha perdonado todos nuestros pecados y, sin embargo, mucha gente continúa viviendo con un espíritu, ¡QUE NO QUIERE PERDONAR! Ellas viven resentidas con aquellos que las ofendieron, y con el tiempo, ese resentimiento se vuelve en amargura.

La amargura “es un verdadero problema” porque mucha gente cree “que su rabia y resentimiento” son justificados. “El me hizo eso a mí.” “Ella me hizo eso a mí.” Si, yo sé. ¡La vida es dura! Sin embargo, sentirnos heridas o lastimadas no es nunca una excusa para que vivamos una vida de resentimientos.

Martita-- que leía su Biblia todos los días -- demostró que ella comprendía su obligación de obedecer la Palabra de Dios. Un día, Martita llegó a su casa, y le enseñó a su mamá algunas manzanas, que su amiga, Teresita, le había regalado. Su mamá comentó “que Teresita había sido muy “buena” al regalarle todas esas manzanas. “Si” dijo Martita.

“A decir verdad, ella me dio muchas manzanas más, ¡pero yo regalé algunas! Su mamá le preguntó, “¿y a quién le diste algunas de tus manzanas?” Martita le dijo, “Se las di a una chica que siempre me fastidia. Siempre me empuja de la vereda, y me hace toda clase de muecas feas.” Y entonces, “¿por qué se las distes a ella?” le preguntó su mamá.

“Porque pensé que esto le haría ver que yo quería ser amable con ella, y a lo mejor, ella ya no sería tan brusca y tan cruel conmigo.” Que admirable que Martita quisiera obedecer el mandato de Dios, que dice, “es mejor vencer al mal con el bien. “

Aferrarnos a nuestros resentimientos nos daña emocionalmente, espiritualmente, y relacionalmente. Si tenemos “una rabia interna” que nos consume, ¿cómo podemos vivir vidas de perdón? Nosotras podemos escoger perdonar… ¡en vez de amargarnos! ¡Escoger bendecir, en vez de maldecir!

¿Sabías que no querer perdonar es una elección? Si estás aferrada a la amargura hoy, ¡esa decisión la tomaste tú misma! ¡Estoy segura que tendrías buenas razones para sentirte resentida!

A lo mejor fuiste abusada cuando eras niña. A lo mejor estás lidiando con una enfermedad incurable. A lo mejor fuiste traicionada por un ser querido, fuiste burlada o robada. ¡Todas hemos sido heridas! Y muchas veces, ¡nos amargamos!

La amargura “tiene una forma tenaz y persistente de echar raíces” en lo más profundo del alma. ¡El fruto de la amargura es obvio! Sin embargo, la raíz de la amargura está bien adentro -- en lo más profundo del corazón.

Por ejemplo, si has tratado “alguna vez” de deshacerte de la mala hierba en tu jardín… ¡tú sabes perfectamente que no puedes cortarla solo “por encimita!” Tú tienes que cavar hondo… ¡y cogerla de raíz! ¡Lo mismo es verdad con tu alma! ¡Tú no puedes cortar tu amargura “por encimita”, y quedarte de lo más contenta! ¡NO!

Tú necesitas ir a lo más profundo de tu corazón… ¡y pedirle a Dios que te ayude! Si tú entierras tu amargura… ¡ésta nunca morirá! Seguirás cavando ese hueco “cada vez más profundo” en tu corazón. ¡No dejes que el veneno del pasado destruya tu futuro! Escoge el futuro que Dios tiene para ti… ¡en vez del pasado! ¡Deja atrás las ofensas que has recibido!

¡Deshazte de tu resentimiento! Nunca vas a experimentar verdadero gozo mientras sigas aferrada a tu dolor… ¡no queriendo olvidar! El tiempo, en vez de disminuir el dolor, ¡parece intensificar el dolor! ¶ La amargura puede ser el resultado de las palabras hirientes de una amiga, o de una compañera de trabajo.

Muchas veces, la persona que te hirió, no tiene “ni idea” de la intensidad de tu amargura. ¿Te pasas repitiendo en tu mente la ofensa – una y otra vez -- fortaleciendo la raíz de la amargura dentro de tu alma?

Cuando permites que la amargura crezca en tu vida, estás rechazando la gracia de Dios… ¡que te puede liberar! Si eres honesta con Dios, admitirás tu amargura, ¡y dejarás que Él te perdone!

Primero de Juan 1:9, dice, Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad.

A lo mejor tú dirás, “AÚN SI PERDONO… ¡NO PUEDO OLVIDAR!” Dios no te está pidiendo que apruebes “la injusticia o el mal trato” que has sufrido. ¡NO! Cuando Dios perdona, Él ya no acredita el pecado a la cuenta de uno. Y así como Dios nos ha perdonado, nosotras debemos perdonar “los pecados” que otros han cometido contra nosotros.

Hay personas que han pecado seriamente contra otras. ¡Muchas han soportado crueldades horribles! Sin embargo, la Biblia dice, que todo lo que nos venga como creyentes – lo bueno, lo malo, y lo feo -- tiene que pasar antes por las manos de Dios. Dios es soberano, y Él permite algunas cosas por el bien de Sus hijos – aun cuando no podamos entenderlo.

Como en la historia de José, los seres humanos pueden tratar de hacernos daño… ¡pero Dios cambiará todo para bien!

Proverbios 28:13, dice,El que encubre sus pecados no prospera; el que los confiesa y se aparta de ellos, alcanza la misericordia divina.

Hay algo “en nosotras” que se niega admitir cuando estamos equivocadas. Por eso es que admiramos a quienes “con franqueza y humildad” admiten sus errores y sus pecados. Estas personas tienen una autoestima saludable. No siempre tienen que tener la razón “para sentirse bien con ellas mismas.”

Estate dispuesta a admitir tu error, ¡y a cambiar tu manera de ser! Y recuerda, el primer paso hacia el perdón es la confesión. Escoger perdonar, en vez de amargarte, significa escoger el futuro… ¡y no el pasado! ¡Y esto incluye nuestros pecados pasados!

¿Se acuerdan de la historia de la Biblia “cuando el rey David cometió adulterio con Betsabé,” y trató de encubrir su pecado? Sin embargo, el sentido de culpabilidad “estaba matando a David por dentro.” David estaba viviendo en el quebranto de su pecado. Solo cuando él fue confrontado por su pecado, David lo confesó, ¡y recibió el perdón de Dios!

Solo entonces, ¡David pudo seguir viviendo una vida piadosa! Lo que tratamos de encubrir, ¡Dios siempre lo revela! Jesús dijo que el pecado oculto, algún día se dará a conocer desde las azoteas. Así que seamos honestas con Dios, y confesemos nuestros pecados ante el Señor. ¡Él cubrirá nuestros pecados con la preciosa sangre de Jesucristo!

A pesar que Jesús no aprobó lo que la gente -- dijo e hizo cuando lo crucificó -- ¡Él los perdonó! Dios perdonará y olvidará nuestro pecado, y lo tirará tan lejos “como el oriente está del occidente”. Cuando realmente respetamos y adoramos a Dios, odiaremos el pecado que antes amábamos. ¡Ya no podremos vivir de la manera que vivíamos antes!

Y cuando no queremos perdonar, Dios estará ahí “para ayudarnos a escoger perdonar”, en vez de estar pensando “día tras día” en la ofensa que nos hicieron. Escoger perdonar es escoger la libertad, ¡en vez de escoger la esclavitud!

¡Así qué! Antes de pedirle a Dios que te perdone… ¡EXAMINA BIEN TUS RELACIONES! ¿QUISIERAS QUE DIOS TE PERDONARA DE LA FORMA COMO TÚ PERDONAS A OTROS?